Capítulo 11

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Sara

Cierro de un portazo. Se supone que estoy enojada con él, sin embargo, en cuanto su mirada cruza la mía, la alegría de verle de nuevo me invade y mi mente solo gira pensamientos a su alrededor. Su simple presencia es tan jodidamente adictiva que lo puedo considerar mi mayor adicción, incluso más que el pastel de chocolate con nata. Tenerle frente acelera mis latidos invitando a locura a la fiesta.

Nunca pensé tan profundamente lo que me hace sentir. Pues todos mis sentidos se agudizan y una niebla se apodera de mi juicio. Puedo adivinar el sabor de sus labios sin besarle, su colonia juega con mi estabilidad para que al fin mis ojos le vean y mi tacto pierda la cordura cuando las palabras arrebatadoras que salen de su boca enamoran mis oídos, entonces me pierdo por completo en su mar de fuego. Una vez allí te quemas tan duro que ya no tienes fuerzas para salir, obligada a convertirte en su igual. Te deja sin opciones, todo, para devorar tu carne.

<<No devoraras mi carne Andrew, no te lo permitiré>> me digo a mi misma. Porque al final se repetirá la misma película, jugaremos su juego, y yo me quedaré deseosa de pasar al siguiente nivel. Lo que equivale a quedarme sola, pues para Andrew, no hay más niveles. Él siempre juega en su zona segura, nunca va un paso más allá. No se arriesga, en cambio yo sí, yo adoro los desafíos y no me dará uno.

Me despego de la puerta donde al entrar me quedé inmóvil adentrada en mis pensamientos. Camino hacia el salón y tomo asiento delante de la mesa de cristal donde descansa un cactus, uno de mis tantos libros pendientes y la fotografía donde aparecemos el día de mi cumpleaños. La tomo en mis manos y tras repasar a mis padres con la yema de los dedos y sonreír con dolor, me detengo en Andrew

<< ¿Cómo se supone que me olvide de ti?>> Qué tengo que hacer para que salgas de mis pensamientos y no causes más daños. Eras todo lo que quería, todo lo que me salvó de mis demonios y malos recuerdos, eres mi persona favorita y lugar seguro ¿Cómo se supone que voy a vivir sin tomarte de la mano? Me dueles tanto Andrew, que a veces desearía sacarte del pecho y arrojarte a las llamas de una inmensa chimenea, pero no lo haría, porque no podría ver como se quema el amor de mi vida. Te quise más que a mí, más que a mi jodido primer novio, el que se supone es inolvidable. Y contra contracorriente, contra mi razón y contra todo lo que pasé, te elegiría ¡qué alguien me lo explique! ¿Cómo se quiere tanto a quien te hace daño?

Tantas preguntas sin respuestas, tantas canciones dedicadas ¿Qué hago con toda esa mierda? Con tu voz gruesa calando mis oídos cuando hacíamos el amor y los te quiero se escapaban. Qué hago con mi piel erizada y rastro de tus huellas en mis zonas prohibidas. Que hago con los mensajes y el diario de mi adolescencia en donde cada página es un testimonio de mi amor por ti.

¿Por qué me hiciste quererte si me ibas a dejar?

¿Por qué me hiciste llamarte vida si no me ibas a vivir por el resto de ella?

Las lágrimas brotan desesperadas de mis ojos mientras aferro la fotografía a mi regazo y las intento limpiar con mi brazo desnudo y ahora mojado de ellas. Luego de mis padres, de que me dejaran, de que pasara tanto tiempo enojada con la vida y con dios no volví a llorar, hasta que Andrew volvió.

_Eres una idiota Sara, lo eres _susurro en voz alta y con esta entrecortada por el llanto. Nadie más que yo lo sabe, que no me quiere. Lo pongo en mis libros, a la chica ruda que no permite que el tipo malo la haga llorar, la que no se deja. En cambio yo, hago lo contrario. permito que me quiebren una y otra y otra vez. Viene y me cuenta sus mierdas _lo escucho_ Regresa con excusas y justificaciones inaceptables _le perdono, pues en mi cabeza no necesito saber si miente o no, automáticamente le creo. Es una novela. Ciertamente mi vida es un drama, podría sacar un buen libro si decido hacer una autobiografía e indiscutiblemente me volvería una estrella, "la escritora del momento", "la idiota más grande del mundo literario". A Loreta le daría algo, y yo aprovecharía las horas de escritura para hacer terapia debido a que una vez mi psicóloga me dijo que escribir mis problemas me ayudaría mucho a entenderlos. Lo intente esa misma tarde cuando regresé, y se sintió como darme una puñalada de realidad con cada letra. Viví en cámara lenta cada uno de los escenarios de lo que me quería olvidar. Asi que desistí, era patético recordar lo que moría por enterar, por sacar de mi mente. Me dije que era un método inapropiado y deje de asistir. Pasaron las semanas y todo empeoro, hasta que Rosi vino a casa y con su ayuda volví a terapia y me recuperé. Fue uno de los tiempos más difíciles que viví tras la muerte de mis padres, supongo que al tener a Andrew me ayudó.

Mi mejor amigo, mi error. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora