Capítulo 16 | Enfrentados

82 8 1
                                    

Bianca Ackerman

— Ya voy a salir. — informé a mis amigos que me habían acompañado.

Escapé de la nuca del titán, y respire el aire fresco del bosque.
Qué placer el aroma del pasto, los árboles y el río cerca nuestro.

Todo el placer que tenía se esfumó en cuanto toque el suelo.

— ¡No! ¡No otra vez! — grité.

Connie ya estaba llorando de la risa, y Jean no tardó en unirse a el.

— ¡No se rían! — Marco era el único que intentaba ponerme de pie, al ver que perdí el equilibrio y caí al suelo.

Comencé a caminar en cuatro patas, como lo hace mi titán. Trataba de incorporarme y caminar como una persona normal, pero no podía. Perdía el equilibrio muy fácil.

Al final Marco me sostuvo en sus brazos y me llevó caminando hacia donde estábamos todos.

— ¿Por qué me tenías que cargar así? — pregunté, algo avergonzada.

— Por qué así no tardaremos mucho, luego te dejo en el suelo, tranquila. — responde Marco mirándome con su único ojo y una sonrisa.

Jean y Connie venían riéndose a carcajadas atrás nuestro.

Una vez que estuvimos reunidos con todos, no tardaron en llegar las miradas de confusión, preocupación y, en el caso de Porco, de querer asesinar a Marco.

— ¿Qué sucede con Bianca? — pregunta Hange confundida y creo que todos se lo preguntaban.

— No puede caminar. — responde Marco, y me sentó en el suelo, junto a el.

— Ya no pregunten, esto es muy humillante. — respondí toda colorada. En ese momento llegaron riéndose Connie y Jean.

— ¡Quiero ver! ¡Vamos Bianca, camina hacia mi! — decía Hange muy animada.

— ¡Sí, sí, sí! — animaba Connie.

— No. — respondí rápidamente, dándole un golpe a Connie en la cabeza.

— Te dejaré comer de la olla. — ofreció Hange. Esta mujer me conoce tan bien, sabe cómo hacerme cambiar de parecer.

— Está bien. — me tragué la vergüenza y me dirigí a ella.

Desde donde estaba, había una buena distancia entre Hange y yo. Tenía que atravesar esa ronda extraña que se había formado con todos los demás sentados.
Lo más rápido que pude me acerqué a ella. Iba en cuatro patas, y podía escuchar las risas de todos mis amigos a mis espaldas.

Pero me detuve a mitad de camino.

— ¿Qué ocurre? Ven Bianca. — me llamaba Hange como si fuese un perrito.

Mi mente se nubló y sentí mojado debajo de mi nariz.

— ¡Estás sangrando! — dice Armin, que era el que estaba más cerca mío.

Con torpeza me senté en el suelo, y con mis manos limpié la sangre que caía.
Los primeros en acercarse fueron Porco y Marco, que me observan muy preocupados.

— Chicos tranquilos, no es nada es solo... — no pude terminar de hablar.

De repente me atragantaba y comencé a toser, toser sangre.
Toda mi camisa blanca se ensució con la sangre que caía de mi boca, incluso llego a mis pantalones negros.

— ¿¡Qué no es nada!? — gritó Porco enojado y preocupado, agachándose a mi altura, con su abrigo de las tropas estacionarias limpiaba mi rostro y cuello todo ensangrentado.

Cicatrices en MarleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora