"Él no solo me desprecia a mí", pensó Luo Binghe, observándose de espaldas en el espejo de la habitación que hasta ese momento había sido suya. Contrario a lo que sea que se hubiese imaginado, Shen Qingqiu les había castigado a todos tras el regreso a la Mansión Chen, incluida a Ning Yingying, la discípula que ante todos era luz de los ojos de esa escoria. Sonrió, extrañamente feliz de saber que no era el único que había sido marcado por hilillos de dolorosos cardenales negruzcos que ahora formaban una tenue tonalidad verdosa gracias a los efectos de la medicina: la que solo tenía él.
Lo que debía haber sido el recuerdo de un viaje hacia la montaña lleno de vítores y cánticos de alegría, en realidad había sido un momento de desolación y pena, rodeado por un aura de incomodidad ante el grupo de discípulos que agachaba la cabeza, con vergüenza.
—¿Qué es lo que buscas? —le preguntó a su reflejo, un Luo Binghe de catorce años que le devolvía la mirada—. Shen Qingqiu... ¿Por qué tiene que ser así? —susurró, pensando en lo extraño que le resultaba empezar a ver las ventajas de haber renacido tantos años en el pasado.
En ese punto de su vida, había sido un completo llorica necesitado de afecto. "Un pusilánime", se recordó, tras pensar en lo mucho que se había lamentado por creer que su falta de talento era la causa de que Shizun sintiera un desprecio especial por él.
"Si le demuestro que está equivocado, podría llegar a enorgullecerlo" había creído inútilmente en aquel entonces.
Pero, ¿cómo hacerlo? Puede que su versión adolescente no lo comprendiera, pero él, que traía encima años de experiencias, había llegado a una conclusión amarga, y esa era que Shen Qingqiu, como persona, era una cáscara vacía.
No importaba que tan amable fuese con Ning Yingying en el exterior, ya que sus sonrisas jamás llegaban a sus ojos; de nada valía que tratase con cierta cordialidad a Ming Fa, pues, en retrospectiva, no lo toleraba.
La intocabilidad de Shen Qingqiu no era algo que hubiese conocido recientemente, de todos modos; pero una cosa era verlo desde una cortina de odio, y otra muy diferente era volver a presenciarlo.
"Hoy termina la reclusión", pensó, recordando que éste también había sido el día de uno de sus recuerdos más lamentables, puesto que su Shizun le había sacrificado a un demonio de miles de años para que le diesen una soberana paliza.
El inestable estado mental de Shen Qingqiu no había dejado de sorprenderle, pero tampoco era como si pudiese simplemente alejarse para evitarlo. No cuando había esperado ese día con el único objetivo de reencontrarse con Meng Mo para activar más fácilmente su linaje de sangre demoníaca.
—Qué más da —suspiró, recolocándose la túnica sobre los hombros.
Como discípulo que era en ese nuevo escenario, su deber era el de acompañar a sus hermanos de secta al Salón de la Cumbre Qiong Ding para recibirle como era debido.
Si se hubiese tratado de un protocolo estándar, habría hecho cualquier cosa para evitarlo, ya que, pese a todo, su último encuentro con Shen Qingqiu seguía presente en su memoria, acribillándole para hacerle preguntarse las razones por las que había decidido correr en búsqueda de esa escoria para verle una última vez, anticipándose al año que duraría la reclusión.
Lo interrumpió mientras se encontraba hablando con Zhangmen-shibo y, a diferencia del castigo que esperó recibir, Shen Qingqiu lo miró, alzando la barbilla con su altivez usual, y luego le dijo directamente que podría quedarse en la habitación lateral, que ahora le pertenecía.
"¿Tú tienes el colgante de mí madre?", se mordió la lengua antes, incapaz de preguntarle por una cuestión que debería ser trivial entre ambos. Porque no existían motivos para que él le ayudase o para que guardase para sí un objetivo que era cómo su tesoro. No tenía sentido.
—¡Ah-Luo! —El sonido de los pasos de Ning Yingying lo instó a apresurarse—. ¡Ah-Luo! ¡Ah-Luo! ¡Esos monstruosos demonios están atacando la Cumbre Qiong Ding!
La puerta exterior se abrió de golpe.
—¡Son tan despreciables! —bramó la chica, sin detenerse en su monólogo—. ¡Solo unas basuras miserables se atreverían a atacarnos aprovechándose de nuestra debilidad! —chilló, zapateando—. ¡Y nuestros hermanos marciales! ¡Varios de ellos están gravemente heridos! ¡Y cortaron los Puentes Arcoíris que conectan las Doce Cumbres! ¡Oh, Dios! ¡Ah-Luo!
La joven se lanzó a sus brazos, sollozado, y él procedió a envolverla en un abrazo de oso, aplicando el mismo ímpetu mientras sonreía de espaldas a ella, sin hacer mucho caso de los balbuceos en los que Ning Yingying clamaba que necesitaba ser protegida. "¿Cómo es que la aguantaba?", se dijo, y luego reflexionó: "ah, sí, realmente nunca tuve muchas opciones".
Un atisbo de vergüenza le hizo arrepentirse al instante de sus pensamientos, así que, para compensarlo, susurró palabras de consuelo, y luego besó castamente la frente de la joven, asegurándole que haría todo lo que estuviese a su alcance para detenerlo. Luego también agregó:
—Shizun vendrá hoy —Percibió a Ning Yingying tensándose entre sus brazos, tal vez por las últimas palabras de crueldad que le había dedicado Shen Qingqiu o por su castigo antes de su partida.
Luo Binghe no estaba seguro, tampoco esperaba tener que decirlo, pero el honorifico había salido solo y, para su papel actual como un loto blanco, era necesario que rindiese respeto hacia él ante terceros —al menos, los que fuesen de su preferencia (o conveniencia)—.
—Ah-Luo tiene razón... —asintió la joven, con un tono de voz bajo—. No podemos quedarnos aquí —Su mano se apretó sobre la suya, y con la misma, la soltó.
Echó a correr dramáticamente, y Luo Binghe, que esperaba este curso de acción, la siguió.
"Sha Hualing", pensó. "Cierto que esto lo provocaste tú", un atisbo de nostalgia le hizo morderse los labios, haciéndole pensar en aquel entonces, y en lo inconsciente que había sido a los catorces años, cuando no había notado en lo absoluto a una de las mujeres que más dio por él antes de unirse a su harem.
¿Se arrepentiría de esto?, no deseaba repetir su pasado, pero a veces, recordar era doloso.
Nota:
He visto las estadísticas, no me ignoren XD
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Peligrosos anhelos © | #PGP2024
Hayran KurguLuo Binghe creía que lo tenía todo: el completo dominio sobre el reino humano y demoníaco, un harem de más de trecientas esposas y, sobre todo, su venganza contra la escoria de Shen Qingqiu. No obstante, tras un incidente en el que termina por error...