CAPITULO ONCE

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Cuál la semana continuó, entre mi trabajo y los diferentes cambios de turno cayó nuevamente la semana donde me tocaba el área psiquiátrica, alguna buena noticia es que por lo menos el fin de semana había logrado obtener alguna entrevista de trabajo para un nuevo empleo, en general había muchos puestos sin embargo no me importaba cual obtuviera mi única ambición era poder salir del hospital, cuando la cita estaba programada para el siguiente fin de semana, por lo que solo tendría que cumplir una semana más en el área psiquiátrica, dar mi renuncia y tal vez mantenerme un poco más en el área general.

Continúe nuevamente con todas mis labores, siendo lunes la semana apenas iniciaba, Es por ello que quería resolver todo lo que pudiera y alejarme de ese lugar en cuanto me fuera posible, ya que desde el maltrato a algunos pacientes por el lado algunos autores podría terminar afectándome por ser parte de ello aunque fuera mi trabajo, también el tipo trato extraño que llegaba a obtener algunas situaciones, y por supuesto lo más alarmante el estar escuchando los teléfonos continuamente. Respecto a ellos los teléfonos no habían vuelto a sonar, entre lo poco que estuve rondando gracias al avistamiento que tuve con aquel paciente terminé optando por no volver a tomar un teléfono, ya que esto en cualquier momento podría acarrearme un problema mayor, incluso tratando de recordar que el teléfono podría indicarme dónde se encuentra ese tipo.

Un día normal, simplemente eso bastaba, como siempre mi rutina limpieza inspección, algo de mantenimiento pero lo más preocupante Daisy, los doctores habían notado un comportamiento más raro de lo normal en ella, debido aquí esta vez no dejaba de gritar, un símbolo muy malo pensando que todos los rumores de ella, significaban que cada que rompía en un llanto así casualmente ocurría algún accidente, como si ella de alguna forma pudiera predecirlo, sin embargo esta vez ya había tardado más de lo común, algo que no estábamos controlando del todo decían algunos, como si algún tipo de tragedia estuviera a punto de caer sobre el hospital, de todas formas al pasar en el pasillo donde se encontraba ella un doctor se encontraba viéndola cuando notó claramente tenía un disgusto bastante peculiar por los teléfonos, disgusto por el cual desafortunadamente al pasar en ese lugar el doctor a cargo de el área me pidió si podría retirar todos los teléfonos que tuviera el alcance de su vista. Cosa que inicie de inmediato mientras tenía que escuchar todos sus gritos, al poder estar en ese lugar comprendí rápidamente que por primera vez algún paciente sugería que quitara los teléfonos, no había pasado en realidad mucho desde que estaba en el lugar cosa que me ayuda a entender cada vez que entraba alguna habitación, o cada vez que tenía que trasladar a un paciente, que cualquier dibujo forma de expresión o de más todos tenían en común un gran interés por aquellos teléfonos, tanto que incluso los doctores decidieron dejarlos ahí a pesar de que dejaron de funcionar hace mucho tiempo, Daisy era la excepción, en alguna ocasión dijeron que ya había sufrido este comportamiento, antes de todo recurso una plática con el señor Gerardo donde narró lo siguiente.

-Daisy es un caso un tanto más especial -exclamó mientras comía

-pero por qué lo dice? -pregunté

-por que Daisy no tiende a seguir al resto, ella lleva mucho más tiempo aquí que la mayoría de pacientes, algunos van algunos vuelven, sin embargo ella al ser un caso tan delicado es mantenido bajo otro tipo de cuidados, como por ejemplo es extraña similitud con llorar antes de que suceda algo

-entonces se refiere a aquella puede predecir las cosas?

-por supuesto que no, pero es bastante coincidencia que sin estar consciente de lo que pasa fuera puedo predecir cualquier accidente que ocurre, lo dice a su manera, por desgracia es una manera que ningún doctor comprende

Terminé de quitar todos los teléfonos, al menos los que pude pensar se encontraban a su vista, colocándolos en una caja dónde pensaba después llevarlos a tirar, una vez que lo hice ella se calmó de inmediato, cosa que me sorprendió porque ni siquiera estaba observando el vidrio de la puerta, cosa que realmente me asustó, aunque no tanto después de que dentro de la caja uno de esos teléfonos sonora.

Pánico, Daisy rompió en llanto nuevamente esta vez de una manera más desesperada, tomé el teléfono a punto de colocarla en mi oreja escuchando desde el otro lado la estática.

Dejé el teléfono azotándolo en la caja el sudor recorría mi frente, sabiendo que no quería contestar una silueta se marcó al final del pasillo.

El dia que el telefono suenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora