Capítulo 10: Los documentos

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—Lo siento, aquí no vino ningún colegio de excursión en las últimas semanas —fue lo que me dijeron todas las recepcionistas.

—De acuerdo. Muchas gracias —era lo que respondía yo.

En Florencia había muchos museos, es por ello que había decidido hacer una lista.

Lorenzo me había dicho que el museo al que había ido Francesca estaba lejos, pero no podían estar en la otra punta de la ciudad, así que busqué y busqué hasta dar con aquellos con posibilidades de ser visitados por niños de siete años con el colegio.

Visité cada uno de ellos en menos de una semana.

Y en todos, había recibido la misma respuesta.

Eso solo me hizo pensar una cosa: mis tíos me habían mentido.

Ocultaban algo muy oscuro.

Y yo lo iba a descubrir.

Me senté en un banco porque estaba exhausta y necesitaba descansar urgentemente. En el instante en el que conseguí relajarme un poco, me llegó una llamada.

Maldecí para mis adentros.

—¿Qué quieres? —le dije a Leo.

Tienes que venir a los laboratorios. He encontrado algo muy importante. He encontrado lo que llevamos días buscando, Karla.

—¿El qué?

Unos documentos.

Suspiré.

—Mañana me los enseñas, estoy agotada.

No lo entiendes, Karla. Esta es la pista definitiva. Aquí está todo lo que necesitamos saber. Es urgente, cariño. Por favor, ven.

—Mañana.

Resopló.

Karla —me llamó, tras unos segundos de silencio. —Estamos en una mafia. Somos unos mafiosos.

——————————

—¿Dónde estaban?

—En esta caja fuerte. No sé por qué, pero estaba abierta. La he cerrado sin querer después de coger los papeles. Ahora no se puede abrir.

—¿Había algo más ahí dentro?

Negó.

—Vale. ¿Dónde pone lo de la mafia?

—Aquí, mira.

Buscó la primera página y me enseñó lo que estaba redactado.

Lo leí.

"Proyecto Mafia: Proyecto cuyo objetivo es conseguir desarrollar medicamentos que alteren la personalidad de los niños para que, de esta forma, tengan las características necesarias para pertenecer a una mafia. "

El rostro de Leo había comenzado a cubririse de sudor. Sus manos temblaban, haciendo que los papeles también se movieran.

—¿Ves? No te miento. Karla, somos unos mafiosos. Cuando la policía se entere de este caso, nos arrestarán. Iremos a la cárcel. Karla, iremos a...

—Leo, tranquilo. No vamos a ir a la cárcel.

—Pero...

—He dicho que no vamos a ir a la cárcel. Tú y yo nos acabamos de enterar, no sabíamos nada de esto hasta ahora. No tienen motivos por los que arrestarnos.

Él pareció calmarse, aunque seguía temblando y sudando.

—Leo, cariño. —Coloqué mis manos a ambos lados de su cara y clavé mi mirada en la suya. Sorbió por la nariz; había comenzado a llorar. —No vamos a ir a la cárcel.

Y junté mis labios con los suyos.

Quise hacerle entender que le quería, que estaría para él en todo momento, sin importar lo que pasara.

Siempre juntos.

Por eso aquel beso fue romántico, tal y como habían dejado de ser el año pasado, para demostrarle que me arrepentía de todo lo que había hecho.

Que me arrepentía de haberle manipulado.

Porque, realmente, el motivo que mandó nuestra relación a la mierda no era para tanto.

Me había hecho daño, sí.

Había jugado con mi confianza, también.

Pero eso había sucedido hacía más de un año, y yo había decidido perdonárselo.

Proyecto Mafia (versión corta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora