11. ¿Eres tú? - parte 2

90 9 0
                                    

En vez de responderle, me siento como si me hubieran vaciado por dentro, como si me hubieran dejado sin palabras, incluso sin mi propio nombre. Joel espera unos segundos más y luego continúa su paso, lento, con una mano ligeramente extendida hacia adelante y la otra sosteniendo los DVDs.

—Joel, yo... —pronuncio finalmente, y al hacerlo, él se tropieza y cae al suelo, dejando caer también los discos que sostenía. Tamara grita como alguien asustado y se apresura hacia su hermano, pero al estar más cerca de él, un instante después, ya me encuentro a su lado, ayudándolo a levantarse. Ahora puedo ver las portadas. "Casablanca" se lee en una y "El diario de Noa" en la otra.  Las caras de los actores me suenan, pero no creo haber visto estas películas, quizás cuando era pequeña, con mamá... hace mucho que no vemos nada juntas... Tamara se queda parada a un metro de nosotros, como si una pared invisible la detuviera de repente.

—Silla —digo con la voz entrecortada—, ha sido la silla.

Joel no dice nada, ni rechaza mi ayuda. Cuando ya está de pie, agrega en voz baja:

—Gracias —y luego añade aún más bajo—: Será mejor que me acompañes, Tamara.

Me agacho para recoger los discos del suelo. La hermana de Joel parece tallada en piedra; su cara y todo su cuerpo están tensos. Pero de repente cambia:

—¿Estás bien? —suena la voz de ella, temblorosa, suave, una voz que no sabía que ella tenía, y ahora la veo mirar a su hermano con tanto cariño y tanta preocupación que ni me podía imaginar que ella fuera capaz de sentir.

Sigo con los discos en mis manos, me da miedo interrumpir algo invisible. No creo que Joel haya podido percatarse del repentino cambio en Tamara, seco y sombrío, solo repite:

—¿Me puedes acompañar a mi habitación, por favor?

—Joel —comienza Tamara mirándome, y empiezo a entrar en pánico—. Leia está aquí por algo... Por algo de lo que nos gustaría hablar contigo.

Noto a Joel ponerse más rígido que antes.

—¿A qué te refieres? —pregunta y libera su brazo de la mano de su hermana. Luego, busca a tientas la silla con la que se tropezó hace unos instantes. Tamara ignora su gesto y continúa:

—Leia va conmigo a la academia...

—Ya me lo había contado —la interrumpe Joel, haciendo que ella me mire estupefacta.

—Ah, ¿qué más le has contado a mi hermano? —intenta sonar tranquila, pero no se le da demasiado bien.

Como si de un examen se tratara, me pongo a buscar en mi memoria frenéticamente la respuesta correcta, por si la hubiera. Joel me adelanta. Su voz suena reconciliadora, quizás para protegerme de las garras de su hermana gemela:

—Solo me dijo que sois amigas y que vais a la misma academia de baile.

Lo miro agradecida. No parece juzgarme, como es obvio que lo hace ella.

—Le conté a Leia tu problema —dice Tamara de pronto, mirándole a su hermano con preocupación, como si esperara su reacción que quizá no promete ser nada buena.

Él sonríe de lado, triste y a la vez molesto:

—Ah, sí... Menos mal —dice algo ronco—. Entonces, tu invitada no me habrá tomado por un borracho que se da tumbos en mitad de un día soleado.

Registro que detrás de las ventanas sigue nublado y no hace nada de sol. Quizás esto me viene a la mente para no tener que pensar en cómo debo reaccionar a las últimas palabras de Joel. Pero Tamara me adelanta yendo directa al grano:

—La he preguntado a Leia si le gustaría pasar contigo unas horas cada tarde, ya sabes, para hacerte compañía.

Creo que la cara de Joel ha ido cambiando con cada nueva palabra que ha ido añadiendo su hermana. Parecía sorprendido, luego pasó a frustrado, después a enfadado, y luego desesperado. No hay lugar a duda —no le ha gustado la idea. Aun así, su hermana no se rinde:

—¿Qué te parece? —remata y entonces por fin se queda callada. Joel está aquí, entre nosotras dos, su respiración suena por encima de las nuestras. Me parece incluso escuchar su corazón, pero quizás sea el mío propio. Sé que él no quiere estar aquí escuchando lo que le dicen, que, si pudiera, saldría corriendo para escapar de este momento tan incómodo, puede que incluso humillante para él. Pero no lo puede hacer. No lo puede hacer con la misma naturalidad que podríamos hacerlo Tamara y yo, eligiendo su propio camino sin pedir ayuda a nadie. Y es solo por ello que sigue aquí, quieto por fuera, atormentado por dentro... No soporto este silencio aplastante y me atrevo a hablar:

—Joel, yo, yo solo...

De repente, él se gira donde estoy y pronuncia tajante:

—Tú solo quieres ayudar, ya sé, como todos alrededor mío, todos solo quieren ayudar...

Acabo de sentir lo mucho que le cuesta depender, lo difícil que se le da aceptar ayuda. Es joven y atractivo, un chico a quien no me atrevería ni mirar en otras circunstancias, y quien sin duda nunca me notaría a mí entre la muchedumbre. Siendo realista, no me prestaría atención ni en una habitación vacía, como esta. Y hoy, aquí, tiene que aguantar escuchar la extraña oferta de su hermana y una temblorosa voz de alguien como yo, una chica perdida dentro su propia vida.

Y entonces, digo, sorprendida por mi propio descaro:

—No se lo ofrecí a Tamara por eso. Se lo comenté porque necesito dinero. Y también creo que puedo ser útil. Pero para mí es una motivación secundaria.

Me doy cuenta de lo que acabo de decir. No me da tiempo analizar por qué lo he hecho. Pero creo que es porque quise ser sincera con él, decirle la poca verdad que se me permitía decir (o eso creía). Veo a Tamara boquiabierta, se tapa la cara con el gesto de todo está perdido. Entiendo al verla así que sería mejor si me fuera ahora mismo. A Joel no me atrevo ni mirar...

—Disculpadme —me giro para irme hacia la puerta del salón. Entonces me doy cuenta de que los DVDs de Joel siguen en mi mano. Me doy la vuelta y con la palabra "perdón" entre los labios pongo los discos en su mano derecha. Desconcertado, los acepta, y yo ahora me marcho por fin dejando detrás solo el silencio.

Salgo por la puerta del salón, atravieso el grandioso hall al que ya casi he llegado a acostumbrarme, abro la puerta de la calle y salgo fuera. Voy a paso ligero, como alguien que teme ser seguido... Qué tonta... Intento no pensar...

Si me vieras... ( libro #1 )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora