BISSED • Hyunlix [ Libro #1 ]

🌹 ; 𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 𝖉𝖎𝖊𝖈𝖎𝖔𝖈𝖍𝖔.

Bajo la luminiscencia de la luna, Hyunjin y Félix se encontraban sentados en el suave césped, entregándose al deleite de la compañía del otro junto a la serenidad que emanaban las aguas del estanque frente a ellos.

Félix descansaba con ternura su cabeza sobre el reconfortante hombro de Hyunjin mientras sus manos, delicadamente entrelazadas, creaban una danza entre una silenciosa complicidad.

Cada gesto, cada mirada lograba traducirse en un lenguaje que solo ellos entendían y el ambiente se impregnó de la dulce armonía emergente de ambos.

Sus risas traviesas llegaban a resonar en un eco sobre el pequeño claro mientras sentían cómo el tiempo continuaba desvaneciéndose y los dejaba únicamente en la comodidad de ese momento especial que parecía eterno.

Las emociones y los sentimientos negativos que provocaba el mundo del al otro lado del muro, lograron desaparecer momentáneamente, permitiéndoles disfrutar de su existencia en la inmersa intimidad que les regalaba su preciado refugio.

Cuando sus miradas se encontraron, Félix pudo ver que el color rojo no había abandonado los ojos del príncipe, pero un brillo diferente se reflejaba en ellos; la suavidad del carmesí logró penetrar su alma con mucha más intensidad que antes.

Y, entonces, la quietud que los rodeaba se quebró cuando Hyunjin, con una sonrisa juguetona, apartó la mirada de aquellas perlas oscuras que lo observaban con más curiosidad.

—¿Alguna vez imaginaste que estarías aquí, en compañía de un ser inmortal? —preguntó Hyunjin, inclinando ligeramente la cabeza mientras sus ojos recorrían la línea del cuello ajeno.

—No —respondió el rubio con firmeza—. ¿Olvidas que, antes de conocerte, todo esto me parecía absurdo?

—¿Cómo podría olvidarlo? Tu expresión esa noche fue bastante divertida —se burló el pelinegro y relamió su labio inferior para después apartar sus ojos del tentador cuello de Félix—. ¿De verdad nunca creíste en las historias de terror?

—Todo lo que tiene que ver con creencias, me parece una completa estupidez —agregó, encogiéndose de hombros y su mirada fue directo al pequeño estanque—. Conforme fui creciendo y pensando por mí mismo, me di cuenta de muchas cosas que me parecían muy cuestionables. Además, ¿por qué seguir un régimen que nos llevará a un abismo sin retorno?

—Los mortales suelen ser muy ingenuos. Creen lo que les parece mejor o en lo que les conviene porque la sociedad en la que viven, es muy cruel, ángel.

—No tienen criterio propio —atajó el rubio, sintiendo un atisbo de rabia—. Se dejan llevar por lo que dicen las personas con poder y es bastante frustrante.

—¿No crees que es un poco contradictorio de tu parte? —inquirió el pelinegro, alzando una ceja y ganándose de nuevo la atención de Félix.

—¿Qué quieres decir?

—Careces de creencias, pero vives en un lugar donde los mortales depositan toda su fe para que sus milagros lleguen a cumplirse o donde creen estar a salvo —respondió Hyunjin con cierta ironía en el tono de su voz.

—Si estoy en ese lugar es porque no he tenido elección —atajó Félix, irguiéndose en su lugar y soltó un suspiro lleno de pesadez—. Mi padre es un pastor y mi madre es muy creyente de todo lo que se habla. Saber las leyendas de Bukchon la pusieron muy nerviosa.

—Pero, finalmente, estás aquí con un vampiro, en medio de un bosque siniestro hablando sobre la escasez del criterio propio en los mortales, ¿no crees que hay algo mal en todo esto?

—Quedarme con la boca cerrada me ha mantenido con vida.

—Como a todos los demás, por supuesto.

Félix se rindió en continuar con la conversación. Odiaba admitir que el príncipe tenía razón en todo aquello. Junto con Jisung, habían prometido ser valientes, pero Félix comenzaba a dudar en que pudiese enfrentar a una persona poderosa como lo era el alcalde si se presentaba la ocasión.