6. "Contrato de trabajo"

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—Si no nos apuramos, llegarás tarde— advirtió Naruto a Sarada, mientras se empinaba su taza de café. La niña asintió aún con la boca llena de pan, y luego se puso de pie —Hey, hey... la leche— apuntó con seriedad y ella negó con la cabeza —¿Quieres quedarte de ese tamaño?

—Ya voy...— protestó y bebió rápidamente, antes de tomar su mochila y dejar un beso en la mejilla de su padre —Pórtate bien.

—Oye, soy el adulto aquí— reprendió divertido, bajo la sonrisa del doctor —Me he sentido mejor, yo podría llevarla— le recordó.

—La escuela queda lejos, y es mejor si la llevo en auto. Además, está haciendo mucho sol estos días— dijo serio y luego se dispuso a recoger la mesa.

—Yo lo haré— se apresuró Sasuke y lo vió dudar —No puedes tenerme sin hacer nada.

—Está bien— suspiró y luego guió a la niña hacia el exterior —Tienes mi teléfono— dijo y se fueron, tras el asentimiento de Sasuke.

Naruto condujo un largo camino hasta la escuela de Sarada, y de inmediato se dió cuenta de a donde se iba todo el dinero que Sasuke ganaba. Si bien no era la mejor de la ciudad, era una muy buena institución, recordaba haber hecho visitas en su periodo estudiantil. Ella permanecía seria, aunque días anteriores había insistido en que estaba perdiendo muchas clases.

—¿Me vendrás a buscar en la tarde?— preguntó antes de bajar.

—Claro— afirmó —Que te vaya bien.

—Gracias. Cura a muchas personas hoy— contestó inquieta.

—Eso intentaré.

—Adiós— dijo al fin y salió del auto, con su mochila entre los bracitos.

El doctor no se fué hasta que la vió entrar al edificio, y Sarada, tras la puerta de cristal, se quedó observando al auto marcharse, antes de ir a su salón. Ya habían muchos niños en el aula, conversando y corriendo, pues la profesora al parecer aún no había llegado. Ella caminó en silencio hasta su silla y la ocupó, llamando la atención de un par de chicas, entre ellas Sumire, quien era la presidenta del salón.

—Pensé que te habías ido de la escuela— dijo, acercándose junto a la otra.

—¿Por qué me iba a ir?— preguntó y ellas se miraron entre sí.

—Escuché a la maestra Hinata decirle a mi mamá, que tu papá estaba muy enfermo— respondió Yodo, otra de sus compañeras.

—Sí, pero ya se está curando. Fuimos al hospital y lo está cuidando un gran médico.

—No debes decir mentiras— exclamó Sumire.

—¿Qué? No es mentira.

—¿Acaso no sabes que los hospitales son muy caros? Estoy segura de que tu papá no tiene para pagarlo.

—Yo también— rió Yodo, tomando entre los dedos la manga de su ropa gastada.

Sarada tiró de su brazo y frunció el ceño.

—¿Y a ustedes qué les importa? Al menos mi papá está conmigo todo el tiempo ¿Dónde está el tuyo, Sumire? Porque gana dinero para comprarte cosas caras, pero nunca puede prestarte atención— se burló, sacando su libreta.

La niña hizo una nueca con la boca y puso la mano sobre el cuaderno, arrugando una de sus hojas.

—Cuando se muera tu papá, no te seguirás riendo— advirtió malsana y se fueron, dejando a Sarada con los ojos aguados y la cabeza baja.

Habían pasado varias noches ya, durmiendo en la nueva casa, y de las cuales, en la mayoría había espiado al doctor Naruto entrar de madrugada a la habitación, mientras se hacía la dormida. Él hablaba en murmullos con su padre, y en ocasiones veía que le daba medicamentos e incluso una vez puso una inyección en su brazo. El doctor siempre le sonreía, pero ella sabía que cuando dejaba de mirar, volvía a estar serio ¿Y si no podía curar a su padre después de todo? ¿Se quedaría sola? ¿Tendría que vivir en un orfanato? Su papá le había dicho que no tenía mamá, y que sus abuelos no eran buenas personas. Si no lo querían a él, a ella tampoco. Si su papá se iba, ya no vería al doctor ¿Él querría cuidarla?

Mi héroe de Blanco (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora