Capítulo 8

151 21 0
                                    


Lo había encontrado.

—No voy a hacerte nada. —Shen Qingqiu suspiró, agachándose para quedar a la altura de un furioso Luo Binghe, que se sacudía violentamente contra el pilar que lo mantenía atado. Si seguía haciendo eso, se haría daño—. El demonio desollador no ha usado cuerdas comunes para atarte y necesito cortarlas antes de que regrese.

—¡Vete, maldita rata de dos patas! —ladró Luo Binghe—. ¿Crees que voy a creerte? ¡Aléjate de mí! ¡Te mataré! —le escupió con ira.

—Si eso es lo que quieres. —El maestro inmortal se levantó, ensanchando una gran sonrisa que no llegó a sus ojos—. No te hacia tan mal educado —dijo, dándole la espalda mientras se limpiaba una serie de motas de polvo inexistentes—. Mejor para mí, estoy harto de todo esto.

—¿¡Realmente me vas a dejar!? —preguntó el adolescente, con pánico—. No, no, ¡no puedes hacer eso!

—¿Por qué no? —Shen Qingqiu arqueó una ceja mientras se divertía para sus adentros—. Hasta dónde sé, tú ya estabas muerto cuándo te encontré.

"¿Qué le pasa a este chico?", inquirió para sí, incapaz de encontrar en su memoria un momento en el que ese bastardo se hubiese comportado con tal insolencia. "Me ahorra problemas", pensó a su vez, recordando a todos esos discípulos a los que les había destrozado el carácter, solo por lo conveniente que le había resultado hacerlo. 

"Pronto el demonio desollador lo notará, ¿qué hago?"

Shen Qingqiu le escuchó sollozar, y sus cavilaciones pararon en seco. "¿Él está llorando?" se preguntó, extrañado. Miró hacia atrás, encontrándose con los lagrimosos ojos del joven, que lo miraba con frialdad mientras apretaba los dientes de tal forma que podría rompérselos.

Su garganta se contrajo e incómodo, el maestro inmortal chasqueó la lengua, liberándolo con un rápido movimiento en el que deslizó el inclinado filo de Xiu Ya para cortar las cuerdas.

—Binghe —dijo Shen Qingqiu, manteniendo su porte de intocabilidad—. Binghe.

Éste no se movió en respuesta, pese a un hilo de sangre manaba desde una de sus cejas. El muchacho era la completa personificación de la estupefacción —o al menos, así se lo pareció—y Shen Qingqiu resopló.

Lo agarró de la barbilla para alzarle el rostro, a conveniencia.

Cara a cara, maestro y discípulo se observaban con fijeza, y en una posición en la que ninguno se movió durante un tiempo, o así era hasta que Shen Qingqiu se mordió los labios, sensaciones de alarma recorriéndole en puntadas, como si se tratase de otra desviación de qi. Detestaba que la gente llorase, sobre todo porque le dejaba en un punto en el que no sabía qué hacer para acallarlo, para quitarse la sensación.

"Si estuviésemos en la Cumbre, podría simplemente dejarlo y ya".

—Ya ha llegado a esto. —Hizo una pausa, sin reconocerse a sí mismo. Le costó continuar—. Deja de dificultarnos las cosas.

—No —le gritó éste, apartando el rostro con una sacudida violenta—. ¡No iré!

—Como digas —gruñó—. Nos vamos —arrastró las palabras. "¿Desde cuándo hace rabietas?", Shen Qingqiu lo agarró de la cintura apresuradamente, constreñido por el fastidio que le generaba verse obligado a tratar con un discípulo tan insolente.

Luo Binghe lo empujó, sacándoselo de encima mientras se pasaba los brazos escandalosamente por la cara, como para sacarse cualquier resquicio de lágrimas.

—No seas... —Se detuvo. "Alguna vez consideró shidi que, en aquel entonces, si nunca hubieras tratado a Luo Binghe de la forma en que lo trataste, nada de esto hubiera pasado", recordó nuevamente, inexorable. Luego prosiguió, con las palabras pastosas en sus labios—. Eres mi discípulo, así que, como tu maestro, ¿quién sería para permitir que murieras en condiciones tan lamentables? Toda la Cumbre...

—¡Ya te dije que no iré! —rugió— No intentes mentirme ahora, Shen Qingqiu.

"¿Éste bastardo acaba de llamarme por mi nombre?" Abrió la boca, instado a castigar e insultar por semejante falta de respeto, pero luego la cerró, cohibido. El abanico se rompió ante la fuerza de su mano. Entornó los ojos, analizando la figura del muchacho que inhalaba y exhalaba inestablemente mientras mostraba una cara rojiza, lagrimosa y herida, demasiado herida.

"¿Por qué será...?" En retrospectiva, el desagrado que usualmente sentía hacia cada aspecto de su existencia retrocedió un poco, quizás porque se trataba de una imagen cuya vergüenza empezaba a semejársele en emociones que cosquilleaban dentro de su estómago, como para enfatizar en el hecho de que, en este nuevo punto de su vida, maltratarlo, desecharlo, o ningunearlo hasta la muerte se le hacía inconcebible, casi desagradable.

"En tu corazón, ¿todavía albergas algún resentimiento?" recordó la pegunta que su despreciable Gege le había hecho aquel día, antes de morirse en su otra vida.

"Es un demonio", pensó, en replica, y respondiéndose a sus propias dudas, concluyó: "Y lo que es peor, es un Demonio Celestial".

—Por... —Dio un paso hacia Luo Binghe—. Fue mi culpa —rio, estridente y ansioso. Sabía que era incoherente de decir, pero ya no había marcha atrás—. Dier-er, ¿cuánto tiempo has estado esperando detrás de nosotros? —inquirió, una vez que se agachó a la altura de Luo Binghe para empezar a suministrarle una pequeña corriente de energía espiritual, cálida y constante.

Desde las sombras llegó una inquietante risilla.

—Qué Montaña Cang Qiong, qué Señor de la Cumbre de la Cumbre Qing Jing, esto era todo lo que eras. Si la Montaña Cang Qiong, presumida de ser la secta número uno del mundo, está llena de este tipo, el día en que la raza demoníaca domine al Reino Humano está a la vuelta de la esquina —Más risas roncas salieron de su garganta.

—Cómo lo supuse —Sonrió, jalando a un rígido Luo Binghe, que evitaba mirarlo. Lo puso detrás de su espalda, resguardándolo de aquella figura larguirucha y amorfa que emergía de la oscuridad—. Si tu circulación de qi está dañada, ¿por qué no has absorbido a mí discípulo todavía?

—Aunque seas un hombre, la piel de aquellos que se han cultivado durante años son verdaderamente diferentes. Ha pasado mucho tiempo desde que he vuelto a usar la piel de un hombre... ¿Por qué conformarse? —Se lanzó hacía ellos, chillando mientras un delgado hilo salía disparado hacia ellos, restallando.

"El Cable Vinculante Inmortal".

Shen Qingqiu apartó aún más a Luo Binghe, mandándolo hasta la otra punta de la habitación, y se giró, zigzagueándose a la carga contra Dier-er, que blandía el Cable Vinculante Inmortal en un eje que le impulsaba a retorcerse hacia él.

"Que impaciente", se dijo, con la energía espiritual cargada en el centro de su palma para impactar contra Dier-er.

—Qué estúpido —logró decir el demonio.

Shen Qingqiu sintió como lo enlazaba, absorbiendo de su ataque. No obstante, él también se esperaba aquello.

—De tu parte —respondió, desviándose para arremeter contra una Dier-er que prendía en llamas, aullando y crepitando agudamente, luchando contra su muerte.

—Indeseables demonios —escupió—. Son tan despreciables. Para eliminarlos, lo único que puedes hacer siempre, es exterminar. —Remarcó, adrede—. Nuestro deber es hacer justicia en nombre del cielo —culminó, consciente de que Luo Binghe se acercaba, quieto y sin expresión.

—¡Por qué ahora! —bramó Luo Binghe, antes de salir corriendo.

Shen Qingqiu frunció el ceño, sin comprender.

Nota:

Decidí hacerles un pequeño regalo, espero que les guste<3

Peligrosos anhelos © | #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora