10. ¿Eres tú? - parte 1

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"I'm not scared of the dark

I'm not running, running, running

No, I'm not afraid of the fall

I'm not scared, not at all..."

"Scared of the Dark" Lil Wayne y Ty Dolla Sign


Miki no ha dormido en toda la noche. Tenía fiebre, lloraba y pedía brazos. Mi madre, bajo el efecto de las pastillas, primero ni se enteró de lo que estaba pasando y luego intentó participar, pero un muerto me hubiera ayudado más. Así que la mandé a la cama. Además, Miki desde hace ya tiempo solo me acepta a mí por la noche. Pablo, gracias a Dios, suele dormir como un tronco y solo se levantó al principio de la noche para saber qué le pasaba a su hermano, para después caerse dormido de nuevo. 

Al despertarme, me siento destrozada. Llevaré a Pablo al cole, y Miki se quedará con mi madre en casa; es lo que decidimos ella y yo al encontrarnos en la cocina —yo con los círculos negros alrededor de los ojos, ella con los parpados hinchados—. Me promete cuidar de Miki bien, me pide que no me preocupe. Pero no me siento tranquila. Normalmente suelo faltar al insti en estos casos,  para cuidar de mis hermanos. Es la triste realidad: mi madre no parece ser capaz de hacerlo sola. Pero hoy me insiste en que sí puede hacerlo y que yo no me tengo que faltar a las clases, y que, además, me toca ir a trabajar. Intuyo que la segunda razón es la verdadera de por qué se siente tan animada para quedarse con su hijo enfermo cuando lo que realmente quiere es volver a la cama y dormirse de nuevo. De paso, mi madre me pregunta si me han dicho ya algo sobre el primer pago. Le digo que no y noto su decepción, por mucho que lo quiera disimular. 

—Solo ha sido mi primer día, mamá —le respondo algo irritada—. Tenemos que tener paciencia.

 —No he dicho nada —se defiende—. Solo era una pregunta. Pero cuando estamos preparados para salir por la puerta con Pablo, de repente dice:—Ayer vinieron... —se pausa—, los propietarios. Intentaron.... 

Pablo está mirando a nuestra madre y ella se da cuenta de ello y se queda mirándome a mí, desconcertada. Lo hace a menudo, así me suele pasar el  marrón... Siento que no tengo fuerzas para esto y solo quiero irme de casa. Además, este tema más la noche sin sueño me arruinarán el día, no lo dudo. Pero mi madre, al no recibir mi ayuda, vuelve a hablar:

—Nada —dice culpable—. Solo querían preguntar cómo nos iba. 

Pablo pone una mueca torcida:

—No soy tonto, mamá —confirma lo temido: se da cuenta del todo...—, vinieron para echarnos de casa, ¿verdad? Porque no les pagamos nunca. —Y de repente se pone a llorar.

Es algo que ni yo ni mi madre hemos esperado. No me podía imaginar que un niño tan pequeño se daría cuenta de todo esto y además así lo sufriría.

Miki, quien nos estaba observando con aspecto miserable, aunque algo desconcertado, mientras arrastraba por el suelo un coche suyo —otra herencia de sus primos lejanos—, se pone a llorar también. Es imposible que no lo hiciera —está llorando su hermano. Empiezo a sentirme abrumada, frustrada y con ganas de llorar yo también.

—Pablo, no es el momento —le tiro de la mano, quizás demasiado bruscamente, y no es el gesto que debe de esperar ahora. Así que se pone a llorar ahora a moco tendido. Se me cae el cielo encima. Me arrodillo:—Mamá, atiende a Miki, por favor —digo con más calma. Luego abrazo a mi hermano mediano—. Tssss, pequeño. Todo se va a solucionar. Yo estoy trabajando ahora, ¿no te acuerdas? Es para tener suficiente dinero para poder pagar el piso y lo demás. Así que tú, tranquilo. Tú no tienes que preocuparte de eso, solo tienes que estudiar y jugar. Es todo. 

Si me vieras... ( libro #1 )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora