Con el alba asomándose por la ventana de su habitación, Félix se removió entre las sábanas sin ánimos de levantarse, mucho menos de abrir los ojos, por lo que terminó echándose una almohada sobre su rostro.
Dispuesto a seguir durmiendo luego del pesado viaje del día anterior, aquella paz que le regalaban las cuatro paredes se vio perturbada con los golpes en la puerta. No dio respuesta.
—Cariño, el desayuno está listo —se escuchó la voz de su madre al otro lado—. Tu padre y yo te esperamos en el comedor.
Dejando escapar un suspiro de frustración, Félix no tuvo de otra más que salir de la cama y vestirse para ir a desayunar con sus padres. Tomó su reloj de bolsillo y vio la hora: el reloj marcaba diez minutos antes de las ocho.
No podía creer que su madre lo hubiese despertado tan temprano, pero en parte lo agradecía pues así terminaría de desayunar pronto y tendría más tiempo para ir a explorar la aldea.
—¿Crees que el pueblo tenga conocimiento de que estás de regreso?
—Lo más probable. Desde que tengo memoria, en Bukchon corren rápido las noticias.
Los murmullos de sus padres llegaron a oídos de Félix cuando estaba a punto de ingresar al comedor, pero no les prestó mucha atención.
Solo alcanzó a escuchar el tintineo de los cubiertos chocando con la cerámica de la vajilla y el único hijo varón de la pareja pronto estuvo acompañándolos.
—Buenos días —saludó, tomando asiento frente a su madre.
—Buenos días, hijo —respondió el pastor Lee, antes de llevar un trozo de carne a su boca—. Da las gracias por los alimentos antes de comenzar a comer.
El joven juntó sus manos en forma de rezo y cerró sus ojos. Por su cabeza pasaban todo tipo de pensamientos menos una oración para dar las gracias, pero fingiendo orar, era la forma en la que engañaba a sus progenitores desde su uso de razón.
Era eso o recibir una serie de latigazos en la espalda como castigo si su padre sabía acerca de sus verdaderas ideas y opiniones, sobre todo sus pensamientos sobre la religión y el régimen de los gobiernos en general.
Como un increíble destello, un par de ojos rojos se hicieron presente en las imágenes de su cabeza y el graznido de aquel cuervo lo sacó de un sobresalto de su transe, regresándolo a la realidad.
—¿Has descansado bien, cielo? —preguntó su madre, intercambiando una fugaz mirada con su esposo.
Félix, quién se había concentrado en cortar la carne de su plato, fue ajeno a lo que ocurría en su entorno. Pocas veces prestaba atención, pues los temas de conversación que tenían sus padres eran sobre lo mismo; las leyes en las aldeas, los problemas económicos, la religión.
Temas que probablemente no les interesarían a los jóvenes de su edad pero que se veían obligados a entenderlos y escucharlos, hasta de ser necesario, involucrarse en ellos para darle el gusto a los demás y a sus padres.
—Sí, lo he hecho —respondió por fin, luego de comer la carne.
—Tu madre y yo iremos a la alcaldía en un momento más, ¿quieres venir con nosotros?
—No —negó casi de inmediato—. Aún tengo cosas que ordenar en mi habitación.
—Está bien. Ya podrás acompañarnos en otra ocasión, cielo.
—Por supuesto, mamá.
El desayuno concluyó luego de varios minutos que, para el rubio, fueron eternos. Han Jisung se encargó de levantar la vajilla usada y Félix acompañó a sus padres a la entrada de la iglesia para despedirlos con una leve reverencia.
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BISSED • Hyunlix [ Libro #1 ]
FanfictionLee Félix, un joven que vive bajo sus propias creencias e ideales, piensa que todo lo que se dice acerca de criaturas nocturnas solo son absurdos cuentos de terror para sembrar miedo en las personas y tenerlas controladas. Sin embargo, su perspectiv...
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