3. Como el vaivén de un barco

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No he hablado ni visto a Agnor desde que uno de sus sirvientes me entregó una carta anoche, lo cual es habitual en él. Prefiere hablar las cosas a través de notitas, como si tuviéramos quince años, porque sospecho que en el fondo, él sí los tenga. Abro la carta de nuevo y la repaso, leyendo las novedades que envuelven a la chica humana. Al menos ha hecho caso a los consejos que le dimos, aunque no me agrada demasiado que la chica pueda simplemente vagar por palacio como si fuera su hogar. Este sitio nunca será de ella, nunca pertenecerá aquí, no con ese olor pestilente a mortal, a carne que envejece por momentos. Sé que Ula le ha llevado limosnas, trajes que probablemente a ella ya no le divierten y es que claro, la humana para ella es un juguete, una muñeca a tamaño real. La voz se ha corrido entre el servicio y muchos piensan que Agnor se ha enamorado de ella y será su esposa. Está bien que piensen eso, porque si algún sirviente se va de la boca y se lo comenta a ella, eso podría hacer que ella caiga por él más rápido. También espero que ayude darle lujos y tratarla como si fuera una princesa, tal vez una futura reina, aunque no lo sea.

Paseo por las afueras de palacio bajo la mirada atenta de los guardias, que me observan fijamente para que no me pase nada, como si alguien fuera a atreverse a atacarme. Podrían hacerlo, claro, pero sería muy osado hacerlo en el suelo del palacio, rodeado de guardias, con el rey actual listo para atacar. Rodeo despacio el palacio, fijándome en las paredes, no solo por si están rotas o tienen quiebras que puedan afectar a su función. Tampoco veo pintadas o señales que puedan indicar el horario de relevo de los guardias o puntos débiles, así que empiezo a fijarme en las ventanas. Están limpias, perfectamente brillantes y aunque no quiero, no puedo evitar mirar la ventana de los nuevos aposentos de la chica. Algo se mueve ahí, un bulto, una sombra, algo que simplemente desaparece cuando pongo mis ojos.

Decido entrar finalmente, básicamente porque me duele el estómago por el hambre y sé que es hora de cenar. El palacio está exactamente igual, claro, con música tranquila y dócil, que probablemente proviene de las manos de Ula, o tal vez de mi padre. Siempre me ha parecido un poco hipócrita, pero lo tolero. La guerra con los humanos y, sin embargo, tenemos objetos suyos e intentamos tocarlos como harían ellos. Mis pasos no suenan, como si me hubiera convertido de repente en un fantasma, de esos que vagan palacio en horas intempestivas, cuando nadie los ve ni los molesta. De niño solían aterrarme, pero hace tiempo que ya nada logra sorprenderme ni asustarme.

En efecto, Ula está sentada en el piano, con un vestido de color rosa pálido que contrasta con su pelo, suelto y con diminutas trenzas. Raegan lee un libro mientras Agnor come un trozo de pan con la boca cerrada, mirando cómo nuestros padres charlan entre ellos en el sofá.

—Ah, Wilder. Por fin.—Nuestro padre se levanta y se acerca a su sitio en la mesa, listo para comer. Este gesto no pasa desapercibido a los sirvientes, que empiezan a moverse como el engranaje de un reloj. Todo tiene su sitio y todos saben qué hacer. Nadie va a decir o hacer algo fuera de lugar porque todos han sido entrenados, y no de cualquier manera, sino a conciencia—. Cuéntame, ¿en qué andas metido?—pregunta de manera casual, pero todos sabemos que no lo es.

—Nada fuera de lo normal.—Nuestro padre no es agresivo, al menos no con nosotros, pero tampoco tiene pelos en la lengua y no tiene miedo a decirte lo mal que lo estás haciendo—. Leyendo, investigando, revisando el palacio...

—Agnor, ¿cómo vas con la humana?

—Hay progreso. Hoy me ha dicho su nombre y su apellido mientras paseábamos un poco.—Entiendo que para él eso se sienta como un avance, pero lo cierto es que llevando ya tantos días aquí, debería ya haber algo más. ¿Qué lleva, una semana? ¿Cerca de una y media? Suspiro y me siento en mi sitio, donde una copa de vino tinto me espera. El vino. Ese es uno de esos lujos que ni los humanos pueden permitirse, por lo menos, este tipo. La verdad es que si siento curiosidad por saber cómo viven, o más bien, por vivirlo como ellos hacen, pero sin convertirme en algo tan simple como un humano.

El mar de Vetr ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora