Capítulo XI

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Cuando las brumas de su mente se despejaron, Charles dijo lo primero que se le vino a la mente.

—¡Guau! ha sido mucho mejor de lo que esperaba.
—Eso ismo estaba pensando yo—Contestó Sergio rodando por la cama y llevándoselo con él, para ponerlo encima y besarlo—Pero esto solo ha sido el principio.
—¿Es que hay más?
—¡Oh, sí!

Instantaneamente la sangre se le calentó. Charles estaba más que dispuesto a recorrer aquellas cimas. Una vez perdida la virginidad, era fácil dejarse llevar.

—Bien, pues no te quedes ahí marine. Hay mucho que hacer.
—Señor, sí, señor—Contestó él sonriendo y haciendolo girar para dejarlo de espaldas.

Un suspiró escapó de sus labios con aquel repentino movimiento. Inmediatamente Charles se quedo sin aliento. Sergio inclinó la cabeza hacía su pecho. Tómo primero un pezón con la boca y después el otro.
El estómago se le encogió. Una y otra vez, la boca de Sergio succionaba sus pezones. Sus labios, su lengua lo torturaban produciéndole vértigo. Entonces Sergio bajo su mano izquierda a lo largo de su cuerpo, acariciando su piel.

—¡Oh, Dios!
Charles sujeto la cabeza de Sergio contra su pecho y se colvulsiono bajo él, cediendo a las increibles emociones que sabía sucitarle. Veía luces de colores y sentía que todo el mundo estallaba a su alrededor.

Demasiadas sensaciones, demasiado placer. Charles lucho por respirar, pero no le importó quedarse sin aliento. Lo único que necesitaba, lo único que quería era que Sergio siguiera besándolo.

La luz de la luna entraba en la habitación creando un velo de plata a su alrededor. El mundo estaba en silencio, excepto por la respiración agitada de los dos. Como si sólo a ellos les perteneciera. Y  a aquella escaza luz, Charles casí lo creyó. Solo exisitia Sergio sobre él. Solo esa noche, solo aquel lugar. Aquella extrañeza.

La mano de Sergio cruzó su abdomen, hasta alcanzar su necesitada erección. Al primer contacto, él ceró disolverse. El amor surgió en su interior, embargándolo con su dulce e inesperada belleza. Charles se aferró a él esperando poder retenerlo para siempre. No sabía cuándo había ocurrido, pero tampoco le importó. Solo sabía que lo amaba.

En esa ocasión, Sergio se tomó su tiempo. Disfrutó saboreándolo bajo él. Sergio sentía como si llevara toda la vida esperando aquel momento, y no estaba dispuesto a malgastarlo. La primera unión había sido frenética, apasionada. Aquella sería tierna.

Sergio lo sintio temblar y supo que el cuerpo de Charles estaba tan preparado como el suyo. Levanto la cabeza y lo miró, observando sus ojos verdes nublados por la pasión. Algo muy dentro de él se tensó, se retorció, hiriéndolo en el corazón y en el alma.

Charles era mucho más de lo que había creído. Era salvaje, abierto y hermoso. El corazón le martilleaba en el pecho. Entonces Sergio supo, por primera vez y apesar de su reserva que lo amaba.

—¡Por favor, Sergio!—Suplicó él levantando las caderas—¡Por favor!—Continuó lamiéndose los labios tomando el rostro de Sergio con las manos—Entra en mí, vuelve a completarme.

Sergio sintió que el corazón se le retorcía en un puño; no podía hablar. No podía pronunciar palabra. Por eso asintió, se colocó entre sus piernas y cubrió su cuerpo para penetrarlo una vez más.

Y lo hizo suspirando. Largamente. Era allí donde pertenecía. Con Charles. En él. Como una parte de él. Para siempre. Aquello era lo más correcto. Sergio dio las gracias en silencio al destino, que había sabido guiarlo hasta allí. No había pasado ni futuro. Solo el presente. Sólo Charles.

Los brazos y las pierna de Charles lo envolvieron en su calor. Él lo estrechaba fuertemente, observaba sus ojos, penetraba su alama. Y al sentir las primeras convulsiones en el cuerpo de Charles, cedio él tambien a lo inevitable. Lo abrazó y juntos tomaron el rumbo hacía el olvido.

Pureza Virginal.  ❉Donde viven las historias. Descúbrelo ahora