Capítulo XVI

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Lein

Junto a Aeris y verificando que Roan no nos siguiera, la guie hasta la parte de la caballeriza donde tenía un caballo listo a mi disposición. Ese caballo había sido regalado por mi padre cuando era un niño y era con el que siempre salía para ver a Aeris.

Hasta hace unos meses si hubiera tomado la mano de Aeris justo como ahora lo hacía, ella hubiera balanceado nuestras manos unidas de atrás para adelante junto a una sonrisa. Sin embargo, ahora ella solo trataba de zafarse de mi agarre y sus dedos se movían inquietos.

Ella en un momento jalo de mi produciendo que me detenga.

—Lein, no tomes mi mano sin mi permiso.

Me quedé mirándola por un momento tratando de no formar ideas en mi cabeza ante sus palabras. Solo quería crear un ambiente agradable entre ella y yo, porque después de todo, estábamos saliendo después de mucho tiempo, pero no pude soportar más ese sentimiento de rechazo que sentía por parte de ella.

—¿Por qué? —pregunte en voz baja.

—Porque me siento incómoda si haces esto.

Si ella lo decía sin siquiera verme a los ojos no me daba más opción que soltar su mano y llevar la mía por detrás de mi cabeza.

—Está bien, disculpa, es que es algo que hacíamos normalmente antes.

Aeris no dijo nada y solo volvió a retomar el paso llegando hasta la entrada de la caballeriza.

—¿Reconoces cuál es nuestro caballo?—decidí cambiar de tema.

—¿Nuestro?—pregunto extrañada.

Mi emoción poco a poco iba disminuyendo.

—Si, en realidad es mi caballo, pero decidimos que sería de los dos...hace unos años.

No sabía que compartir con ella si los recuerdos que teníamos no estaban en su cabeza. Ahora sentía que debía de hablar con cautela cuando antes podíamos hablar de cualquier cosa por más tonto que sonara.

Ella no respondió y yo no le di más vuelta al asunto, así que solo subí al caballo y le extendí mi mano para que se ayudará a la hora de subir. Cosa que ella realmente no hizo, ya que solo se sujeto del extremo de mi ropa y subió aferrándose a esta.

En cuanto me asegure de que estuviera cómoda, jale al caballo para que pudiera comenzar a caminar.

—¿Los guardias no nos dirán nada?—preguntó Aeris en cuanto estuvimos cerca de la salida.

—No habrá problema, tranquila.

A pocos metros y sin detener el paso del caballo saque mi placa de jade con mi nombre grabado para mostrársela al guardia. El solo asintió y de inmediato abrieron las puertas.

Las placas de jade con nuestros nombres inscritos era algo que solo los príncipes teníamos en el palacio, eso nos identificaba de los demás.

—Su majestad, con esa placa ¿cualquier puede salir?

Tampoco recordaba lo que le conté acerca de las placas.

—Solo es algo que mis hermanos y yo tenemos.

—¿Y ellos también pueden salir con eso?

No tenía ánimos de responderle y cada vez me sentía más decaído y sin ánimos.

A este punto creí que quizás si los dos pasábamos tiempo juntos, ella podría volver a sentir esa comodidad en mi compañía y a empezar a ser la de antes. A cambio, solo pude confirmar que en su memoria, ella ya no tenía recuerdos míos. Era como si una Aeris nueva hubiera nacido en cuanto abrió los ojos.

Mis sentimientos y mis pensamientos se estaban comenzando a mezclar y en mi cabeza todo iba más rápido, por lo que jale del caballo para que fuéramos mas rápido hacia el sendero en el que pasábamos mas tiempo juntos, en el que nos confiábamos todo sin ningún tipo de limitación, en el que yo podía ser yo mismo, sin esconderme y sin cuidar una imagen como parte de la realeza. Con ella yo podía ser quien verdaderamente era, pero poco a poco, esa persona con la que podía ser yo, se estaba comenzando a alejar cada vez más y no quería aceptar eso.

...

En cuanto llegamos al sendero baje primero y esta vez Aeris aceptó mi mano para bajar.

—¿Por qué decidió traerme a este lugar, su majestad?

Por favor, recuérdame.

—Es por que desde aquí se puede ver la mayor parte del reino, ¿no lo crees?

Por favor, vuelve a sonreírme.

—Es realmente hermoso su majestad.

Una sonrisa débil salió de mi y solo gire a ver el paisaje junto al principio del atardecer que poco a poco se hacía presente.

—Sería realmente bonito si viniéramos con los demás príncipes.—sugirió de la nada

—¿Con Roan?

Quizás no hubiera sido incómodo si veníamos con alguien mas y no solos.

—Y Hendery.

Roan no aceptaría la invitación de Aeris si yo le decía que no lo haga, pero no sabía la respuesta de Hendery si ella le ofrecía venir aquí.

¿Qué tan cercanos eran?

—Al príncipe Hendery le gustaría ver este atardecer.

De pronto, mi desesperación se hizo presente.

—¿Recuerdas cuando solíamos venir aquí?

Quería que me recordara.

—¿Recuerdas lo que te contaba aquí?

Ella solo me miraba confundida.

—¿Recuerdas la promesa que hicimos?

—A pesar de entrar al palacio, le prometo que seremos felices, seré feliz junto a usted su majestad.

—Y yo junto a ti, Aeris.

—Lo siento su majestad, no lo recuerdo.

—Pero si recuerdas a Hendery ¿No es así?.—no aguante mas y solté todo, sin miedo a revelar lo que sentía por ella—Ahora tus recuerdos están llenos de él ¿no es asi? ¿y yo? ¿por qué no estoy ahí?—la tomé de los hombros y las lágrimas que amenazaban con salir no pudieron evitar hacerse presente—Aeris, aunque no pude decirlo antes, quiero decírtelo ahora.—mis dedos hicieron presión sobre su piel—te amo Aeris.

Y fue en el momento en el que ella evitó mi mirada que decidí resignarme y aceptar que ella ya no era la Aeris con la que yo crecí, a la que yo ame. 

—Regresemos al palacio—pronuncie en voz baja.

...

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El jardín de las mariposas muertasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora