Shen Qingqiu se sentía presa de la humillación y el tedio.
Pequeños agujeros de púa le perforaban acusatoriamente la mano. "¿Es que acaso era un novato?" se riñó en aquel momento, cabreado. Poco recordaba luego de eso, pero energía límpida bombeaba en compensación con lo débil que se sentía, colándose para energizarlo: había sido Liu Qingge.
Gruñó ahora en su catre, lamentándose con pesada indignación.
—Shen Qingqiu, Shen Qingqiu, Shen Qingqiu... —Tener que tratar con Yue Qingyuan era lo último que quería tener que soportar en circunstancias tan lamentables.
—¿Qué? —le respondió en tono afilado, de queja.
Había otras personas en la habitación, pero solo tenía ojos para el hipócrita de su infancia, otro loto blanco despreciable dotado de impurezas. Quiso carraspear, o agregar algo más, pero se contuvo, uniendo los labios en una línea fina de molestia. Sin embargo, nada se comparaba al sentimiento de asco y odio indescriptibles que se sobrevinieron cuando Mu Qingfang le extendió la dichosa y nada esperada nota.
—Continúa tomando cada mes estas cuatro hierbas medicinales mientras circulas con fuerza tu poder espiritual —explicó—. Este veneno no debería afectarte seriamente, pero... —Se detuvo un momento. Shen Qingqiu no cambió de expresión—. Solo que, me temo que el mayor aprendiz-hermano Shen ocasionalmente se encontrará con un bloqueo en el uso o circulación del poder espiritual.
"¡Qué!", estaba estupefacto, pero mantuvo la seriedad de su expresión, consciente de que los presentes estaban al pendiente de su modo de actuar, expectantes como un montón de viejas concubinas chismosas.
Sospechaba que el veneno sería letal, pero se había pensado que los demonios estaban exagerando para acorralarlo, en lugar de tratarse de una verdad insondable. Todo su esfuerzo acababa de caer en picada a la nada más absoluta y no existía ninguna solución. "Pero hubo alguien que se curó de Sin Cura" recordó. No estaba seguro de cuál era la solución, pero en su mundo (o su futuro) había una discípula de otra secta que se había curado del Sin Cura.
En pocas palabras, no era una enfermedad terminal, no de momento. Pero, ¿cómo encontrar una cura a algo que desconocías? Él no se había interesado en el porqué de los detalles, ni en las historias de moda que se contaban de pasada, aunque ahora lo lamentase, pues, que la circulación de su poder espiritual se bloqueara de improviso no solamente era un problema aterrador, sino que también, representaba una caída a todos los esfuerzos que había dedicado a cultivarse.
—Si lo hubiera sabido —empezó a decir Yue Qingyuan, entre suspiros.
Shen Qingqiu no quería su lastima ni su falsa modestia, así que no esperó en interrumpirlo.
—Detente —demandó, con más calma en la voz de la que sentía—. Soy el único responsable de lo que ha ocurrido —dijo, y creía en sus palabras al decirlo—. No podías simplemente no asistir a la Conferencia de la Alianza Inmortal y no permitiré que te culpes por esto cuando se trataba de otro ardid del Reino Demoniaco.
No iba a alagarlo, pero escupirse a sí mismo era lo mejor que podía hacer ante los presentes, que no dudarían en mancillar más su reputación. Estaría arruinado (de momento), pero quedar como un shizun honorable era una prioridad.
—Yo simplemente no tuve cuidado —confesó con pesadez.
—No, es mi error —insistió—. Fallé en descubrir los planes de la secta del Reino Demoniaco y, además, yo también...
Shen Qingqiu no lo dejó terminar por segunda vez.
—¡Basta ya! —se exasperó, elevando el tono. Maldijo a Yue Qingyuan para sus adentros—. No hagamos de esto una disputa de niños. Como maestro de una secta y también, como tu igual, la responsabilidad recae completamente en mí —concluyó, aunque le generaba cierta satisfacción el ver como Yue Qingyuan seguía culpándose, solo que no era equiparable a la ira y la indignación que le generaban su hipocresía, como si de verdad se sintiera preocupado.
Liu Qingge hizo un sonido al sorber su taza de té, y Shen Qingqiu se fijó entonces en él, en su mirada de indiferencia, que estaba puesta en la ventana.
—Este asunto debería mantenerse lo más silenciosamente posible —comentó, entendiéndose que las Doce Cumbres no podían dejar entrever el menor atisbo de debilidad.
—Como Señor de la Cumbre. —Shen Qingqiu se irguió, implacable. "Hasta que alguien dice algo inteligente"—. Cumpliré con mi deber, sin importar lo pesado que sea —dictaminó, y mirando de soslayo a Yue Qingyuan, agregó—: Que haya veneno en mi sangre no es ningún impedimento para cultivarme. Estoy muy satisfecho.
"Por ahora".
Estaba harto de tenerlos en sus aposentos y estaba deseando internamente que se fueran para poder empezar a desquitarse con propiedad, sin tener que mantener las apariencias ante nadie. Aun así, una vez zanjado el tema sobre su envenenamiento, todavía quedaba hablar sobre el Reino Demoniaco, y sobre lo que debían hacer para contenerlos.
Shen Qingqiu dejó de prestar atención, feliz de que Yue Qingyuan finalmente había dejado de insistir, pero decaído porque no terminaba de asimilar que hubiese veneno en su cuerpo, y lo que era más, el motivo por el que se había lanzado al peligro por Luo Binghe, cuando el muchacho no le importaba en lo más mínimo.
El talento, la fuerza y las habilidades que fuese adquiriendo un discípulo debían de enorgullecer a un maestro, pero para él, las cosas nunca habían llegado a ser de ese modo. Él repudiaba que ese niño (a pesar de ser el mejor discípulo que había tenido en toda su vida) tuviese un talento natural, y unas oportunidades que para nada se semejaban a las suyas, que hubiese tenido el afecto y el amor de una madre.
"¿Qué es lo que ha cambiado?" se preguntó. Él nunca había sido una buena persona, y no iba a empezar a serlo ahora, incluso había aceptado que el niño se encargase de alimentarlo, como si nada. ¿Sería la culpa? Era imposible que alguien como él se encontrase sintiéndose culpable por hacer el mal, pero entre imposibles también estaba que él hubiese transmigrado a su pasado, y allí estaba.
Quizás había madurado, y la muerte como una vara humana en su vida anterior le parecía un destino mucho peor que quedarse retenido por una enfermedad difícil de curar. O, tal vez, se pensaba que lo tenía merecido, ya que, en retrospectiva, una escoria tirana como él no podía tenerlo todo en bandeja durante una segunda vida.
En medio de sus pensamientos, se encontró a solas con Liu Qingge.
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Peligrosos anhelos © | #PGP2024
FanficLuo Binghe creía que lo tenía todo: el completo dominio sobre el reino humano y demoníaco, un harem de más de trecientas esposas y, sobre todo, su venganza contra la escoria de Shen Qingqiu. No obstante, tras un incidente en el que termina por error...