CAPITULO TRECE

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Ahora que recordé cómo es que llegué aquí, no han pasado de pasar las horas y nadie se asoma a encontrar lo que ha pasado, no sé cuál es el estado del doctor, aunque Por otro lado creo que la doctora murió, cuál frente de mi ventana tengo el cadáver del paciente, y no sé cuánto hasta más puede llegar a tardar, inició a caer la noche y nadie llegó, la habitación no era fría sin embargo no tenía ningún objeto a la mano estaba completamente encerrado, algunas de las habitaciones estaban diseñadas únicamente para poder ser abiertas por fuera. Desperté escuchando el ruido de algún teléfono, me levanté rápidamente, observando que ya no se encontraba ningún cadáver, en su lugar un teléfono junto a una columna sonaba sin parar.

-hay alguien!! - grite desesperadamente

sin ninguna respuesta seguí gritando hasta que el doctor Roberto apareció, se me quedó mirando fijamente, mientras que anotó algo en su libreta.

-comportamiento agresivo por algún tipo de teléfono -dijo mirándome

-doctor Roberto soy yo abre la puerta -dije desesperadamente

-claro que sí amigo voy por las llaves -dijo mientras reía y continuó su camino

Mi piel se puso pálida, esa era una frase que comúnmente algunos solían utilizar cuando alguien les quitaba que le abriera la puerta, ya sea en tono de burla o de juego, el punto es que el doctor Roberto me consideraba que yo era otro de los pacientes. Se alejó de mi vista sin que nadie más volviera a pasar, no fue hasta dentro de unas 3 horas hasta que esta vez otro doctor volvió a pasar, empezó a verme y mencionó, -parece que no hay progreso tendremos que incrementar su dosis -no comprendía lo que pasaba no podrían ver que soy una persona normal, porque es que estoy aquí? Me preguntaba desesperadamente, pasaron unos minutos y escuchó un ruido en el pasillo, esta vez se trataba del señor Gerardo limpiando y arreglando un apagador que no servía, nuevamente el mismo resultado por más que gritara simplemente me ignoraba. Qué es lo que estaría pasando, la rutina continúa así por el todo el día, y el día de mañana junto con el de pasado, hasta aquí perdí la cuenta de los días.

Cada vez me parecía más uno de ellos, siendo que yo no soy igual al resto, mis esperanzas no cambiaron cuando entraban y me tomaban entre algunas personas para inyectarme medicamentos, o para llevarme a algún salón de estudios. Las cosas no mejoraban me convertí en otro de ellos, por más que replicara que me dejaran salir, por más que es mencionaba mi nombre, ninguno de ellos lograba recordarme, y siempre el teléfono sonaba. Por alguna extraña razón, cada que tenía un sueño veía un hombre, un hombre que poco a poco se volvía loco al tomar el teléfono, el teléfono le indicó tantas cosas hasta que un día le indicó saltar de la ventana, en ese momento algo terminaría, y sería que no volvería a escuchar el teléfono, a pesar de lo mucho que lo odiaba, debía ser yo quien lo contestará, por qué el hombre saltaría, qué sería lo que le diría el teléfono para verse obligado a saltar, y todo esto ocurría mientras que me veía corriendo hacia él hasta que por fin una noche el sueño concluyó en una persecución donde el respaldo y cae por una ventana.

Los días pasaron y siguieron pasando, por momentos sentía claramente cuando me inyectaban alguna sustancia que me adormecía más tiempo de lo normal, todo con tal de que dejara de gritar, en varias ocasiones también era tratado a la fuerza por más de alguna persona, la habitación se tornaba de varios colores y dejé de distinguir lo que en realidad pasaba, sea lo que sea estoy seguro de que aquel teléfono sabría qué es lo que había pasado, empezaba a odiar a cualquier persona que apareciera por ahí, por no haber quién soy, por no reconocerme, por no dejar que volviera a tocar el teléfono, o en su defecto callarlo, fue ahí cuando pensé que debía de escapar del lugar, tiempo antes cuando me llevaron a realizar algún estudio logré percibir que entre las múltiples cosas que dejaban en el lugar, se encontraba una pequeña lima de metal que bien empleada a tal vez podría ocupar como pica hielo, abrir la puerta y salir corriendo, todo inició cuando tomé dicho objeto en algún momento que todo se descuidaron, mi idea fue bastante simple, de no haber sido porque antes de entrar a la habitación una nueva persona que ocupaba mi lugar, el mismo trabajo que yo tenía se percató de dicho objeto. Él era la persona que más me preocupaba después de todo siempre que el aparecía y contestaba alguno de esos teléfonos el ruido se volvió insoportable el ruido no dejaba de sonar, debía callarlo a toda costa. Fue en ese punto donde en algún accidente tiraron un clip que logré tomar, y en el turno del doctor Roberto recuerdo claramente que si el paciente estaba sedado azotaba la puerta después de que el paciente estuviera adentro, por lo que solo tuve que asegurarme que el clip estuviera en la posición adecuada para impedir que la puerta se cerrara, en algún momento que él me sacó fui sedado por la fuerza y desperté con una puerta abierta.

El dia que el telefono suenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora