CAPÍTULO 3

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En el pasado, Luo Binghe siempre se había asegurado de vengar cada uno de los agravios padecidos. Sin embargo, tras descubrir que había renacido en un capítulo de su vida que creía enterrado, las dudas y las preguntas tantas se habían aglomerado, y es que, ¿qué sentido tenía quedarse en el mismo punto? ¿En repetirse? ¿En soportar diligentemente como era humillado, maltratado y pisoteado por otros? Él ya no era el mismo que había sido a los catorces años, estaba resquebrajado.

Encontrarse de nuevo con un Ming Fa adolescente y sus abusones mientras éstos se le acercaban en grandes zancadas con ínfulas de prepotente era suficiente para que Luo Binghe chasqueara con la lengua, complicado por pensamientos y sentimientos que, a estas alturas, debería haber formado parte de su pasado, su absoluto pasado.

"He de adelantar mis planes de convertirlos en cerdos humanos", pensó, incómodo e insatisfecho al percibir que los rivales a los que apenas podía hacerles frente eran poco más de un puñado de niños púberes.

Sin poder evitarlo, una pequeña sonrisa maliciosa se escapó de sus labios, sabedor de que Ming Fa fanfarroneaba, mostrándole a Ning Yingying un colgante de jade en un intento pueril de llamar su atención, quizás lo suficiente para conquistarla.

"Sigue intentándolo. Ella nunca te dejará probar su piel".

De entre todas sus esposas, la pequeña Ning Yingying siempre le había despertado sentimientos especiales de afecto, al fin y al cabo, ella había sido su luz en el cúmulo de desgracias que era su existencia antes de ser pateado dentro del Abismo Sin Fin. Luo Binghe la quería, no podía negarlo, pero ese cariño no estaba excelso de sombras, entre ellas el sentimiento de triunfo que acontecía al saberse que se la había robado a Ming Fa y a los otros shixiong que se habían peleado por su afecto, como si de un pequeño trofeo se tratase.

Él no se sentía atraído por ella como se suponía que los hombres debían sentirse atraídos por las mujeres, no tradicionalmente, y que ahora Ning Yingying fuese una niña y no un menudo modelo de mujer se le antojaba aburridísimo, por no decir molesto.

La jovencita no dejaba de seguirlo constantemente mientras parloteaba tonterías que se resumían en dos objetivos: 1). Meterlo en problemas por el celo y la envidia de los demás shixiong al acaparar las atenciones de la única discípula femenina (que no hacia un carajo, además). 2). Caer en un intento de persuasión juvenil que seguía el objetivo de lograr que él también le cumpliese con los caprichos al ser uno de los pocos individuos que no se moría por complacerla.

Era más o menos como dilucidaba a medias de su época de amabilidad, cuando recién se conocían.

Luo Binghe dio un respingo, esquivando un objeto que al principio se le hizo extraño y que resultó ser el accesorio de jade con el que Ming Fa se había mostrado engreído antes. El Sagrado Gobernante frunció el ceño, y buscó a tientas el propio, sintiéndose extramente enfadado. "No, hoy no. ¿Cómo pude olvidarme de este día?" se dijo con rabia.

—¿Qué? —Le escuchó inquirir a la niña, tras estar un momento arrugando la nariz—. Este color es muy feo —recalcó, meneando la cabeza en una queja juguetona, las cintas verdes que trenzaban su cabello ondeando con la brisa—. El que tiene Ah-Luo es más bonito —dictaminó, con un tono de caprichoso resignado que el joven no pasó desapercibido.

Luo Binghe apretó la mandíbula, cabreado.

—¿Shidi también usa esta clase de cosas? —Ming Fan arrastró las palabras pasados unos segundos, con descontento.

Por naturaleza, todas las mujeres eran egocéntricas con sus afectos, pero, sobre todo lo eran aquellas que se sentían extremadamente bonitas tras ser continuamente consentidas y mimadas, como era el caso de la chica que, en otra realidad, se había convertido en su esposa. A Luo Binghe, este hecho en particular no le molestaba (a pesar de que lo había aprendido luego de varios años), puesto que era capaz de aprovecharse para tirárselas más rápido, aventajado debido a que les seducía aplicándoles una indiferencia cruel, en la que enloquecían al encontrarse negadas de la posibilidad de servirse sus deseos en bandeja.

Peligrosos anhelos © | #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora