Capítulo V

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Pero la razón se impuso por fin en la mente de Sergioi, instántaneamente, soltó a Charles y dio un paso atrás. Sentia los brazos vacíos sin el. Aún tenía el sabor de Charles en la boca, pero sabía que aquello había sido un tremendo error.

Y a pesar de saberlo, tuvo que reprimirse para no volver a abrazarlo y saborearlo de nuevo.

—¡Guau!—Exclamó Charles en voz baja, no obstante Sergio lo oyó. La voz de Charles le llegaba igual que su perfume—Eso si que ha sido un beso.

—Sí—Musito él con voz ronca, pensando en la suerte que tenía de que fuera de noche, para que Charles no pudiera ver cuanto le había afectado.

Charles quiza no pudiera notarlo, pero Sergio, sí. Y el desagrado que le produjo bastó para que su voz sonara áspera.

—Lo lamento, me he pasado de la raya...Escucha Charles, creo que lo mejor será que olvidemos lo ocurrido.
Entonces se hizo silencio.

Charles debía estar a punto de maldecirlo, de pegarle un puñetazo o, peor aún, pensó Sergio asustado, de ir a contárselo a su padre. Estupendo, justo lo que necesitaba.

¿En que diablos estaba pensando? Era el hijo de su comandante en jefe, un hombre comprometido.
Un loco.

En un instante, Sergio vio el fin de su carrera militar y se vio trasladado a una base militar en el Polo, arrojado fuera del Cuerpo. Nadie podía preveer lo que haría Charles, una vez se le hubiera pasado el shock.

—Creo que se me ha puesto la piel de gallina.
—¿Qué?—Preguntó Sergio parpadeando.
—Enserio—Continuo—Ese beso fue alucinante Sargento de Artilleria Pérez.
—Gracias.

¿Qué otra cosa podría haber dicho? Tenía que haberse figurado que Charles no iba a reaccionar tal y como él esperaba. Cualquier hombre en su sano juicio, se habría puesto furioso o... Bueno simplemente se hubiera puesto furioso. Pero lo cierto era que Charles Leclerc ni siquiera vestia con cordura.

—Quiero decir—Continuó Charles con admiración—Que podrías dar clases. Olvídate de los marines, harías una fortuna como Playboy.
—¿Qué?
—Era una broma, simplemente estaba comprobando que tal estás—Explicó Charles riendo.

Su risa sonaba tan melódica como las campanillas de su pulsera.
—Te has quedado tan callado que creí que serías la primera persona que entraba en coma de pie.
—Estas loco ¿Lo sabias?—Preguntó Sergio, creyendo que lo sorprendería.

—¿Por qué? ¿Por qué no te he abofeteado y he corrido a decirselo a mi papá? ¿Preferirías que te abofeteara?
—Bueno, sí. lo comprendería.
—Pues siento desilusionarte—Respondió Charles, echando de nuevo a caminar en dirección a su casa.

Sergio corrió hasta alcanzarlo. A un sin la niebla en el ambiente era húmedo y olía a mar. Oscuras nubes se cernían sobre el cielo negro, cubriéndolo y desvelando estrellas como si la mano de un gigante jugara al escondite con un montón de diamantes.

—No estoy desilusionado—Dijo Sergio sopesando con cuidado sus palabras—Simplemente...confuso.
—Pues no sé por qué. Tú me has besado, yo te he devuelto el beso. Y ha sido una experioencia tremenda.
Más que tremenda pensó Sergio para sus adentros, sin embargo calló. En lugar de confesarlo dijo;

—Y eso es todo. Ningun problema.
Charles levantó la vista hacía él. A la luz de la luna Sergio pudo ver la sonrisa en sus deliciosos labios.

—Si quieres correr a buscar una espada, yo te ayudaré a clavartela.
—No era eso lo que quería decir—Contestó Sergio tenso, preguntándose por qué lo molestaba tanto que Charle sno estuviera enfadado.

Pureza Virginal.  ❉Donde viven las historias. Descúbrelo ahora