Promesas.

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Hermione entró al aula de Herbología, llevando unos libros en sus manos. El mismo Dumbledore se los había encargado; se los había enviado con un niño de primer año, junto con una nota. Le pedía llevara esos libros al aula de Sprout después de la cena.

Ella pensaba que no tenía caso enviar a un niño a darle a ella los libros cuando el niño podía hacer el encargo. Pero nunca había querido desobedecer al director, y esa noche no sería la primera vez. Así que sostuvo los libros contra su pecho mientras entraba al aula de la profesora Sprout. Se detuvo en la entrada, justo al cruzar la puerta, cuando se dio cuenta que el aula no estaba vacía.

Había otro estudiante ahí, sentado en un escritorio, leyendo un libro, como si estuviera en plena clase de Herbología.
Se vieron fijamente un segundo, antes de que Draco cerrara el libro y le hablara.

—¿Qué haces aquí, Granger?

Ella decidió ignorarlo, caminó hasta el librero de la profesora Sprout y dejó los libros ahí, luego se dio la vuelta para irse. No llegó a la puerta, una mano la sujetó del brazo con cierta fuerza y la hizo girar. Ahora tenía a Draco  de frente.

—Contéstame cuando te hable.

Hermione soltó una risa seca y se soltó de su agarre.

—¿Y por qué te haría caso, Malfoy?

—¿En serio me preguntas por qué?

—Sí, no veo por qué yo tendría que hacerle caso a alguien tan creído y egocéntrico como tú.

Draco le sonrió, con burla.

—¿Quieres que te explique el por qué? Te lo puedo enseñar, aquí y ahora.

La castaña apretó los labios, todavía creía que podía ganar esa batalla. Sí, era una ingenua. Una ingenua que no podía pensar con claridad cuando cierto rubio de Slytherin comenzaba a acercársele de la manera en la que lo estaba haciendo Draco.

—Mira, Malfoy…

—¿Qué? —la interrumpió él, eliminando la distancia entre sus cuerpos, y bajando su cara hasta estar a centímetros de su boca.

—Que yo… Tú no…

—Siempre estás hablando, ¿por qué estás tan callada hoy?

—Me pregunto por qué —murmuró Hermione, en voz muy baja.

Entonces Draco le sonrió con suficiencia, y dejó que sus manos la tomaran de la cintura, apretándola con fuerza. Hermione cerró  los ojos.

—Ábrelos —le dijo Draco.

—No.

—Que los abras.

—Que no.

El rubio se acercó a su oído.

—Siempre igual de terca, ¿hasta cuándo vas a entender que a mí no puedes decirme que no?

Draco contempló su cara con los ojos cerrados por una milésima de segundo. Luego subió una de sus manos y la puso en la nuca de Hermione, y finalmente se dijo que ya se había cansado de juegos. Se acercó más a ella y le dio un beso en la boca. No encontró resistencia, sino que fue correspondido inmediatamente.

Hermione suspiró, dentro del beso, y rápidamente abrazó al Slytherin, y se pegó más a él, justo como lo venía haciendo desde hacía unos meses. Luego ella abrió la boca, y lo invitó a jugar con su lengua. Dejó que sus manos recorrieran su espalda y las enterró en su cabello rubio que tanto odiaba y amaba por ser tan suave. Cuando sintió una mano de Draco, bajando mucho más allá de su espalda, se separó de sus labios.

—¿Qué…? —le preguntó él, confuso por la interrupción.

La Gryffindor se tomó algunos segundos antes de contestarle, temía que su voz saliera como una súplica. Se aclaró la garganta un par de veces antes de hablar.

—Aquí no, Draco, estamos en un aula de clases.

Él suspiró, con resignación.

—Sí, ya lo sé —Se alejó un poco del cuerpo de Hermione—. Entonces, ¿quieres seguir con esto en la torre de astronomía?

—No quiero ir a la torre de astronomía.

—Hermione, no comiences a besarme así si después no vas a querer…

—Quiero ir a la sala de menesteres.

Draco abrió los ojos con algo de sorpresa. Tomó a Hermione de la mano y la sacó del aula rápidamente.

—No tenemos que ir tan rápido —le dijo ella.

—Yo creo que sí, porque estuviste jugando conmigo. Primero me ignoraste, y luego fingiste que no hay nada entre nosotros. Y luego detuviste lo que era un increíble beso. Después me invitaste a la sala de menesteres, así que sí, sí tengo algo de prisa.

Hermione sonrío y le apretó la mano, mientras trataba de seguirle el paso.

—¿Tú enviaste la nota de los libros con ese niño de primer año, verdad?

—No puedes culparme por querer verte.

—Me encanta cuando me dices esas cosas.

—Te prometo que haré algo que te va a encantar más.

Hermione tragó saliva con dificultad, pero ya no pudo decir nada más, ni cuando llegaron a la sala de menesteres. Algo que a ella le encantaba también, era que Draco siempre cumplía sus promesas.

Dramione One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora