BISSED • Hyunlix [ Libro #1 ]

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El ansiado despertar de los purasangres había llegado y el palacio estaba lleno de vampiros que iban de un lado a otro conversando entre sí, metidos en sus propios asuntos.

Entre uno de los oscuros pasillos, Yang Jeongin iba saliendo de su habitación para encaminarse hacia el salón principal, manteniendo la calma para no llamar mucho la atención de los otros. En su trayecto, se encontró inesperadamente con Lee Minho, haciendo que se detuviera de golpe.

La mirada que le lanzó el pelirrojo era inexpresiva ante su presencia, pero sin importarle lo que sea que estuviese pasando por la mente de ese molesto hibrido, el pelinegro lo rodeó para continuar su camino y terminar escabulléndose en la oscuridad del pasillo que lo conducía hacia su destino.

Una vez frente a la puerta, dio pequeños golpes en espera de una respuesta por parte de la reina. Cuando escuchó la voz de la vampiresa cediéndole la entrada, Jeongin la abrió y antes de ingresar, miró a su alrededor, esperando no haber sido visto.

—Su majestad —saludó el joven pelinegro y presentó sus respetos con una reverencia.

—Espero que me tengas buenas noticias, ya que de ti depende que ese mortal desaparezca —agregó la mujer, interrumpiéndolo y evitando las formalidades—. Nadie desea que el conde Hwang y el consejo de los antediluvianos se enteren de lo que ha sucedido con el príncipe.

—He encontrado al chico.

—¿Así que se trata de un varón? —preguntó ella, alzando ligeramente las cejas y recargándose por completo en el respaldo de la elegante silla aterciopelada.

—Sí, su majestad. No ha sido una tarea sencilla, pero tampoco fue tan difícil —respondió, manteniendo una firme posición ante la reina—. Tuve que ingresar a la mente de todos en mi visita a Bukchon y hacerles hipnosis —explicó el joven pelinegro, posando una seria mirada sobre ella—. Supe de inmediato que era él porque no pude manipularlo. Su psique ha sido protegida y cualquier poder utilizado en contra, fallará.

—Lo has encontrado, eso es lo que importa —con unos brillantes y ansiados ojos purpuras, la reina observó con diligencia al pelinegro—. Dime que hallaste otra forma de acabar con su vida.

Cabizbajo, Jeongin terminó dándole una respuesta negativa con la cabeza.

—Me temo que no, su majestad. El mortal no estaba solo en el lugar.

Cerrando sus manos en puño y apretándolos con fuerza, la fiereza estaba haciéndose notar en el halo rojo que rodeó sus moradas pupilas y maldiciendo por lo bajo ante el fracaso de sus planes, la reina se levantó de golpe.

—Sabes perfectamente que los purasangres no estamos despiertos hasta que se oculta el sol —mencionó entre dientes, evitando así alzar la voz por la rabia que se apoderaba de su gélido cuerpo—. De ser todo lo contrario, yo misma habría acabado con la vida de todos los mortales para proteger a mi hijo y al clan.

—Lo sé perfectamente, su majestad —respondió el pelinegro sin mirarla a los ojos y haciendo una nueva reverencia en señal de disculpa—. La siguiente vez no fallaré. Acabaré con la vida de ese mortal, tal y como me lo ha ordenado.

—Más te vale que así sea. Ahora retírate.

En silencio, Yang Jeongin hizo un ademán antes de darse la media vuelta y abandonar por completo el salón principal para terminar regresando a su habitación, ignorando por completo la presencia del chupasangre que pretendía mantener una amena conversación con otros híbridos.

El par de ojos azules que brillaban con intensidad, siguieron los pasos del pelinegro hasta que logró perderlo entre los vampiros que pasaba por ahí, por lo que se despidió con urgencia de sus compañeros y se dirigió hacia su habitación donde ya lo esperaba Nuit en el borde de la ventana que le había dejado abierta. El pelirrojo se acercó a ella y se colocó en cuclillas para quedar a su altura.