7. Primer día - parte 2

87 6 0
                                    

Delante de mí, se encuentra el señor de la casa, tan serio y sombrío como lo recordaba. Incluso me parece que lleva el mismo traje, camisa y corbata. Aunque, supongo, no puede ser así, ya que las personas de su nivel social no suelen repetir la ropa dos días seguidos. Ni siquiera Miki lo hace, sonrío para mis adentros —necesito un toque de humor para no sucumbir ante los nervios que se ciernan sobre mí como un tsunami inevitable.

Me mira serio y observador, del mismo modo que lo hizo el otro día, pero esta vez quizás noto curiosidad en sus ojos. La "señorita" a su lado me observa desafiante. Conozco muy bien ese tipo de mirada, pero, a pesar de ello, me siento terriblemente desprotegida bajo su escrutinio. Es lo último que necesito ahora, ya estoy lo bastante nerviosa como para soportar ese tipo de miradas de alguien de mi edad, pero no de mi estatus social. Me odio por estar aquí y odio a mi madre por obligarme estar aquí.

La chica viste un uniforme típico de un colegio privado. Es guapa, muy guapa. Lleva un maquillaje tan sutil que podría parecer que no lleva ninguno. Es alta, con un cuerpo esbelto, y se nota a simple vista que hace mucho deporte. Siento que, si este instante durara un poco más, su mirada me borraría, me haría desaparecer por completo sin dejar rastro alguno. Pero el padre de la familia me salva.

—Gracias por venir, Leia —me dice, y mi nombre en su boca vuelve a sonar como algo ajeno a mí. Pero prefiero esto a seguir absorta en esa horrible mirada llena de desprecio de la niña del colegio privado—. Te presento a mi hija Tamara —se detiene—. Es hermana gemela de Joel, a quien queremos que acompañes unas horas cada día —hace otra pausa y añade: —De lunes a viernes.

Mi corazón empieza a latir con tal fuerza que no dudo que todos los presentes en esta habitación lo estén notando. Joel, ese era su nombre. Hermana gemela, Dios mío... ¿Entonces Joel es como ella, pero con pantalones? ¿También me mirará de la misma manera? ¿También llevará este odioso uniforme de escuela privada? Vuelvo a preguntarme qué demonios hago aquí, en este palacio frío y gélido.

El hombre ahora mira a su hija, y de repente ella me sonríe, mostrando unos dientes tan impecables como el resto de ella. Su sonrisa me parece familiar, e incluso sincera; debe de ser una actriz de primer nivel. Y aunque no me fío de ella ni un mínimo me relajo un poco al verla sonreír.

—Hola, Leia. —Me tiende la mano sin perder la sonrisa, que le hace marcar dos hoyuelos en ambas mejillas—. Encantada de conocerte. Bienvenida a nuestra casa. Soy Tamara.

Respondo a su gesto y estrechamos las manos. También sonrío, aunque no estoy segura de si me sale natural, pero le miro a los ojos, de un verde intenso casi imposible, hasta que por fin aparta la mirada.

—Sentémonos —declara el padre—. Hoy, Leia, tenemos que hablar de algo muy importante. Joel no sabe que estás aquí, y tampoco sabe que te he propuesto este trabajo. —Le miro con asombro. No me entra en la cabeza que me han convertido en un secreto—. Y ahora te explicaremos por qué —añade, mirando por la ventana, pensativo. Le noto coger aire y luego vuelve a hablar como si necesitara reunir el valor para decir lo que va a decir.

—Tal como te dije el otro día, Joel está enfermo. Pero no te dije qué enfermedad tenía.

Noto que Tamara mira a su padre, y su mirada está diciendo algo, algo triste y profundo, pero no sé descifrarlo en este momento.

—Y no te lo dije porque, porque lo que te vamos a pedir requiere mucha... —Se pausa, buscando la palabra, aunque seguro ya la tiene preparada—: ...mucha responsabilidad.

Siento escalofríos, no sé por qué. Quizás porque dudo que sea capaz de estar a la altura de lo que me van a pedir, y, además, vuelvo a preguntarme por qué yo.

Si me vieras... ( libro #1 )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora