🌹 ; 𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 𝖙𝖗𝖊𝖎𝖓𝖙𝖆 𝖞 𝖙𝖗𝖊𝖘.

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En cuestión de segundos, las dos enormes bestias peludas volvieron a hacerse presentes frente a ellos; tan fuertes e imponentes, ofreciendo sus lomos para que los mortales subieran a estos, pues necesitaban llegar al templo en el menor tiempo posible.

Asegurándose de que Jisung estuviera bien sujeto, Félix se dirigió hacia el de pelaje castaño para subir a su espalda. La sensación cálida del animal bajo sus manos era reconfortante después de pasar por las frías aguas del río, aunque ahora también se estaban enfrentando a la densa lluvia.

El oscuro paisaje pasó velozmente frente a ellos cuando se echaron a correr. Los movimientos de los licántropos estaban cargados de una impresionante rapidez. Félix ya había experimentado cómo se sentía la fuerza sobrenatural de esas criaturas, pero su mejor amigo no, así que volteaba a verlo para cerciorarse de que estuviese bien durante el viaje.

Mientras guiaba a Seungmin entre los enormes árboles, podía sentir cómo sus patas se hundían en el fangoso suelo, pero eso no era siquiera un obstáculo para ellos. Al cabo de un tiempo, la majestuosa torre empedrada del templo comenzó a vislumbrarse ante ellos.

Las ruinas estaban siendo iluminadas por los relámpagos y Jisung les indicó dónde detenerse para evitar ser vistos, previniendo que hubiese hombres de la tropa merodeando por el lugar.

Félix bajó primero, y Jisung lo siguió consiguiendo tambalearse, pero recuperó el equilibro gracias al licántropo detrás de él que lo ayudó a mantenerse en pie. En ese momento, llegaron las palabras que dijo en el río. Estaba convencido de que tampoco debería confiar en esas criaturas sabiendo que su misma especie acabó con la vida de sus padres.

Sin embargo, no había espacio para crear más enemistad de la que ya existía. Félix se acercó a su mejor amigo para ayudarlo a caminar y avanzaron por el terreno lodoso mientras los enormes lobos permanecían cerca de ellos, atentos ante cualquier posible amenaza.

—Sigamos adelante —indicó Jisung, luego de verificar que los alrededores del templo estaban completamente despejados.

Félix afirmó más su agarre para ayudarlo a llegar hasta la valla de madera que los separaba del límite del bosque. Estando frente a ella, la cruzó de un salto. Se apresuró a extender sus brazos para que Jisung se sujetara de ellos y lograr saltarla.

—¿Estás bien? —preguntó el rubio con preocupación después de escuchar a su mejor amigo soltar un quejido.

—Lo estoy. No te preocupes por eso —respondió Jisung, pero Félix no quedó muy convencido. Aun así, debían darse prisa para entrar a aquel lugar.

Andando por la huerta, sus pies se sumían en la tierra empapada con cada nuevo paso que daban dificultándoles el trayecto, sin embargo, necesitaban llegar a la puerta donde se encontrarían con la pequeña cocina.

El cuerpo de Jisung se sentía cada vez más pesado en los brazos de Félix, pero no flaqueó; necesitaban llegar antes de desplomarse por el cansancio.

—No falta mucho. Vamos, Jisung —pidió el rubio entre dientes, esforzándose por mantener el equilibrio entre ambos—. Lo has hecho bien hasta ahora, así que no te rindas.

—Estoy jodido... —dijo por lo bajo. Su rostro estaba distorsionado en una mueca mientras soportaba el terrible dolor de su pierna.

Continuaron con su camino hasta que llegaron a su objetivo. La puerta fue abierta con cuidado y, una vez dentro, Félix llevó a Jisung hacia una de las sillas del comedor para dejarlo descansar; ambos ya habían pasado por suficiente durante esa noche, pero sabían que no estaban cerca de terminar con todo lo que estaba sucediendo.

—Quédate aquí. Yo iré a buscar las armas...

—No —jadeó Jisung, y apoyó ambas manos sobre la mesa para volver a ponerse de pie—. Sigo funcionando bien. Todavía me queda una pierna sana.

BISSED • Hyunlix [ Libro #1 ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora