CAPÍTULO 2 "El trato"

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5 AÑOS DESPUÉS.

Alaia ya no era esa tierna niña de cabello negro a la que le encantaba hacerse dos coletas con trenzas, ahora la chica tenía 20 años de edad y más o menos medía unos 1.67 de altura, la joven ahora se encontraba caminando por el piso de su habitación con una gran cara de preocupación, en ese momento, entra un chico alto de cabello negro y con una sonrisa ladeada.

-¿Qué pasa hermanita? ¿Problemas en el Paraíso?

-¿Qué quieres Tomás?- dijo la pelinegra cansada.

-Pues solo quiero recordarte tu mala racha, peeeero, sabes que si me das la corona podría pensar en dejar de molestarte tanto.

-¿Qué obsesión tienes con eso? Jamás te daré corona, mamá me la dio a mí y no a ti por tu desafortunado pasado, no estás en condiciones de reinar.

-Ja! ¿Y tú si? No me hagas reír Alaia, tienes solo veinte años, yo debería ser quién este a cargo del pueblo y lo sabes, si no fuera por ti, yo ya hubiera sido coronado hace tiempo, mírate, ni siquiera puedes hacer que tu propio pueblo te quiera- dice el chico mirándola con superioridad y enojo.

-Tampoco es que están muy encantados contigo- en voz baja.

-¿Qué dijiste?

-Nada.

En eso, una mujer de estatura un poco baja, de piel algo morena y de unos 50 años de edad cruza la puerta y se para frente a los "hermanos".

-¿Qué es todo este alboroto?

-Nada madre, solo estoy diciéndole a mi hermanita cómo podría mejorar su relación con el pueblo, simplemente hago mi trabajo de hermano mayor ¿No Alaia?

-Si, claro.

-No saben la alegría que me da verlos unidos, por cierto Alaia, ven a mi despacho, ahora.

La madre de los jóvenes sale caminando de la sala y Alaia la sigue, luego de llegar al despacho de Mercedes, esta se sienta de un lado del escritorio y se queda en silencio mirando a su hija fijamente.

-Siéntate por favor- le ordena Mercedes a Alaia.

Esta le hace caso y se sienta en la silla que está del otro lado del escritorio frente a su madre, ambas se quedan en silencio mirándose, pero la menor ya no aguanta tanto misterio y decide preguntarle a su madre que es lo que sucede.

-Oye madre ¿Puedes decirme ya lo que pasa? Traes esa cara de preocupada desde que llegamos.

-¿Por qué no me dijiste que el pueblo quiere organizar una revuelta?- Mirando a su hija.

-¡¿Qué?! -grita la joven abriendo grande sus ojos para luego pararse.

-Como lo escuchas, me lo dijo Daimon ¿No lo sabías?

-Claro que no! Pero ¿Por qué? -dice con sorpresa mientras vuelve a sentarse lentamente.

-Ellos creen que no eres buena para ser la reina, dicen que desde que estas en esta prueba para el trono no has presentado ninguna idea para ayudar al pueblo.

-¡Pero no tuve tiempo! Entre las mil clases a las que tú me haces ir y la guerra no puedo ni respirar.

-Pues tenemos que encontrar una solución lo antes posible, y sobre eso último, Daimon te estaba buscando para hablar, ya te puedes retirar hija.

-De acuerdo, gracias, te quiero madre -sonriéndose.

-También yo hija, también yo- devolviéndo la sonrisa.

Alaia se va en busca de su consejero rubio, y cuando lo encuentra comienza a escuchar su propuesta.

-Princesa Alaia, si hay alguien que sabe bien como es su relación con el príncipe Oliver soy yo, pero también sé que pronto se acerca una gran guerra, una guerra a la que no sobreviviremos si no tenemos un plan ¿Qué le diremos al pueblo? ¿Cómo le explicaremos a su madre enferma que su hija no pudo seguir su legado y que las críticas que recibía decían la verdad?

-Algo se me ocurrirá, te aseguro que lograré callar las bocas de la gente que nombras- dice con determinación la joven- yo nunca haría algún tipo de tratado con ese hombre o con su reino, además, no he visto a Oliver desde hace unos trece años, probablemente siga odiándome.

-Si me permite opinar, yo no lo creo, pero alteza tenemos al príncipe esperando afuera hace 15 minutos, ya deberíamos de haberle dado una respuesta y esta no es una guerra cualquiera, el país que hemos identificado que nos atacará es Rusia, ellos están muy avanzados en el armamento. Si no hace una alianza con algún reino pronto, perderemos todo, nosotros solo queremos el bienestar del pueblo, incluyendo a los que estamos en esta habitación, pero claro, usted es la que decide.

-Está bien, tanta discusión me dio dolor de cabeza- Alaia se mantiene unos segundos en silencio pensando, para luego hablar -lo haré, pero luego de que pase la guerra volveremos a ser un reino individual, ahora vamos a comunicárselo.

Alaia y Daimon van hacia la puerta del castillo donde allí, en los escalones de las puertas, un chico estaba sentado dándole la espalda al interior del castillo, parecía que esperaba a alguien y en la cabeza de Alaia ya se estaba formando la esperanza de que él sea el chico que robó su corazón desde niños, en ese momento, la dureza de la chica se desvaneció por completo y se volvió a sentir vulnerable, siempre lo era cuando se trataba de ese pelirrojo.

-¿Oliver?- susurra ella, con un tono de miedo en su voz, realmente estaba nerviosa por volverlo a ver.

Oliver se da vuelta mientras se para un poco asustado, ya que él había reconocido su voz, gracias a que se giró, Alaia pudo verlo mejor, se concentró en él y lo que vio fue a un chico alto, pelirrojo y un poco más pálido de lo que lo recordaba, la chica pensaba que sin dudas estaba cambiado, pero lo que no habían cambiado eran sus sentimientos, ella sentía como sus ojos café seguían mirándola igual de cautivador. Por parte de Oliver, él sentía que en cualquier momento iba a vomitar su almuerzo, el shock de volver a ver a la chica era tan grande que simplemente quedó sin palabras, sentía que la mirada azul de la chica lo tenía hipnotizado, luego de unos segundos en silencio al fin pudo decir algo.

-¿Sí?- su respuesta le había salido con una voz algo más fina que lo normal debido a los nervios, así que se aclaró la garganta y volvió a repetir -¿Sí? -ahora salió un poco más grave que antes.

-Hemos tomado una decisión, aceptamos su tregua por la guerra que estamos por atravesar, vimos todas las opciones posibles y tanto yo como mi asamblea creemos que a ambos nos beneficiara esta unión, pero con una condición.

-¿Cuál sería?

-Queremos que el tratado solo dure lo que tenga que durar la guerra, ni más, ni menos ¿Acepta?

-Claro que si, pero ¿Podríamos dejar las formalidades?- al chico le dolía que después de todo lo que habían pasado lo tratara de "usted", sentía que estaba hablando con una extraña y Alaia era todo lo contrario a eso.

-Por supuesto que no.

-Muy bien, lo intenté, gracias por escuchar mi opinión y dejarme pasar a su castillo, significa mucho para mí y mi reino -él realmente quería mostrar su gratitud a la chica.

-Si, por supuesto, entonces ¿Tenemos un trato?

Alaia extiende su mano hacía el chico tratando de parecer lo más seria y distante posible, pero al verlo allí se dio cuenta de que esto se le iba a complicar.

-Tenemos un trato.

Oliver toma su mano, y cuando estas se tocan ambos chicos sienten que el tiempo no pasó, cada uno siente unas chispas en su interior imposibles de ignorar, y ahí con sus miradas conectadas y sus manos agarradas, Alaia y Oliver sin saberlo cierran algo a lo que podríamos decirle que cambiaría sus vidas.

UNA PRINCESA DIFERENTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora