Capítulo XII

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Tres días. Tres días sin Charles, que le habían parecido tres años. Sergio maldijo entre dientes y trató de concentrarse en el entrenamiento de los reclutas. Su mente sin embargo, seguía divagando.

Como otras tantes veces durante aquellos días, volvió a recordar la última noche con Charles. Instantaneamente, los imagenes de ambos haciendo el amor surgieron con una fuerza imperiosa, pero igual deprisa, Sergio trato de olvidarlas. Prefería recordar cómo había acabado la velada. Con gritos, con engaños. Con portazos y lágrimas.

Cualquiera que lo observara pensaría que nada en el había cambiado. Y así quería Sergio que pareciera. No era de esas personas que demostraban lo que sentía. No quería lamentarse en el hombro de un amigo o de su familia.

Ni volver a ser comidilla de la base. Quería olvidar lo ocurrido aquella noche, como si nunca hubiera pasado. Pero su cuerpo no estaba dispuesto, ni su corazón.

—¡Maldita sea!—Musitó entre dientes, girando sobre sus talones y dirigiéndose hacia donde había aparcado el coche.

Necesitaba salir de la base durante un rato. Estaba de permiso, así que sin más se marchó. Para despejar la mente. Quizá así pudiera olvidar por fin el sonido de los cascabeles de la pulsera de Charles.

Pero no sería fácil, echaba de menos su voz, su risa, el brillo de su mirada cuandoestaba emocionado, Charles se emocionaba de cualquier cosa, pensó sonriendo involuntariamente.

Sergio se sentó al volante. Sentía un vacío en su interior que cada día se hacía más grande, más negro y más terrible. Jamás había sentido algo así, y solo Charles podía llenarlo. Sergio giró en dirección a las puertas de salida. Miró en dirección a la  casa del coronel Leclerc, y reprimio el ansia de dirigir allí. Pasó de largo y se aferró al volante.

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—No vas a salir de esta tan fácilmente—Dijo Paola una vez que ambos estuvieron sentados en el salón.
—¿No? Observa—Contestó Sergio felicitándose a sí mismo por la firmeza de su voz.
—¿Así de sencillo?

Sergio alzó una mirada amenzadora a su hermana, por supuesto, ella no hizo el menor caso. Pero antes de que pudiera seguir con sus reproches, Sergio añadió:

—Déjalo, Pao.
—Claro igual que lo dejaste tú, cuando mi esposo y yo tuvimos problemas.
—Eso era diferente—gruño él.
—Claro, era diferente porque se trataba de mí, no de ti.
—¡Maldita sea!
—Juegas duro—Repuso Paola.
—No soy yo quien esta jugando, sino Charles.

Paola se reclinó sobre el respaldo de la silla y se cruzó de brazos, mirándolo como si estuviera dispuesto a luchar contra él para enseñarle una lecció. Por fin se decidió por darle la lección.

—Eres un idiota Sergio, desde lo de Max, te has encerrado en ti mismo. Solo por que él te engaño.
—Dejaló ya, Paola—Insistió Sergio.
—¿Por qué? ¿Acaso lo has olvidado tú?

Sí, lo había olvidado. En cuanto Charles le robo el corazón, Max paso a ser solo un mal recuerdo. Era un hombre distinto. Y todo se lo debía a él. Había confiado en Charles.

—Estamos hablando de Charles, no de Max. él me mintió.
—Él le mintió a su padre—Señaló Paola—Tú te enredaste en esa mentira.—He hablado con el cartero; me ha dicho que él se va—Anunció Paola observando la reacción de su hermano—Mañana, a San Francisco-Sergio no lo hubiera creído posible, pero aquel vacío en su interior se transformo en un pozo negro en el que se hundió—Y deja que te diga una cosa hermanito. Si echas a perder lo mejor que te ha ocurrido en la vida, simplemente por la culpa de una mala experiencia, entonces...mereces todo lo que te ocurra.

Pureza Virginal.  ❉Donde viven las historias. Descúbrelo ahora