Capítulo 1: El cadáver

18 3 0
                                    

—No podemos llamar a la policía, esto es algo que solo Nettox puede resolver.

El cadáver tenía un largo y profundo corte alrededor del cuello. La sangre en su camisa, rostro e incluso partes del suelo, ya se había secado. Sin embargo, de aquella línea seguía brotando un poco sangre fresca, lo que indicaba que no hacía mucho desde que el asesino lo mató. Tenía los ojos abiertos, pero no se podía ver nada a través de ellos. Estaban sin vida. Todo en ese ser lo estaba.

Y a pesar de ello, no tuve miedo.

—¿A qué te refieres? —le preguntó Leo al gerente, Paolo Fiore.

Él resopló y todos, tras su pregunta, prestamos atención a la respuesta que estaba a punto de dar.

—La semana pasada me reuní con el señor Caputo de forma urgente. Él me advirtió que esto iba a suceder. Él ya sabía que lo iban a asesinar.

—Si no podemos llamar al 113, ¿qué hacemos con el cuerpo? —volvió a preguntar.

—Primero debemos entender qué ha pasado.

Eso me molestó.

—Joder, Paolo, han asesinado a nuestro jefe en nuestros putos propios laboratorios, ¿qué cojones necesitas entender?

Pasó de mi cara.

—Debemos investigar hasta dar con el asesino, está claro que esto es una amenaza.

Todos los trabajadores de Nettox fruncimos el ceño.

—Pero, si nosotros no tenemos ningún problema con nadie, ¿quién y por qué haría algo así? —preguntó Eleonora Damico.

Fiore negó con la cabeza, dando a entender que no tenía ni idea. Al fin y al cabo, él era algo así como el subjefe. Era posible que supiera cosas de las que los demás empleados no teníamos ni idea. Como lo que le dijo Valentino una semana antes de morir, que nos acababa de confesar.

—Caputo me rogó que no os lo contara. Por algún motivo quería ocultarlo.

—Es como si ya hubiese aceptado su muerte —asumió Leo.

Alguien resopló.

—Ya me jodería saber que me van a matar y no hacer nada para evitarlo —opinó Matteo Russo.

Y entonces a mí se me ocurrió algo.

—Fiore —capté su atención, —de todos los que estamos aquí, tú eres el único que llegó a establecer un vínculo fuera del trabajo con él. ¿No tienes nada que contarnos?

Él, que tenía los brazos cruzados, elevó una ceja.

—¿Me está usted culpando de algo, señorita Bellini? —dijo con ironía.

Di un paso hacia adelante para quedar cara a cara con él. Enderecé la espalda, crucé los brazos y elevé la barbilla. Yo era más bajita que él, pero gracias a mi actitud y mi cuerpo lleno de tatuajes, no me resultaba una tarea difícil conseguir intimidar a los demás. Por ello, y con una expresión neutral en mi rostro, clavé mi mirada azul en la suya marrón.

—No, solo digo que me parece que usted, señor Fiore, sabe muchas más cosas de las que sabemos los demás.

—No sé de qué me hablas. No tiene sentido lo que estás diciendo.

Estuvimos unos instantes así, mirándonos sin movernos como dos estatuas.

Hasta que apartó la mirada.

Sonreí victoriosa. Había ganado. Como de costumbre.

—En fin —dijo, retomando la conversación anterior y descruzando los brazos, —debemos estar juntos en esto. A partir de ahora, Nettox tiene un nuevo objetivo: encontrar al asesino de su creador.

Proyecto Mafia (versión corta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora