EL DESASTRE DE LA GALA

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LEILA WILLIAMS

(Viene del capítulo 18 de Nosotros)

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Ethan sonríe, demasiado distraído para notar las miradas de muerte que nos dedican el par de chicas junto a la pista. Una en un vestido púrpura y la otra en un vestido turquesa.

¿Una de ellas podría ser la chica esa, Melissa?

Seguramente.

Mientras giramos, puedo ser a Agnes Kavanagh charlar con algunas personas, su mirada puesta en los adornos de las paredes. ¿Está tratando de ignorar a Ethan? ¿O a Eamon?

Creo que debería olvidarme por ahora a las admiradoras secretas y a la madre, y poner toda mi atención en el chico que me trajo aquí. Es mi menos que puedo hacer por él ya que se tomó la molestia de chantajearme.

Luke aún está recibiendo una paliza por eso.

Bailamos otro par de canciones antes de que comiencen con el listado de donaciones recibidas antes del evento, brindando aplausos efusivos a los presentes. En lugar de parecer una actividad desinteresada, pareciera un concurso de popularidad.

—¿Extrañaste eso? —le pregunto cuando regresamos a nuestra mesa por una copa—. ¿Las exhibiciones de riqueza y la modestia fingida?

Ethan alza las cejas sorprendido por mi pregunta. La sorpresa es para mí también cuando él asiente.

—Si, extrañé esto. —suspira y bebe un trago grande de su copa—. Extrañaré el hecho de que la única preocupación de mi madre sea el color de los manteles, o verlos a ambos recibir a los invitados como si fueran celebridades locales.

Eamon Kavanagh está tan ocupado pidiendo otra botella de su bebida que no parece prestar atención a las palabras de su hijo.

—Extrañaré quedarme despierto hasta tarde, solo para verlos bailar la última canción de la noche.

Eso es tan dulce.

Entiendo su malestar, ahora que sus padres van a divorciarse. Si los míos lo hicieran, me sentiría igual de devastada por lo mucho que admiro su vida juntos.

—¿Lay? ¿Te gustaría salir por un poco de aire?

—¿Ahora?

Los camareros se mueven entre las mesas llevando las bandejas con los aperitivos mientras Agnes habla, y la cena será servida pronto.

Ethan no espera por una respuesta, se pone de pie y estira la mano para tomar la mía, luego nos guía entre las mesas a la parte posterior al salón.

—Et, necesito usar el tocador. —lo llamo, así puedo refrescarme después de esas copas de champaña.

Él asiente, señalando el pasillo a nuestra izquierda.

—Te espero aquí.

Voy por el pasillo y entro al baño de damas, subiendo por milésima ocasión el tirante del vestido rosa de Lidia. No tengo sus pechos, su pequeña cintura o la gracia suficiente para portar su vestido.

—Mierda.

Debí negarme a venir y quedarme en casa con mi pijama y mi masa cruda para galletas.

Entro al cubículo, sin preocuparme por el sonido de los zapatos que se acercan y permanecen dentro del baño. En absoluto silencio.

Cuando salgo y me dirijo directo al lavamanos, noto que la puerta del baño está cerrada y las mujeres que se encuentran dentro son las mismas chicas de hace un rato.

—¿Así que ésta es la chica por la que Ethan Kavanagh no te quiere? —la del vestido turquesa es la primera en acercarse—. ¡Mírala! ¡Parece un chico!

Instintivamente me paso las manos por el cabello lacio que apenas toca mi hombro. Me gusta este corte porque es práctico. Solo Lidia dice que hace que mi cabeza se vea más grande.

—Ni siquiera es tan linda —vuelve a decir—. Se va a aburrir de ella, Meli.

La chica del vestido púrpura, que ahora sé que es Melissa, me mira de arriba a abajo con un gesto despectivo. Cómo si yo fuera tan poca cosa para Ethan.

Perra.

—Olvídala, Ashley. No voy a romper mis valiosas uñas en esta flacucha.

—¡Pero Melissa! —chilla—. ¡Esta es tu oportunidad de enseñarle a esta perra que no debe meterse con tu hombre!

Mis cejas se arquean de sorpresa porque ella se atreve a señalarme. Y, además, ¿Su hombre? ¿Qué carajos?

Todo esto es una estupidez y me niego a discutir con un par de niñas bobas. Soy una detective, por el amor de Dios.

Haciendo todo lo posible por alejarme de ellas, empujo la puerta con fuerza para salir de ahí, escuchando al mismo tiempo un chillido que proviene del pasillo.

Cuando salgo sosteniendo la puerta para que no se regrese sobre mi cara, puedo ver a una chica con un vestido amarillo de rodillas.

—¡Tú, idiota! —me grita—. Me lanzaste al piso.

¿Yo? Mierda.

—Lo siento tanto, creí... —me acerco para ayudarla a levantarse, pero me clava sus uñas puntiagudas.

—¡No me toques! —sus gritos atraen a las chicas dentro del baño—. ¡Melissa! ¡Ashley!

¿Qué? ¿Son sus amigas?

Las otras dos salen del baño, mirando a la arrodillada chica en el vestido amarillo y a mí, luego sus ceños se fruncen.

—¿Beatrice, qué haces en el suelo?

Ninguna la ayuda a ponerse de pie. Ella se estira hasta tocar la pared y poco a poco se levanta.

—¡La perra me lanzó al piso! ¡Llama a seguridad!

—Fue un accidente —me apresuro a decir, lo único que deseo es alejarme de ellas tan rápido como sea posible.

—¿Accidente? —la chica Ashley se acerca, apuntándome con su dedo—. ¡Intentaste matarla! ¡Te vi!

—Yo no... —evito poner los ojos en blanco ante la exageración.

Lo mejor que puedo hacer en este caso es alejarme de ellas y desaparecer, así que giro por el pasillo y busco a Ethan con la mirada, pero el vestíbulo está vacío.

Antes de que pueda dar un paso en cualquier otra dirección, mi cabello es agarrado con fuerza y tirado hacia atrás, haciéndome retroceder.

—¡Ahí! ¡Rómpele la nariz!

—¡No! ¡Me voy a lastimar la mano!

Yo forcejeo mientras discuten.

—¡Hazlo, Beatrice! ¡Pégale!

Por puro instinto me dejo caer sobre la chica Ashley, usando su cuerpo para amortiguar el golpe y evitando el puño de Beatrice, lo que solo hace que su furia aumente.

Ruedo sobre mi costado, ensuciando el vestido de lidia en el proceso y gateando para alejarme de ellas. Si quiero defenderme, tengo que ponerme de pie.

Y no darles la espalda de nuevo.

Levanto los puños en alto para que sepan que voy a defenderme, pero no olvido que son chicas universitarias de familias ricas que podrían acusarme de agredirlas.

Esquivo cuando una de ellas se acerca para sujetarme, apartando sus manos con rapidez. La otra se acerca por la izquierda, pero solo alcanza a sujetar un tirante del vestido y romperlo cuando retrocedo.

Lo siguiente que sé es que algunas personas se acercan, seguramente alarmados por los gritos de estas chicas.

¿A dónde carajos fue Ethan?


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(Continua en el capítulo 19 de Nosotros)

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