—De no ser porque no percibo ningún qi fantasmal en tu cuerpo, estaría seguro de que has sido poseído —confesó Liu Qingge, como primera oración que salió de sus labios.
Shen Qingqiu frunció el entrecejo, una respuesta mordaz picando. Sin embargo, se mantuvo en silencio, y un sonido de sorna, como si de una risa se tratase, se le escapó.
—Hermano Marcial Liu —entonó—, siempre pensando lo peor de mí. Dime, porque si no estuviese seguro de tu rectitud, estaría seguro de que tienes algún tipo de obsesión extraña conmigo. —Sonrió, tomando también un sorbo de una de las tazas de té que habían sido dispuestas a la mesa por Ming Fa.
Liu Gingge abrió los ojos desmesuradamente y, por un instante, el agravio estuvo palpable en todo su rostro. La nuez de Adam se movió.
—¿Acerté acaso? —La sonrisa se enfatizó—. ¿Sigues prefiriendo haber muerto en la Cueva que ser salvado por mí?
—Salvarme en la cueva de Ling Xi ya era increíble —dijo—. Pero en cuanto al asunto del ataque del Reino Demoníaco... ¿Cómo es que arriesgaste la vida para salvar a un discípulo sin nombre? —interrogó—. Nada de lo que haces tiene sentido, hasta lo de sufrir el daño de un veneno que ha bloqueado tu poder espiritual debería haberte enojado, pero, estas totalmente indiferente.
—¿Y el punto al que quieres llegar es qué? —Shen Qingqiu encarnó una ceja—. Adivinaré: que he sido yo quien las hizo.
—Por otro lado, tu actitud no cambia —carraspeó—. Pero, ¿cómo es qué...?
—Estoy cansado —respondió Shen Qingqiu—. Estoy cansado, y eso es todo.
"Cansado de que los lotos blancos se crean que su sentido de la justicia lo es todo, cansado de meterme en problemas por la ineptitud de otros. Si no lo digo claramente, ¿qué? ¿Morirme otra vez y ya está? Soy una mierda, pero no necesito tener a tu la moralidad inflada recordándomelo cada vez porque tienes el intelecto de un maní como para pensar".
Liu Qingge se mostró todavía más estupefacto.
—Ese discípulo sin nombre, como tú le dices, es Luo Binghe —aclaró.
—¿Es ese joven chico? Su base es bastante excelente. Pero alguien con este tipo de buena calificación es escogido por las grandes sectas en no cientos, sino miles, cada año. No hay ni uno solo que pueda destacar entre otros hasta el final.
Shen Qingqiu rio a carcajadas.
—Shidi —dijo pomposamente, y Ming Fa, que había aparecido para encargarse del té, tembló impresionado. Shen Qingqiu se controló, no solía perder así la compostura delante de sus alumnos—. Si te escucharas a ti mismo, Luo Binghe triunfará —declaró, con cierta amargura, tanto para sí mismo y sus recuerdos, como para Liu Qingge, a quién refirió una última pulla—, he seguido tu consejo, además, pues, fuiste tú el que me lo recomendó en primer lugar, impresionado por la consistencia de su talento. ¿No debería darte las gracias, pues? Espera y lo sabrás —terminó, y las tazas cayeron en un estrépito, Ming Fa las había tirado por accidente.
—Tenías razón, él definitivamente es diferente —alargó. No le gustaba tener que halagar a esa bestia, pero si servía para ver como el ceño de Liu Qingge no cabía de la estupefacción, la vergüenza y la humillación, entonces valía cada segundo, valía totalmente la pena.
Carraspeó.
—Ming Fa. —El adolescente se arrodilló ante él, aterrado.
Nadie, nunca más, volvería a tratarlo por debajo.
Nadie podría ver en la superficie del disfraz.
Ni siquiera los lotos blancos que se creían en la gloria.
Él vería el descenso, y se alzaría ante todos como un verdadero maestro, uno que estaba tan podrido que ya no quedaba nada en el interior.
****
Shen Qingqiu no tenía la costumbre de soñar, y adoraba que así fuese.
En sus sueños, Shen Qingqiu se había acostumbrado al caos de las pesadillas, de los pesares, de los recuerdos inconclusos y del trauma, en el que despertar era sentir miedo y dormir era equivalente a un día en el que se sentiría desvelado, ojeroso y arruinado por la existencia.
De allí a que acostumbrase a dormir en los burdeles, bajo el cobijo de un cuerpo cálido, que, como él, seguramente encontraría alivio en el tiempo muerto, uno que aseguraba una paga sustanciosa, de la que nunca escatimaba con quejas y perdidas.
Pero ese día soñó, y se encontró con la miseria de su juventud, con su desgracia y, por último, con un Luo Binghe adulto, que caminaba en medio del desastre de su secta, del caos y la destrucción, ojos rojos y una expresión de profunda ira.
Shen Qingqiu se puso a la defensiva, incluso cuando sabía que atacarlo no funcionaría en lo más mínimo, pues, comparado al Luo Binghe que recordaba con su pasado, ni cientos de años en la cultivación serían capaces de superarlo o siquiera igualarlo.
Atacó.
Si en los sueños estaba el castigo, soñar con convertirse en una vara humana una y otra vez no estaba en los planes.
Sin embargo, a las manos de Luo Binghe, ocurrió algo completamente diferente a lo que Shen Qingqiu pensaba, y es que el discípulo pronunció un acalorado "Shizun" que le puso los pelos de punta, y luego lo atrajo hacia sí y empezó a devorar sus labios con frenesí, mientras que, con sus manos, lo recorría como un hombre experimentado en las artes carnales recorre a su amante.
Shen Qingqiu soltó un quejido y lo empujó, sin éxito. Ambos cayeron sobre una cama y Luo Binghe se posicionó por encima de él, aferrándole las muñecas mientras que besaba y mordía.
—¿Acaso ya no te gusto? —preguntó entre besos.
"¿Qué carajos está ocurriendo?" pensó Shen Qingqiu, que se sentía completamente desapegado de sí mismo.
¿Qué era eso? ¿Por qué estaba allí? Él nunca había mirado a Luo Binghe con otros ojos, y no iba a empezar ahora, cuando lo último que quería hacer era tener algo que ver con un hombre. Luchó, e intentó zafarse, pero los besos se volvieron mucho más agresivos, y el agarre, mucho más afincado.
Luo Binghe ya no solo mordía, destrozaba, y entre lágrimas, preguntaba: "¿Por qué él y no yo? ¿Qué tiene que yo no puedo ofrecerte?", Shen Qingqiu estaba presa de un ataque de ansiedad, de pánico, y pasmado, observó cómo su cuerpo cedía y lo dejaba sin fuerzas, mientras que el asco se sobreponía a la conmoción de ver a su peor enemigo llorándole y suplicando entre quejidos, como si sufriera a cada segundo.
Pasado un momento, lo soltó con brusquedad, mientras seguía profiriendo lamento tras lamento.
"¿Será este mi sueño?" Pero su pecho subía y bajaba, y el asco solo le hacía pensar: "No me toques". Porque no quería que lo tocara, nunca lo había deseado y menos ahora, pero, ¿quién era ese otro? Nadie sabía su secreto, así que el sueño debía ser suyo, sin embargo, ¿por qué?
El Luo Binghe adulto desapareció, y entonces escuchó el llamado del Luo Binghe que conocía. "Shizun. Shizun. Shizun."
Shen Qingqiu pensó rápido y se recolocó la ropa, pero poco tiempo pasó antes de sentir como se levantaba de golpe; temblando, sudando y llorando, como la primera y la última vez que había estado con un hombre.
Él no podía desear a Luo Binghe de esa manera, ¿o sí? Quería creer que no estaba tan trastornado.
***
Estamos a pocos capítulos de terminar con la obra, ¿qué les parece?
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Peligrosos anhelos © | #PGP2024
FanfictionLuo Binghe creía que lo tenía todo: el completo dominio sobre el reino humano y demoníaco, un harem de más de trecientas esposas y, sobre todo, su venganza contra la escoria de Shen Qingqiu. No obstante, tras un incidente en el que termina por error...