7. "Chispas de atracción"

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Aunque se había esforzado en plazmar en aquellas letras todos sus sentimientos, las seguía encontrando vacías e incompletas, como si su alma se negara a entrar en el texto, o su pensamiento, esquivo, huyera de él, solo dejando atrás pequeñas migajas. Sasuke leyó otra vez el último párrafo y suspiró tras frotar su rostro; apenas llevaba un par de horas escribiendo, pero se sentía mentalmente agotado y disperso. Sarada tampoco ayudaba, pues al ser sábado, se había quedado con él, pero como siempre vivieron en lugares tan pequeños, al parecer se le hizo la costumbre de pulular a su alrededor, aún teniendo toda una casa vacía para jugar.

—¡Tierra! ¡Cielo! ¡Tierra!— exclamaba emocionada, saltando desde la cama hasta el sofá una y otra vez, acrecentando sin querer el estrés de su padre.

—¡Sarada, podrías...!— gritó, pero se arrepintió de su reacción en medio de la oración, e inhaló —Juega en silencio, por favor— pidió entonces.

—Lo siento— murmuró apenada y tras pensar rápido, buscó sus materiales de dibujo. Sasuke puso otra vez las manos en el teclado, pero ni siquiera pudo apretar una tecla, pues suaves golpes en la puerta llamaron la atención de los dos —¡Naruto llegó!— gritó la niña y corrió para abrirla, dándole apenas tiempo a su padre para reaccionar.

Otra vez esa enorme y luminosa sonrisa, tan a par con la bata blanca que usaba con mucha frecuencia; la que lo ponía algo nervioso y ser consciente de su aspecto.

—Llegas temprano— dijo, en forma de saludo.

—En realidad solo vine a traer unas cosas, debo regresar al hospital— respondió el doctor, mientras abrazaba a Sarada y luego la despinaba un poco. Cuando miró a Sasuke, de inmediato notando lo que hacía, sonrió más amplio —¿Estabas escribiendo? ¿Puedo ver?

—No...— respondió rápido, cerrando el portátil —No he logrado nada aún— añadió al parecerle su actitud bastante brusca.

—Entiendo. Bueno, puedo esperar— mencionó y luego le hizo una seña para que lo siguiera —Ven un segundo. Tú también, Sarada...— pidió y guió a los dos, muy curiosos, a la sala de estar.

Sobre la alfombra y el sofá, habían un montón de bolsas y regalos, siendo algunos juguetes a la vista, motivo para que la pequeña abriera grades sus ojitos negros. Sin embargo, encogió sus manitas y miró a los adultos en busca de explicación.

—¿Qué es todo esto?— preguntó Sasuke, bastante incómodo.

—Son regalos para Sarada y para tí. Muchas personas hicieron donativos al ver tu caso en las noticias. El dinero, según el contrato, lo recibe el hospital para tu tratamiento, pero todo lo demás les pertenece— explicó con calma.

—¡¿Son míos?!— preguntó eufórica la niña, tomando una caja con un muñeca bastante linda.

—Sí, todos tuyos— respondió el doctor con satisfacción y luego miró a su paciente, quien mantenía una expresión seria —Sonríe, hombre; no es como si los pudieras devolver.

—Me siento un poco... raro, con esto— confesó en voz baja, acercándose al doctor.

—Eres bastante orgulloso, ¿eh?— indagó, igualando el tono de su voz, y logrando que se estremeciera sin querer —Son regalos de buena fé, de personas con corazones solidarios. No tienes porqué sentirte mal.

—De cierta forma, te estás halagando a tí mismo— sonrió.

—Sé que soy un buen tipo, no hace falta que lo menciones— dijo con orgullo y Sasuke negó divertido al ver su expresión de suficiencia —Debo volver, mi tutora me está esperando— recordó repentinamente, se despidió de Sarada con la mano y tras mirarlo por última vez, se dió la vuelta y se marchó.

Sasuke se quedó observando la puerta por unos segundos, siendo distraído cuando los puntos en su cabeza picaron un poco. Pasó su mano con suavidad por el lugar, cayendo otra vez en ese pantano lodoso de su realidad, y con una leve sacudida se obligó a borrar cualquier idea estúpida que hubiera zurcado por su mente, tras marcharse el doctor Uzumaki. Entonces se acercó a su hija, y haciendo espacio en el sofá, la acompañó a abrir sus regalos.

Habían toda clase de cosas, siendo más abundantes los juguetes y mucha ropa infantil, que casualmente eran de la talla de Sarada, y dentro de las bolsas que las traían, estaban recibos de compra. Tendría que ser muy tonto para no darse cuenta del engaño de Naruto, pero tomó la decisión de no molestarse ni decir nada, pues lo había echo con cariño para su hija, y en verdad Sarada necesitaba prendas nuevas. También muchas cartas de aliento, sobre todo de instituciones religiosas, y otras bastante molestas de conventos o internados, donde estaban dispuestos a recibir a la niña, si llegara a pasar la peor.

No supo cuantas horas estuvo Sarada con los nuevos juguetes, ni las veces que se cambió de ropa para mostrarle los nuevos conjuntos, incluyendo zapatos y adornos de cabello. También él se probó algunas camisas y par de pantalones antes de pedirle que le ayudara a recoger y guardar todo. Ella no se sintió el resto de la tarde, y le permitió cocinar tranquilo, empeñándose sin darse cuenta, un poco más que de costumbre. Había aprendido a tropezones como hacer una buena comida, pero sus resultados eran bastante decentes y al caer la noche, la mesa estaba puesta y lucía muy bien con todos esos platos.

Naruto tardó, llegando cuando ambos habían decidido empezar a comer sin él. La expresión del doctor era totalmente diferente a la jovial y alegre que mostró en la mañana. Tenía una línea roja en la frente, causada de fruncir tanto el ceño, y lucía realmente agotado. Recibió sus saludos con una débil sonrisa y luego, sin mirar ni siquiera hacia la mesa, fué hasta su habitación, dejando cierta tensión en el ambiente.

—¿Está triste?— preguntó Sarada preocupada, y Sasuke negó con dulzura.

—Debe estar cansado. Termina de comer— indicó, pero permaneció inquieto todo el rato.

Ya cuando recogió la mesa, solo dejando el plato del doctor, y Sarada se sentó en el salón con su nueva muñeca, decidió quitarse la duda. Fué hasta la habitación de Naruto y tocó en la puerta, abriéndola tras su contestación, encontrándolo ya duchado y con ropas más cómodas, aunque seguía en su escritorio, detrás de unos documentos y con la portátil encendida.

—¿Ocurre algo?— preguntó solicito, girando sobre su silla.

—No, solo vine a preguntar si vas a cenar, sinó para guardar tu comida— respondió rápido.

—Guárdala, por favor. No tengo apetito— contestó y le dió la espalda, volviendo a sus papeles. Pero Sasuke no pudo marcharse sin más ante su actitud.

—¿Estás bien?— preguntó y vió como detenía su pluma y volvía a recostarse al espaldar de la silla. Largos segundos después, la giró y apoyándo su cabeza en una mano, cerró los ojos un momento antes de hablar.

—Hay días que son difíciles en mi profesión— mencionó y Sasuke se sentó en la cama, tras su ofrecimiento —No me gusta perder a nadie, y mucho menos dar la noticia— tras sus últimas palabras, comprendió lo que había ocurrido y que borró el buen humor con el que se había marchado. Naruto soltó una risita sardónica y otra vez se apoyó del todo en el espaldar —Mi tutora dice que tomo mis casos muy personales. No debería ser así.

—Pues yo estoy agradecido de ello— confesó —Aunque mi orgullo a veces me juegue malas pasadas, sé reconocer que sin tí, en estos momentos estuviera... peor— terminó diciendo —Si te sirve de algo, soy bueno escuchando— ofreció y tragó duro cuando Naruto se le quedó observando directamente a los ojos —¿En qué... en qué estás trabajando?— señaló la mesa algo nervioso, y el doctor miró los documentos un instante antes de contestar.

—Mi tesis. Prometí entregarla si te aceptaban— respondió, frotando su cien con los dedos.

—Te vendría bien sacar la cabeza de la medicina por un rato— aconsejó y el doctor al fin borró su expresión triste, sustituyéndola con una sonrisa de resignación.

—Creo que tienes razón— admitió —¿Vemos una película? ¿Qué le gusta a Sarada?— preguntó, poniéndose de pie.

—Princesas— respondió entre fastidiado y divertido, por la mueca del doctor.

—¿Le gustará Harry Potter? Es una de mis sagas favoritas— dijo mientras salía de la habitación.

—Eres todo un nerd— murmuró Sasuke y Naruto se rascó la nuca con vergüenza.

Mi héroe de Blanco (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora