CAPÍTULO 17

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Arrastrar a Shen Qingqiu a su mundo onírico fue lo peor que pudo hacer, y le tocó descubrirlo esa misma tarde, cuando se encontró con una versión de él que, si bien no lo acosaba, tampoco daba muestras de quererlo cerca.

Luo Binghe se sentía despreciado, pero también cohibido.

Aun así, no dejó de cocinar para Shen Qingqiu, siendo este el único momento del día en el que se encontraban y, aunque no mediaban palabra, el simple hecho de ver sus asentimientos, o sus aprobaciones silenciosas, le generaba un inmenso placer, como si cada vez más se acercase un poco más al interior de aquella coraza que su maestro les había impuesto a ambos, sin ton ni son.

"Shen Qingqiu habló bien de mí ante Liu Qingge" pensaba a veces, recreándose en la tremenda cantidad de insultos y exageraciones que Ming Fa le había dedicado en un tiempo.

Ese tipo estaba loco, pero, a diferencia de en su otra vida, no lo despreciaba exactamente, y difícilmente podría llamarlo una encarnación mezquina de la envidia y el odio, no podía.

—Ah-Luo, ¿en qué piensas? —inquirió un buen día la pequeña shimei que había sido una de sus esposas—. ¿Por qué sonríes tanto?

—Pienso en Shizun —respondió sin más, borrando la sonrisa—. Estaba preguntándome que hierba medicinal podía agregar a su comida de esta tarde, últimamente lo veo más pálido —confesó en voz alta, no queriendo agregar el otro asunto que lo preocupaba.

Y es que, a diferencia del Shen Qingqiu que conocía de su época anterior, este había reaccionado de una forma muy diferente a su toque, con un terror y un estado de parálisis al que no estaba acostumbrado.

Como Bing-ge, había tenido innumerable número de amantes, y todas sabían lo que querían, lo que deseaban. No había ninguna que no lo quisiera, que no se derritiera ante su toque, y el Shen Qingqiu de la otra dimensión no había sido una excepción, al caer rendido ante sus besos y ante la habilidad de sus manos. Sin embargo, ¿por qué con este nada de eso había funcionado? ¿Por qué parecía que iba a echarse a llorar? ¿Por qué temblaba, convulso? Aquello era algo que hería profundamente su orgullo, su valía, y haberse burlado de su versión anterior le semejaba ridículo.

Porque, ¿qué había tenido que hacer para que Shen Qingqiu se derritiera ante sus brazos? ¿Ante su toque? Luo Binghe cortó leña, cortando y cortando mientras Ning Yingying seguía parloteando sin cesar sobre su día, como si él se sintiese siquiera un poco interesado por saber cómo le había ido en los entrenamientos o la pequeña disputa que había tenido antes con Ming Fa.

Hoy vería a Shizun para el almuerzo, y el ser incapaz de saber cómo acercarse a él, cómo hacer que lo mirase (al menos con odio) lo tenía como loco, completamente perdido en sus pensamientos y anhelos contenidos.

Así, pasó el tiempo pensando en que mezcla de medicamentos y hierbas quedaría bien mezclado con la comida, y de qué manera podría aprovecharlo para darle conversación a un Shen Qingqiu que salía a entrenar pocas veces, y miraba todo con desanimo, peor cuando se encontraba con él, a quién directamente rechazaba con todo su corazón.

Llegó el tiempo de la comida, y Shen Qingqiu, con los ojos entrecerrados, le hizo una pregunta que no esperaba, siendo el primero en iniciar la conversación.

—Si tienes algo que decir, dilo ya —expresó, ojeras oscuras bajo sus parpados.

—Shizun, ¿me odia?

Pareció impresionado por un momento.

—No —respondió poco después, y agregó—: ¿Eso era todo lo que querías decirme?

—Yo admiro a Shizun —dijo sin más, todo lo melosamente que pudo.

Esta vez no le respondió, y se dedicó a comer mientras los envolvía el silencio.

Uno de tantos seguido de pequeños halagos a los que luego, Shen Qingqiu demandaba:

—Hay un monstruo atacando a una aldea a unos cuantos kilómetros, pide direcciones a Ming Fa y encárgate, dile que vas de parte mía.

Con el tiempo, el acoso de ese pusilánime también acabó, tal vez influenciado por la indiferencia con la que Shen Qingqiu parecía hacerlo todo últimamente.

Ese fue su pequeño momento de paz, uno que duró lo mismo que una temporada que secundó a un año tras año, hasta que, un día, Luo Binghe sintió la desesperación, a sabiendas de que la Conferencia de la Alianza Inmortal se acercaba y ya tenía cuatro años enteros desde que Shen Qingqiu se había sumido en ese estado de indiferencia y afección. Luo Binghe ya tenía dieciocho años, apenas había visto a Shen Qingqiu en ese tiempo y, aunque su situación era mejor que en su primera vida, no podía aceptarlo.

Año tras año. Día tras día.

—¿Por qué no me miras? —preguntó, y con la misma, se abalanzó sobre Shen Qingqiu, besando sus labios mientras lo inmovilizaba de las muñecas.

Otra vez, Shen Qingqiu se había quedado congelado, como sin reaccionar a sus besos o a su toque.

—¿Yo te gusto? —preguntó Shen Qingqiu entonces, con el ceño tan fruncido que parecía que iba a salirle un segundo par de cejas—. ¿Te gusto? ¿Es en serio?

Y con las mismas, lo miró con fijeza y se liberó, inmovilizándole de espaldas contra una pared mientras que Luo Binghe sentía sus ojos detrás de su espalda, seguramente escrutándolo con detenimiento, como si se sintiese desconfiado, y a la vez, como si no terminase de creérselo. De repente, sus ojos brillaron con algo parecido al entendimiento, y afirmó:

—Si te dejo tener mi cuerpo, ¿prometes nunca practicar el cultivo demoníaco?

—¿Desprecias a los demonios?

—Solo a uno, por eso no quiero que sigas por el mismo camino —enfatizo, pero no le proporcionó más explicación que esa.

—Podría echarte —confesó un rato después, y al no obtener respuesta, prosiguió—. Podría echarte por conducta indecente, y nunca más volverías a pisar una secta de cultivación en lo que te quede de vida.

—Pero no lo harás, ¿o sí?

—Me da igual —dijo rato después—. Siempre me diste igual. —Y con las mismas, le dejo ir mientras se dedicaba a besarlo con frenesí, profundizándolo con su lengua, una vez que Luo Bingue se hubiese girado.

—Lo prometo —mintió Luo Binghe entre besos.

Y Shen Qingqiu lo arrastró al dosel de su cama, devolviendo su toque con el mismo anhelo desesperado. Luo Binghe no cabía de la impresión, la emoción y los celos entremezclados, todos bullendo entre emociones y sentimientos inexplicables.

Shen Qingqiu tocaba, besaba, mordía y suspiraba, encantado. Pero algo en Luo Binghe no dejaba de decirse que estaba mal, inexpresable.

Pero lo olvidó completamente cuando Shen Qingqiu tomó su miembro entre sus manos, y se lo metió a la boca, chupando, lamiendo y conectando con sus deseos como si lo amara.

"Vaya mentira" pensó después, llorando en la oscuridad de su habitación.

Peligrosos anhelos © | #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora