Tras un parpadeo, Luo Binghe se dio cuenta de que había dejado de caer en la oscuridad, y que el impacto (con el que esperaba el beso de la muerte) nunca llegó.
Hastiado, intentó dar un paso, pero no pudo, ya que de inmediato percibió una atadura que lo mantenía fijo de manos y piernas, como si se tratase de un perro retenido por una cadena. El Sagrado Gobernante aguzó la vista, buscando formas en la oscuridad en medio de la confusión; no tardó en descubrir que se encontraba en un habitáculo diminuto, cuyo olor le provocaba una extraña sensación de déjà vu.
"¿Quién se ha atrevido a meterse con el Sagrado Gobernante?", se preguntó, entre estupefacto y furioso. En los últimos días, el medio demonio había vivido algunas de las experiencias más surrealistas de su vida, y estaba seguro de que ya no necesitaba más de eso; no ahora, con el peso de la derrota y de la humillación tan palpables en su mente.
Al instante, un porrazo silbante del aire le hizo ponerse alerta, y se encontró momentáneamente cegado por una ráfaga de luz que entró desde lo que luego pudo visualizar como una puerta que acababa de abrirse con estrépito.
Un adolescente al que no tardó en identificar como Ming Fan por la aguda voz de gallo, se hizo oír en toda la estancia, apareciendo ante él entre trompicones e ínfulas de grandeza, tal como lo recordaba de antaño:
—¡Bastardo, sal, shizun quiere verte!
De inmediato, el odio lacerante en la mirada de Luo Binghe se profundizó en una estupefacción mayor a la que ya sentía antes, y su paciencia (que no era mucha) se rompió al percatarse de que se encontraba en la leñera que le había hecho las veces de catre durante su estancia de infancia y adolescencia como un discípulo en la montaña Cang Qiong.
Luo Binghe frunció el entrecejo, asqueado. "Maldito portal", pensó con rabia.
—¿Si te das cuenta de que estoy atado? —replicó, sin seguirle el juego.
Ming Fan lo observó un momento, cambiando repentinamente su actitud petulante por un leve desconcierto. Luo Binghe le dedicó a su vez una de sus sonrisas más hirientes.
—¿Y bien? —inquirió el medio demonio. Se me antoja matarlo otra vez", pensó—. ¿Vas a dejar al maestro esperando? —terció. Entre antes terminase con aquel paripé, mejor.
—¡Te atreves a faltarle el respe...! —había empezado a reñirle Ming Fan, con ambas manos apretadas en puños. Sin embargo, en cuestión de un momento, se trabó a mitad de su oración, mostrándose ansioso— ¡Te atreves a...! —Haló a Luo Binghe de su túnica exterior, alzándole como si planeara aventarle un golpe—. Tú —su expresión se desencajó, confundido. Luo Binghe se mantuvo impasible, pese a que conservaba la misma aura asesina del principio—, tú, rarito, vámonos—dijo finalmente y so soltó, procediendo a desatar sus amarres.
Luo Binghe se mordió los labios y, una vez liberado, se levantó irguiéndose con petulancia pese al dolor. "¿Qué haría si lo adelantara?" Miró la espalda de un Ming Fa adolescente, que había empezado a moverse con pasos agigantados mientras se encogía levemente encorvado. Que estuviera pasando por esa situación, en parte se debía a la tendencia a soportar y a dejarse amonestar por otros, por lo menos, así lo veía el Luo Binghe adulto, que reconocía a medias el error de auto-convencerse que se trataba de más entrenamiento.
Por ello, y pese a su ira, al medio demonio le divertía pensar que, en ese momento, Ming Fa debía de sentirse genuinamente extrañado, pues, no se había amedrantado ante su amenaza ni había reaccionado con el recatado respeto silencioso con el que respondía a sus maltratos.
"Como lo suponía, éste niño siempre fue un cobarde".
El Sagrado Gobernante absorbió cada tramo de la arquitectura impoluta de la Cumbre Qing Jing, el majestuoso monstruo que removía un trecho de oscuridad en sus recuerdas, enfocándose a su vez en los discípulos que iban de un lado a otro, como si nada. ¿Estaría soñando? ¿O acaso había muerto? Pero era imposible, ya que el mundo de sus recuerdos se sentía demasiado real para haber sido solo un producto de su imaginación: sus batallas, sus victorias y sus esposas.
No podía haber sido una pesadilla. Y, aun así, ¡¿Por qué otra vez este punto?! ¡¿Por qué?! Era inaceptable, tanto como lo era el encontrarse de nuevo con sus ropas raídas, sucias y parchadas; de modo que, a su pesar, la explicación debía estar en el portal, y en el dilema existencial del que el Shen Qingqiu y el Luo Binghe de ese otro mundo habían provocado en él.
"Como los odio".
—Shizun. —Escuchó decir a Ming Fan.
No estaba preparado para mirar fijamente a esa persona, esa cara. Se quedó cabizbajo. Sin más premura, Luo Binghe exprimió el saludo reglamentario:
—Shizun. —Mantuvo una postura recta sin esfuerzos, pese a que ahora era más consciente de que su apariencia era la de un joven adolescente que había sido maltratado horrorosamente.
—Binghe —llamó y, con asco apenas contenido, lo miró de soslayó y se sorprendió al encontrarse con una mano que le extendía un pequeño frasco—. Esto es medicina.
Cara a cara con un Shen Qingqiu como el de sus memorias, Luo Binghe detalló los pequeños detalles, desde una expresión distante hasta lo impoluto de las túnicas de color verde azulado, con un abanico cerrado en la mano derecha. "¿Por qué?" se dijo, tal vez mirándolo más de lo que debería, pues, Shen Qingqiu ahora le devolvió la mirada entonces, con el entrecejo fruncido desdeñablemente.
De repente, Luo Binghe se dio cuenta de que recordaba ese día, ¿y cómo no hacerlo? Si se trataba de otra manera de alimentar el rencor que sentía por la escoria de Shen Qingqiu, quien había decidido colgarle mientras mandaba a que otros le golpearan por replicar con insolencia debido a que encontraba sentido y quería instrucción para al estúpido manual de cultivación falso con el que esa escoria fingía instruirle.
Luo Binghe dudó, desconfiado. ¿Desde cuándo Shen Qingqiu le ofrecía medicina luego de castigarlo? El "Binghe" había sido pronunciado con el mismo tono con los que empleaba otros honoríficos como niñato, mocoso ingrato o esa pequeña bestia. ¿Por qué ofrecer medicina? ¿Para qué? ¿Acaso era otro atributo de hipocresía?
Lo tomó, todavía inseguro.
—¿Sabes por qué te ha castigado este maestro?
—Por impaciente.
"Por envidioso y cabrón".
—¿Cómo te ha ido con el manual de cultivación?
—Mal —respondió, a secas.
Shen Qingqiu alzó las cejas, aparentemente impresionado por esa respuesta tan irrespetuosa y directa. Luo Binghe esperó el golpe, pero, en su lugar, solo percibió como aguantaba una exhalación antes de decir:
—La cultivación es un arte, y la rectitud, la diligencia y la paciencia son valores que se necesitan para evitar caer en una desviación de qi. —Se cubrió la cara con su abanico, dándole la espalda—. Solo por esta vez, tu maestro se muestra benevolente ante la insolencia. Sin embargo, para mostrar valía de tu disciplina y la entrega, tendrás que copiar las reglas de las doce cumbres mientras repites la lección número cuatro del manual a la inversa (sin la ayuda de Ming Fa). Luego duplicarás la carga de tus tareas domésticas, y las repetirás si así lo requiero.
Luo Binghe apretó la mandíbula.
—Puedes irte.
—Este discípulo se asegurará de que no se sienta decepcionado.
"Espero que te atragantes y mueras", deseó.
Nota de la autora:
Hola, Para mí es un placer tenerlos por acá<3
Gracias por leer :'3
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Peligrosos anhelos © | #PGP2024
FanfictionLuo Binghe creía que lo tenía todo: el completo dominio sobre el reino humano y demoníaco, un harem de más de trecientas esposas y, sobre todo, su venganza contra la escoria de Shen Qingqiu. No obstante, tras un incidente en el que termina por error...