Soy una abeja fragmentada dentro de un pegajoso avispero, una inocencia interrumpida por falta de dinero, una atleta que hace deporte solo por la ayuda del gobierno. Tuve que dejar las muñecas desde los 4 años, tuve que ser repudiada por los cristianos, tuve que cubrir todos los daños, surtir la nevera con los alimentos necesarios, olvidarme del estudio y pasármela entrenando. Dedicarme al esgrima una vez me hizo una chica alegre, ponerme en guardia y sostener el florete, manipularlo para conseguir tocados embistiendo con su puntilla, usar el traje blanco y las caretas protectoras de rejilla, las medias y las respectivas zapatillas, sentir el pulso a tope en los 3 minutos que duran los asaltos, cuando escuchaba el "Prets? Allez" del arbitro, cuando tenía que tocar el cuerpo de mi rival sin que el mío fuera tocado, era algo que me mantenía prendida, ahora es algo que me agota muy deprisa, que me exige y me obsesiona hasta cuando estoy dormida. Mis hombros se revientan en las prácticas todos los días, a veces mis ojos lloran por la tristeza desmedida, que me cubre como una sábana tibia, que me hace desear tener un accidente y perder la vida, para poder descansar aunque sea 3 metros bajo tierra, aunque me desintegre y me coman los gusanos entera. Pero hay una ocasión en la que puedo ser una chica normal, una adolescente hormonal, cuando veo al chico lindo del salón 8 pasar, a los profesores de matemáticas y inglés en el aula retar, por la baranda de las escaleras de la segunda planta bajar, en el juego de bádminton del recreo centrado en ganar, caminando por el pasillo del colegio usando la copia de los lentes de un criminal, haciendo intercambios a manos de su popularidad, los videojuegos de mi primo los viernes rentar, las fotos de los de último año en la sala de proyección editar, sus habilidades de estripper en las mesas del comedor mostrar. Me hace observar demasiado, su piel color olivo opaco, me gusta su mandíbula estirada, su habilidad de redactar cartas, su gusto por el sadomasoquismo, su vocación por el sexo femenino, aunque lo tiene todo nunca ha sido mesquino, es muy hermosa su forma de conseguir un amigo.
Mi mundo se descolocó cuando me pillo sentada en las bancas mirándolo, cuando se acercó en su patineta al lugar dónde estaba descansando, dónde descaradamente su anatomía estaba examinando, redirigir la mirada no sirvió para fingir que no lo estaba espiando, por eso nadie me creyó cuando lo estaba negando. De pronto al día los electricistas le cortaron la luz, las nubes le quitaron al cielo el azul, y solo se veía como venía alumbrado por luciérnagas mi crush, quería impresionarlo haciéndome la cool, pero era muy obvia mi ineptitud, me dejó sin palabras como su camisa marrón bien planchada volaba con mucha lentitud, como su abdomen bien proporcionado se asomaba y desmayaba a todas las chicas de Seúl. Cuando el hizo la primera oración de presentación puse dos dedos en mi cuello y la palma de mi mano en el pecho, para comprobar que estaba viva aunque estuviera agitada por su inesperado acercamiento, en el tiempo que estuvo coqueteando conmigo mis cachetes estuvieron hirviendo, mis pecas de un tirón por el rojo vigoroso se estuvieron desapareciendo. Pude captar que cuenta chistes con la cara sería, que rara vez sonríe aunque su mirada sea directa, que en una charla sus respuestas a las preguntas no son concretas, que pronuncia muy seguido las palabras quizás, tal vez y probablemente, que no se extiende ni dice mucho y así sucesivamente. El intercambiar números fue la cereza del pastel, fue lo que me produjo un gran flujo de emociones que no pude contener, que estaba en un reino de algodón de azúcar las siguientes semanas imaginé, porque me trataba como una princesa con su dulce forma de entender. El es la clase de chico que acaba con las listas de pros y contras, que nunca minimiza las vivencias de las personas, que tiene mucha resiliencia, que al ver a alguien llorar no bosteza, el único que no se burla de mis trenzas, que no me evita por tener raíces extranjeras. El es mi hora extra número 25, el es mi acto más repetitivo, con el se hacen divertidos los castigos. Si es con el cubrirme con un pañuelo y una olla del aguacero no me parecería algo absurdo, encontrar a diario un refresco en mi casillero me parecería algo desinteresado y muy lindo, tener un noviazgo me hizo sentir que estaba en un contexto mixto.
De pronto era de las que pedia disculpas con flores amarillas, de las que utilizaba los fines de semana para tener citas, de las que se preocupaba por siempre lucir atractiva. Aunque estuviera constantemente ocupada y fuera de su radar el siempre hallaba la manera de encontrarme, aunque no podía ir a las excursiones extraescolares el organizaba paseos para compensarme. Era una chica ordinaria cuando estábamos juntos, sin restricciones atípicas ni cargos adjuntos, entonces estafaron a mis padres y yo tuve que hacerme cargo del asunto. Acostada en el mueble mirando hacia el techo asumí que era lo que tenía que hacer, supe que era lo próximo que iba a suceder, a qué tenía que renunciar para poder llegar a fin de mes. Sabía a que me tenía que atener, las nuevas responsabilidades que tenía que atender, ubicarme en Rusia para unirme a otra liga como una traidora me haría ver, todos dirían que el talento que otros nutrieron muy fácil iba a vender, porque me enfrentaría contra la nación que en una noche granizada me vio nacer, contra la iglesia en la que me bautice, contra el mandato al que le solía pertenecer, porque tendría que decirle adios al hombre que la más grande cosecha de convicción me hizo recoger, su amor era como un hueso duro de roer, en los túneles habían graffitis maldiciendome, de las maneras en las que me afectaban, el en taparlos para que yo no me enterara se encargaba, pero aún así los destrozos causados me llegaban, el traslado fue tardío así que tuve que aguantar insultos cuando salía de mi casa, los botellazos en mi puerta y las amenazas, de alguna retorcida manera ya estaba acostumbrada, podía burlar el haters pero jamás el dolor de la distancia, que nos puse aquella tarde dorada, en el aeropuerto su aparición me dejó sorprendida ya que no la esperaba, estaba en automático desde que le dije que me mudaba, desde que pinche su corazón con el tenedor de la añoranza. Verlo correr hacía mi me hizo rememorar las veces que escuchando musica compartimos los audífonos, los besos húmedos y voraces que en estos meses por toda mi cara había repartido, los desvelos hablando por videollamada y los mimos, que nunca nos íbamos a poder superar había distinguido. Cuando llegó me abrazo y me hizo propuestas con los pasajeros de testigos, que aunque llegara a sentir que se moría nunca dejaría de esperarme dijo, que siempre abogaría por nosostros aunque tuviera las de perder, que lo nuestro no había terminado como yo lo dictamine, que trabajaría y ahorraría para comprar un boleto e irme a ver, porque solo yo puedo hacerlo ceder, porque somos como el grupo que no se puede disolver. Entonces le creí y me fui sabiendo que lo íbamos a mantener, que nuestra relación íbamos a extender, que la lejania no nos iba a absorber.
Escrito por: Icónica
Imagen de su autor.