Capítulo I

1.4K 139 10
                                    

—Que te casas... ¿Con quién?
Charles Leclerc hizo una mueca y se apartó el auricular del oído para no quedar sordo. Su padre Hérve Leclerc, con una vida entera al servicio del Cuerpo de Marines, tenía tal energía que probablemente hubiera podido levantar a un muerto, de habérselo ordenado.

—Con Lando, papá—Contestó Charles acercándose de nuevo el teléfono a la oreja—Tienes que acordarte de él, lo conociste la ultima vez que viniste avisitarme.
—Claro que me acuerdo de él; es el chico que me dijo quue mi uniforme resultaría menos imponente si llevara un pendiente en la oreja.
Charles reprimio una carcajada que a su padre no le gustaría oír. La idea de ver a su imponente padre, de expediente impecable, con un pendiente en la oreja, resultaba de lo más ridículo.

—Estaba bromeando—Contestó Charles cuando pudo dominarse.
—Estupendo.
—Creía que te gustaba Lando.
—Yo no he dicho que no me guste—Contestó Hérve tenso—Pero dime ¿Qué vez en esos tipos tan...afectados?—Afectado, recapacito Charles. En el lenguaje de su padre, cualquier chico que no fuera un marine era un afectado—Lo que tú necesitas es un hombre obstinado, igual que tú. Un tipo fuerte, fiable, por ejemplo...
—Un marine—Repuso Charles terminando la frase por su padre, hastiado de oír siempre lo mismo.

—¿Y qué tiene de malo un marine?—Exigió saber su padre ofendido.
—Nada—Se apresuro a decir Charles, deseando no iniciar esa conversación tan familiar.
Charles suspiro y se hundió en los cojines del sofá. Se hizo un ovillo y sujeto el teléfono entre el hombro y la oreja, luego estiro las piernas y contestó:

—Papá, Lando es un buen chico.
—Te tomo la palabra Char, pero, ¿Crees de verdad que es un hombre adecuado para ti?
No, Charles no lo creía. La imagen de Lando surgió claramente en su mente. Charles sonrió, algo alto, con el pelo moreno en rulos despeinados , Lando era un verdadero artista. Llevaba diamantes en las orejas, con un estilo poco común. Y le era devotamente fiel a su compañero sentimental y amante Carlos.

Pero tambien era uno de los mejores amigos de Charles, y esa era la razón por la que le había pedido persmiso para contarle a su padre la historia de que estaban comprometidos. A Carlos, al igual que a Lando, aquello no le había hecho muy feliz pero Lando era tan maleable como una muñeca.

Y, sinceramente, de no haber previsto Charles ir a visitar a su padre, jámas le habría contado esa mentira. Sencillamente, no podía soportar la idea de que su padre pusiera a sus pies a toda una corte de oficiales solteros. No le gustaba la idea de mentirle, pero en el fondo la culpa era solo de él. Si su padre no se hubiera empeñado en casarlo con un marine, él no se habría visto obligado a ir tan lejos.

—Lando es maravilloso, paṕa—Contesto Charles con repleta sinceridad—Te gustaria,si le dieras una oportunidad.
Hérve masculló algo que charles no logró comprender, pero a pesar de todo le hizo sentir remordimientos. Hérve Leclerc no era un hombre malo. Simplemente nunca había sido capaz de entender a su hijo.

Hérve cambió entonces de tema y cómenzo a contarle historias de la base militar en la que vivia. Charle escucho sin mucho interes, observando la decoración del salón de su diminuto apartamento en San Francisco. Las paredes pintadas en color rojo escarlata, procuraban una sensació de calidez a la habitación. El sol que entraba a raudales por las ventanas desnudas, confiriendo brillo dorado a los muebles antiguos y al suelo de madera.

Frente a él el tocadiscos hacía sonar musica celta. Una vela de canela ardía junto a él, impregnando el ambiente con una relajante fragancia, pero que en esos momentos no lograba serenarlo.
Detestaba tener que mentirle a su padre. Al fin y al cabo, mentir era malo para el alma. Además Charles estaba convencido de que producía arrugas. En cuanto volviera de visitar la base, llamaría a su padre por teléfono y le diría que había roto con Lando y todo volvería a la normalidad.

Pureza Virginal.  ❉Donde viven las historias. Descúbrelo ahora