Capítulo 9

163 12 0
                                    

Sara

-¿qué le haz dicho?... No me gusta tu silencio. Sólo espero que te hayas cogido las bragas con pinzas. - suspiro.

-Le he echado.

-¡Perfecto!, se lo merece por cabrón -Siento alivio porque al fin pude ser fuerte y ante ponerme a la situación. Pero a la vez siento una especie de arrepentimiento. Muerdo mis uñas.

-¿Crees que hice bien? Estás segura que luego no se alejará como antes. Esto me duele tanto Gina. No sé que hacer.

-Escucha. Andrew te está haciendo daño. No eres su segunda opción. Si necesita sexo o consuelo, que vaya a buscar a la ex. Por primera vez lo estás haciendo bien. Y cariño, si esto no hace que actúe correctamente, no es para ti. Y tienes que seguir adelante ¿Lo entiendes? Eres fuerte Sara, y me tienes a mi. Soy tu mejor amiga, y más que eso, tu hermana.

-Yo se que sí.

Pero, siempre está ese "pero" en mis líneas mentales cuando se trata de Andrew. Se me hace un nudo horrible en la garganta que no deja pasar las palabras que se quedan como volando en mi barriga en pequeños trocitos.
Como un río bravo, rebelde y mis sentimientos ahí, en medio, luchando contra la corriente.

Es tan enredado que se me corta la respiración cuando el miedo y la angustia me invaden. Describirlo sería decirles que, lo sé, se que están mal desearle, a pesar de todo lo que ha hecho, sin embargo, no puedo odiarlo, porque le quiero. Demasiado.

No puedo bajarle de ese altar que le construí, pero tampoco puedo arrodillarme y rezarle fingiendo que si escucha mis plegarias vendrá a mí. No funciona así, y no pienso seguir raspándome las rodillas.

-¿Y si vamos por las niñas? -Sugiere Gina. -De paso podemos quedar con Francis -ella asiente cuando acepto su propuesta.

Las niñas corren de un lado a otro en el inmenso parque. Risas, el sonido de los pájaros, los autos y el murmullo de madres a nuestros alrededor inundan mis oídos. Gina y Francis se ponen al día e incluso hablan sobre nuestra anterior noche. Pero yo estoy fuera de ese radar, las oigo, sin embargo no las escucho, pues no logró adentrarme en sus palabras, lo que dicen suena como un rap que no logras entender del todo.

Suspiro cuando veo pasar una pareja dándose amor, y siento una pizca de envidia. La verdad se siente jodido todo esto.

-¿Vendrán a mi boda verdad? Digan que sí... ¿Sara, Sara? -exclama con fervor, doy un respingo del susto hasta que tiene mi atención.

-Lo siento, créanme que quiero estar aquí, con ustedes, pero es imposible.

-¿Qué le pasa? -hace referencia a mi, pero le pregunta a Gina.

-Adivina -me mira con atención, luego a Gina, y por último abre los ojos como platos. -¿Es eso que estoy pensando? ¿Eso con nombre y apellidos?.

Palabras, miradas, susurros y silencios secretos que solo nosotras entendemos.

-Andrew Foster, el mismo que canta y baila. No la deja en paz. Aparece y desaparece cuando le viene en gana, y luego mira como la deja. Parece zombie.

-Tan mal no estoy.

-No, casi nada. Antes de que apareciera me preocupabas, pero al menos tenía la seguridad de que tú no serías la muerta viviente.

-¿Sara, rompiendo corazones? -pregunta sin creerlo Francis.

-No hice eso. Simplemete no funcionaba, y si no funciona, pues lo mejor es acabar -justifico mis pésimas decisiones.

-Ya, O más bien, eras tú, quién evitabas que funcionara -Trago saliva. Gina cuando quiere puede ser demasiado sincera.

-Ya basta. Cambiemos de tema -Propongo. Francis mientras tanto se limita a ver de un lado a otro como debatimos.

-Yo flipo... -susurra esta.

-vale. Dejémoslo, pero solo por hoy -amenaza como si estuviera regañando a las gemelas.

Se que a veces suele ser cruel, dura y sus palabras pueden llegar a herir. Sin embargo, en el fondo lo hace para que esté bien. Para cuidarme. Gina a sido más que una amiga, es mi familia, mi cachito de corazón. Sin ella no sería nada. Perdería mi otra mitad.

Luego de la charla motivacional, cenamos en un restaurante cerca de casa, las niñas querían pasta, y Francis no resistió sus ojos al estilo gato con botas, y termino convenciendo a nuestra amiga de que un plato de spaghetti a la Carbonara una vez al año, no les haría daño.
Gina es muy sobreprotectora con ellas, no solo porque es su instinto de madre, sino también porque le ha tocado duro.
Cuando se enteró que estaba esperando a las niñas, que para aquel entonces se suponía era una sola, el padre, las abandonó. Un idiota más que se suma a la lista de los idiotas más buscados del mundo. Sin corazón, inmaduro, y poco hombre. No sabe lo que se perdió, porqué sin duda, mi amiga, y esas dos pequeñas valen más que todo el oro del mundo y yo, no las cambiaría por nada.

Cuando perdí mis padres, y solo me quedaron Rosi, Andrew y Erick, tuve una esperanza, una nueva razón para continuar. Ellos fueron combustible para mí corazón apagado. Y luego ellas, supieron llenar vacíos y reconstruir algunos peldaños que se habían quebrado con el paso de las heridas y el tiempo.
Ellos fueron esa familia que yo elegí, que me eligieron, y joder, que bien se siente cuando te eligen.

Camino a casa concentrada en la música que sale de mis auriculares, me encanta pasear, tomar aire y encontrar detalles en el arte de ir despacio. Por eso no me gustan muchos los autos, ahí todo va deprisa, a una velocidad en la que sí te equivocas, no puedes dar marcha atrás a tiempo. Creo que los autos son necesarios, pero eso le ha quitado a las personas la oportunidad de disfrutar lo cotidiano, de ir lento en la vida, admirando cada mínimo detalle. Cómo por ejemplo contar cada espacio en las aceras, cada paso que te lleva a encontrarte con lo inevitable.

Cuando era niña, me divertía contando las líneas en las aceras. Lo hacía de la escuela a casa, y de casa a la escuela. Era una forma se divertirme mientras llegaba a mi destino anhelado, la heladería, el trabajo de mamá dónde leía libros hasta dormirme, a la panadería del señor Carlos dónde preparaban el mejor pan del mundo, o tan solo a los brazos de papá cuando regresaba del dentista echa un manojo de lágrimas. Esos eran mis sitios, y ahora camino a casa, sonrío y cuento el asfalto divido por líneas de al menos un metro de distancia, hasta ese destino.

Mis zapatillas blancas, y las líneas es lo que veo, sigo sonriendo. Casi llego a casa, y con ello a sus zapatillas negras y blancas, ¿Ese es el destino inevitable? ¿El destino quiere que me detenga aquí, en él?.

Mi mejor amigo, mi error. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora