Capítulo VII

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Fuera, el viento soplaba fuerte y frío. Los árboles de la carretera se retorcían y danzaban on las rachas de aire marino, inclinándose y perdiendo sus hojas, que caían como gotas de lluvia sobre los coches.

Dentro del vehículo hacía calor, pero ese calor no tenía nada que ver con el aire torrido de la calefacción.
Los latidos del corazón de Charles se aceleraron hasta el punto de que seguir respirando era todo un ejercicio olímpico.

Apretaba los puños en el regazo, miraba hacía el frente y se repetía a sí mismo que era un estupido. No tenía sentido. Él no era de los que se enamoraban de un marine ¿Acaso no había quedado demostrado, con una sucesión de fracasos a sus pies? ¿Acaso no había huido de ese mundo?

Sí, era un error.
Y lo diría en voz alta, en cualquier momento o lo diría Sergio en cualquier momento.

Charles miró de reojo a Sergio y sintió que su corazón se aceleraba aún más. Aquella mandíbula decidida, aquellos ojos marrones, la curva que dibujaban sus labios...Charles se lamió los suyos, pensando en otro beso y se preguntó como era posible que hubiera llegado a esa situación.

¿En que momento había quedado prendado de aquel marine? ¿Se debía a su encanto a la combinación de su naturaleza inflexible, unida a una sonrisa que lograba estremecerlo y que prometía intimos secretos y risas compartidas? ¿O se debía más bien a su generoso corazón, a su amor por el orden y las reglas?

¿Qué tenía aquel hombre, en concreto, para lograr traspasar sus defensas y llegar hasta su corazón, intacto durante años? ¿Y qué iba a hacer una vez traspasada esa barrera?

—Charles...
Charles se volvió para mirarlo y sintió un nudo en el estómago. La mirada de Sergio lo rozó brevemente, pero enseguida volvió su vista hacía la carretera.
—¿Qué?

Sergio abrió la boca, pero luego volvió a cerrarla como si hubiera cambiado de opinión, segundos después sin embargo, cambio de opinión.
—¿Aun tienes frío?
No era eso lo que él iba a decir. Charles lo sabía, lo intuía, pero quiza el también tenía sus dudas. Era natural.

—No—sacudio la cabeza Charles—Ya no tengo frío.
Sergio asintió como si Charles hubiera dicho alfo muy profundo. Tras una larga pausa añadio.
—Te llevo de vuelta a la casa de tu padre.

La desilusión se apodero de Charles. Volver a casa de su padre significaba que no ocurriria nada entre ellos dos. Él había cedido a la duda. había decidido que dejarse llevar por el fuego que ardía entre los dos era un terrible error. Pero eso a Charles no lo soprendío. No obstante el dolor que le causo la decisión de Sergio sí lo sorprendio.

—No es lo que quiero—Añadió Sergio con voz tensa hasta límites insospechados, a punto de estallar. Charles observo sus manos aferrarse al volante—Quiero que lo sepas, lo que deseo es llevarte a mi casa.

Su casa. Todo su cuerpo vibró interiormente con un deseo grave, profundo, que amenazo cortarle la respiración y atenazarle el corazón. Instantaneamente las imagenes nublaron su mente.

Sergio con el torso desnudo, inclinandose sobre él y recorriendo con sus manos todo su cuerpo. Casi podía sentir las suaves caricias de sus rudas manos sobre la piel. Casi podía saborear sus besos, casi podía oler la suave, masculina fragancia propia de él, como si lo estuviera estrechando más y más cerca.

Su cuerpo parecía despertar a la vida y al deseo. Conocía muy bien ese deseo incompleto.

—Pero no puedo hacerlo—Continuo Sergio que no parecía más feliz que él ante las perspectiva.
—¡Oh claro naturalmente no puedes hacerlo!—Exclamó Charles, para quien la insatisfacción de Sergio no era un consuelo—Sería como romper una norma ¿Verdad?

Pureza Virginal.  ❉Donde viven las historias. Descúbrelo ahora