Capítulo 3: La autopsia

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Después de llevar menos de un año sin llorar, volví a pasar la peor noche de toda mi vida.

Francesca, desde que nació siete años atrás, se había convertido en la persona que más me importaba. Por eso me hice ese tatuaje que tanto me recordaba a ella.

Se trataba de un símbolo compuesto por las iniciales de nuestros nombres: Francesca y Karla. Con todos los tatuajes que me había hecho a lo largo de mis veinticinco años de vida, este pasaba desapercibido. Sin embargo, estaba en un lugar en el que yo podía verlo todos los días y en cualquier momento: mi muñeca derecha.

Odiaba sentirme vulnerable.

Pero odiaba más que me vieran en ese estado.

Yo era una mujer fuerte, valiente, segura. No lloraba con facilidad, pues solía reprimir mis emociones para no sentir nada. De esta forma, me sentía mejor conmigo misma. Era muy sencillo para mí fingir que no pasaba nada, cuando en realidad, había veces que odiaba mi vida.

Pero pensaba en mi prima y esos pensamientos se iban.

Ella me aportaba felicidad.

Y ahora estaba en peligro.

Por mi culpa.

No sabía qué había hecho mal ni a quién se lo había hecho, así que no tenía sospechosos. No obstante, conseguir personas de las que sospechar iba a ser cosa de unos días.

Pensé en Paolo y lo que nos había estado ocultando sobre lo que le dijo Valentino, sobre que él ya sabía que iba a morir. Al haber tenido una relación más allá del trabajo, ¿qué más sabía Fiore sobre el caso?

Estaba claro que él tenía información y que iba a comenzar a investigar por su propia cuenta.

Y no podía permitírmelo porque, si lo hacía, llegaría un momento en el que se daría cuenta de mi relación con el asesinato.

De mi relación con el asesino.

O la asesina.

Por ello, debía darme prisa y reunir todas las pistas necesarias para poder conseguir resolver este caso por mí misma.

Y lo primero era saber qué habían decidido hacer con el cuerpo, así que me sequé las lágrimas y llamé a Leonardo Moretti.

Eran las tres de la mañana. Probablemente estaría durmiendo, pero no me importó. Nunca me importaba.

No respondía.

«Puto Leo.»

Volví a llamarle.

Y seguía sin responder; debía tener el móvil en silencio.

Me levanté de la cama y me puse lo primero que vi, con cuidado de no hacer ruido para no despertar a mis padres. Ya no tenía sueño, por lo que me dispuse a salir de casa para hacerle una visita a mi novio.

Cogí el coche y conduje en silencio.

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Al llegar, le di al timbre varias veces para que Leo se despertara de una vez.

Pocos minutos después, la puerta se abrió.

—Karla, son las tres y cuarto —dijo Leo, medio dormido y bostezando. Me fijé en que solo llevaba puestos unos calzoncillos de rayas azules y blancas. —¿Qué pasa?

—Necesito que me digas qué habéis hecho con el cadáver de Caputo.

—¿Y tiene que ser ahora? Estaba durmiendo —se quejó.

Proyecto Mafia (versión corta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora