20. Hambre y duelo - parte 2

68 8 0
                                    


"...Is that the right thing to do?
Oh, I just don't know, I just don't know..."

a song by Björk y Rosalía


Trago la saliva como si tuviera piedras:

—¿Te unto el cruasán con mantequilla y mermelada?

—No, gracias —responde, seco, y sigue con su té.

No sé si lo he vuelto a fastidiar y ahora tendré que buscar maneras de recuperar nuestra comunicación de nuevo y no tengo ni idea cómo hacerlo esta vez. Pero el instinto animal de llenar el estómago puede conmigo y me atrevo a hablarle:

—¿Te pongo algo de jamón? —se me ha hecho la boca agua, pero me siento incapaz servirme sin ofrecérselo primero al joven dueño de esta casa. O quizás, necesito hacerlo así, porque cada gesto y cada decisión tan naturales para mí, para él pueden ser un verdadero incordio.

Responde lo que me esperaba:

—No, gracias.

—Seré la única hambrienta en esta mesa, entonces —pienso en voz alta y acto seguido siento vergüenza. Pero Joel, a cambio, sonríe. Solo necesito ser imbécil para hacerle gracia...

Y entonces, mientras cojo el codiciado jamón, pregunto algo que, en realidad, no tenía intención de preguntar:

—¿Tus padres siguen fuera?

Deja el té en la mesa; traga saliva.

—Cada uno por su lado, pero sí, siguen fuera —dice, sonriendo de lado, triste, o, más bien, sombrío, y desvía la atención hacia mí:

—¿Y qué hay de los tuyos?

Respondo desganada:

—Mi madre está en casa cuidando de mis hermanos.

—¿Tienes hermanos? —se sorprende.

—Sí —confirmo, — uno de ocho y otro de un año.

Le da un mordisco a su cruasán y a mí se me quitan las ganas de comer; hablar de mi familia no me sienta nada bien.

—Yo pensaba que mi vida era complicada —responde, divertido, masticando, —pero la tuya... —se pausa y después añade: —¿Y qué hay de tu padre?

Aclaro la garganta; siento la sangre latir en mis sienes.

—Se fue hace años —pronuncio con demasiada rapidez.

Coloca lo que queda de su cruasán en el plato, luego se gira hacia donde estoy. Tengo la sensación de que está intentando, a toda costa, enfocar su mirada:

—Lo siento. ¿Y no lo volviste a ver?

—Sería algo complicado —respondo ronca mientras observo su cara; prefiero centrarme en los rasgos de Joel para no pensar en mi padre... Ojos grandes, verdes, el labio superior algo más grueso que el de abajo, dos hoyuelos en ambas mejillas, una nariz recta, quizás, un poco larga; en su conjunto, un chico atractivo, que un día podría convertirse en un hombre guapo.

Asiente con la cabeza, serio.

Tomamos nuestro té en silencio. Yo, mirando por la ventana, a las ramas desesperadas por el molesto viento, y él, cabeza gacha, quizás también está visualizando algo que algún día vio. Por fin, rompe el silencio:

—¿Y qué has estado haciendo mientras yo... estaba en mi habitación?

—Los deberes. He estado haciendo los deberes —intento sonar lo más normal posible.

Si me vieras... ( libro #1 )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora