Ethan Kavanagh.
(Primer día como recluta en la academia de policía de Seattle).
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.Son las 8 de la mañana en punto, o como el teniente prefiere decirlo, las cero ochocientas. Llegué hace 20 minutos con la intención de conocer el lugar y a mis futuros compañeros, pero todos parecen ya haber formado sus grupos y conocerse de antes.
—Rayos.
El instructor nos pide que formemos filas alineadas para que el teniente pueda dar un pequeño discurso de bienvenida, a modo de ceremonia inaugural.
—Bienvenidos y bienvenida —sonríe a la chica rubia que está al frente—. Hoy que han decidido embarcarse en esta misión, quiero decirles que algo grande les espera. Su preparación de hoy, será la experiencia del...
Las palabras del teniente se ven interrumpidas con el chillido de las bisagras de la puerta, todos girando la cabeza para mirar a una pequeña rubia atravesarla.
Se pone rígida cuando se da cuenta que todos la miramos y se escurre hasta la última fila del rincón tratando de pasar desapercibida.
Demasiado tarde, pienso. El instructor carraspea con fuerza para que volvamos la vista al teniente y a su inspirador discurso.
—Como decía, la experiencia de hoy los formará como los policías del futuro, protectores de la ley y...
Dejo de prestar atención, girando la cabeza para mirar a la rubia. Se peina el cabello corto con los dedos y lo enrolla en la parte superior de su cabeza, no debe hacerlo bien porque los mechones comienzan a salirse.
—Uy, las rubias son mi tipo. -una voz habla a mi espalda con una pequeña risita-. Aunque las castañas tienen algo que me vuelve loco.
—Cierra la maldita boca, chico —gruñe otro en voz baja mientras el teniente habla sobre el orgullo de portar una placa—. No me dejas escuchar.
Volteo sobre mi hombro para ver al chico de la voz graciosa, sonriendo con un gesto desafiante hacia el chico que está en la fila de al lado.
—No me quejo de las pelirrojas... —le sonríe al del ceño fruncido—. Carajo, creo que incluso si estuvieran calvas les echaría un vistazo.
El otro solo gruñe en respuesta.
—Cierra. La. Puta. Boca. Ahora.
La sonrisa del primero se hace más grande porque obviamente está disfrutando de sacar de sus casillas al otro.
—Oblígame.
Mierda. El otro cierra las manos en puños que no alcanza a levantar porque el resto de nuestros compañeros rompen filas y salen por una puerta lateral, y no presté atención a la instrucción por culpa de los ruidosos.
Giro para seguir al resto, cuando el teniente lanza un chiflido y hace una seña para que nos detengamos.
—Hey, ustedes tres -se acerca a nosotros—. ¿La plática estuvo interesante?
Ladeo la cabeza pensando si debería decir la verdad o solo quedarme callado porque parece ser una pregunta retórica.
—Yo no... —comienzo a decir, pero me hace callar.
—Ya que estaban tan entretenidos en su parloteo, les daré más tiempo para que sigan hablando —golpea el piso de loza con su zapato brillante—. Van a lavar y pulir este piso para que esté listo para las prácticas.
Nuestros ceños se fruncen, y me doy cuenta que los otros dos también hacen una mueca con los labios para no contestarle al teniente.
—Y no se preocupen por los ejercicios con el resto de sus compañeros, tienen toda la tarde para ponerse al corriente.
El teniente hace un saludo y sale del salón, dejándonos ahí solos con su orden y un piso sucio.
Rayos.
—¡Te dije que te callaras! —grita el de los puños apretados.
—¡No eres mi maldito jefe, imbécil! —el chico sonrisas está furioso—. ¡Fuiste tú quien comenzó con los putos gritos!
Antes de que pueda decir algo más, se abalanzan uno sobre el otro, golpeándose con fuerza en el abdomen. Supongo que evitan sus rostros para que nadie sepa de esta pelea.
Tropiezan, rodando por el suelo de loza lleno de tierra y polvo, ensuciando sus uniformes de la academia en el proceso.
—Los detendría, pero no los conozco. —informo.
Y además me arrastraron con ellos a este problema.
—¡Tú empezaste!
—¿Y quién me siguió el juego? ¿Eh?
Suspiro, mirándolos revolcarse y retorcerse. Al fondo veo una puerta pequeña donde asumo guardan el material de limpieza. Si estos idiotas no estuvieran peleando, ya habríamos comenzado con la labor.
—¡Te voy a cerrar la boca a patadas!
—¡Inténtalo! ¡Te seguro que voy a vencerte!
Cómo no pienso traer las cosas mientras discuten, me aparto lo suficientemente para que tengan espacio y esperar.
Después de rodar otro poco, ambos se separan cayendo sobre sus espaldas con la respiración agitada y sus cabellos revueltos, sin mencionar las camisas sucias.
—Genial, —señalo el espacio entre ellos—. Si siguen peleando en el piso, estará limpio en un par de horas.
Ambos levantan sus cabezas para mirarme y el sonriente me enseña su dedo medio.
—Jódete. —se endereza y se sacude la ropa—. Al menos le di una paliza a este tipo.
El otro chico, el de los ojos grises golpea su hombro con el puño haciéndolo chillar.
—¿Quién le dio una paliza a quien, imbécil?
Mierda, van a pelear de nuevo. No es así como quería pasar mi primer día en la academia, castigado y cuidando que dos idiotas no se maten.
—Si terminaron de pelear, aún tenemos qué limpiar —señalo la puerta que vi al fondo—. Una tregua, luego pueden seguir peleando todo lo que deseen.
—Nah —dice el de los ojos azules—. Prefiero tomar una cerveza fría y alitas de pollo.
—Yo solo la cerveza —se levanta el otro, sacudiendo su camiseta—. Y más te vale que pagues por meternos en este puto lío.
—Cierto. —apoyo.
El chico pone los ojos en blanco, pero mueve las manos en un gesto de resignación.
—Bien, compraré las malditas cervezas, cabrones aprovechados. —gruñe—. Por cierto, soy Luke Sawyer.
Levanta su puño hacia mi para que lo choque en un saludo.
—Ethan Kavanagh. —les digo a ambos.
El otro chico vacila antes de golpear el puño de Luke, luego choca el mío.
—Y yo soy Christian Grey. Ahora limpiemos este maldito desastre.