8. Mi propio gobierno

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—Así es, padre. Ella es mía—Pocas veces una frase me ha salido así de mal, porque lo que desencadena es, algo que no había previsto. Raith se torna pálida, mucho más de lo que ya es y sin previo aviso, se desploma, cayendo hacia el lateral, haciendo que Ula la sostenga.

—¿Raith?—pregunta mi hermana mientras le acaricia la cara, y es que es evidente que la chica se ha desmayado. Escucho su corazón, estable pero lento, como un murmullo lejano, así que simplemente me levanto y me arrodillo en el suelo, mirándolas a las dos.

—¿Has hecho algo para que se desmayara?—le pregunto a Ula pero niega rápidamente con la cabeza, acariciando la mejilla de la humana. Tomo su mano y poso los dedos en el lateral de su muñeca, garantizando que está viva y que lo que oigo sí es su corazón. También su pecho parece subir y bajar, muy lento, pero lo hace.

—Cabrón—murmura Agnor, atrayendo las miradas del resto de la familia. Ladeo la cabeza para mirarlo, pero justo cuando voy a decir algo, me tira un vaso lleno de vino. Ni me molesto en esquivarlo porque me cae justo encima, en el pecho, rebotando luego contra la burbuja.

—Sí, Agnor, no te cortes.

—Eres un imbécil.

—Cállate, estás ebrio y solo estás haciendo el ridículo.

—No soy yo quien pretende cortejar a una humana. 

—Mejor, ambos sabemos que no podrías incluso de quererlo—le digo haciendo que en sus ojos brille la rabia más pura. Él no quiere a cualquier humana, la quiere a ella, a esa que descansa ahora sobre el regazo de Ula. Sigo con su mano entre las mías, cálida y suave, todo lo contrario a lo que Raith suele ser, al menos, conmigo.  La suelto, no porque tenga intención de abandonarla, sino para hablar con mi padre.

Pilla mis intenciones rápidamente, porque se levanta de su asiento y me mira, con las cejas muy juntas y los ojos ligeramente divertidos. Debe estar disfrutando esta situación y lo que ha provocado, incluyendo la rivalidad con Agnor.

—¿Qué planeas?—pregunto sin tapujos pero se hace el tonto, colocándose bien la corona.

—Disfrutar del resto del Calantide junto con tu madre.

—Sabías que algo así iba a suceder. ¿Por qué has tenido que decirlo?

—¿Te preocupa Agnor?—cuestiona y no hace falta que responda porque lo sabe. Sabe cómo él la ha mirado de camino, en el carruaje. Si no le falla el olfato, debe olerla en Agnor, al igual que a él en ella. No es precisamente disimulado porque a mi hermano se le salen los ojos de las órbitas cada vez que ella se mueve o habla. Incluso ahora, mientras hablaban de Dathan y el otro patán, Agnor estaba furioso, con ambas manos cerradas en puños. En el fondo, aunque nadie se lo confirme, él sigue creyendo que Raith le pertenece. ¿Cómo hemos llegado a esto cuando él fue el primero en querer dejarla morir? No tengo ni idea, pero esta es mi realidad ahora.

—Anunciar mi cortejo me da pocas opciones.

—No haberlo dicho delante de mi consejo.

—¿Quieres que me retracte? ¿Es eso? ¿Para qué? ¿Para poder entregarle a Savea la chica? ¿Tan desesperado está el viejo que necesita que le hagas de celestino?—Las fosas nasales de su nariz se abren mucho, enfadado con mis palabras—. Sabes de sobra lo que haría él con ella y, aun así, ¿quieres que me retracte?

—Para nada. Sigue con tu cortejo falso entonces. Imagino que mantener alejado a Agnor va a resultar un trabajo a tiempo completo.—Se ríe y cuando se da la vuelta, le pongo la mano en el hombro. Jamás agrediría a mi padre, a no ser que haya razones de peso que me fuercen a ello, pero ahora mismo, ganas no me faltan.

El mar de Vetr ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora