23. "Listo para marchar"

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Sasuke miraba en su mano de delgados dedos el anillo de plata. Naruto le había pedido en varias ocasiones que se casaran, pero nunca se atrevió a aceptar hasta ese preciso momento. ¿Cuándo había planeado todo eso? No tenía ni idea, lo que si lo hacía sonreír era la forma en la que el doctor no dejaba de sorprenderlo y enamorarlo cada día.

—¿Puedo verlo, papá?— preguntó Sarada desde el asiento trasero del auto. Sasuke se giró un poco y le enseñó la mano —¡Está muy bonito!— exclamó la niña emocionada y los ojos del Uchiha buscaron los de su ahora esposo, quien había despegado la vista del camino solo un instante para sonreírle con complicidad.

Además del acta de matrimonio, Sasuke había firmado un delegación de autoridad parental, haciendo a Naruto responsable de la custodia de Sarada si algo llegara a pasarle. El saber que su hija no quedaría indefensa y perdida, quitó un gran peso de su corazón. Hacía mucho que no respiraba con tanta calma...

Llegaron a la costa media hora después. El doctor los había llevado, como antes prometió, a la casa de descanso de sus padres. Aunque la temporada no era buena para bañarse en el mar, el aire fresco y el cambio de ambiente se sentían más que bien. Sarada bajó emocionada del coche. Corrió hacia la pequeña vivienda, la cual estaba rodeada por un gran porche que en su parte trasera tenía una escalera directo a la arena grisácea. Sasuke la siguió a pasos lentos mientras el doctor bajaba el equipaje, y para cuando los alcanzó, Naruto los encontró a ambos sorprendidos, como si fuese la primera vez que que visitaran el mar juntos.

—Disfruten de la vista, quitaré un poco de polvo allá dentro— anunció el doctor, recibiendo una sonrisa como respuesta.

No había mucho que hacer, pero Naruto se entretuvo también preparando la cena mientras por la ventana, casi al anochecer, observaba a Sasuke junto a su hija, ahora sentados en los escalones. No podía escuchar a través del cristal lo que se decían, pero le pareció una triste escena. Es más, toda la noche restante se tornó algo deprimente. Había una melancólica energía entre ellos a la que se sintió ajeno y prefirió no interferir, solo ser espectador de tantos abrazos y pucheros que hizo Sarada durante la velada. Esa noche durmió solo, como hacía semanas que no sucedía. En el cuarto de visitas Sasuke se quedó con su pequeña, y allí a la mañana siguiente fué a despertarlos.

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—Tienes que buscar más caracolas— indicó Sarada a Naruto, ambos arrodillados en la arena mientras hacían un castillo.

El día no estaba soleado, y quizás un poco frío, pero para él era perfecto. Se sentía extrañamente bien, con más energía y a pesar de haber tenido la sesión de quimioterapia hacía poco, no sufría de náuseas ni dolores de cabeza. Sentado en un sillón de madera, disfrutaba de la risa de su hija y de su esposo, quien no escatimaba ni un segundo en mirarlo, llevándose varios regaños de la pequeña cuando esta le pedía que prestara atención. Todo estaba bien ahora, no necesitaba nada más. Cada una de sus decisiones lo llevaron a ese momento y aunque había sufrido mucho, lo que presenciaba quitaba cualquier rastro de sufrimiento que pudiera quedar. Con un suspiro cerró los pesados párpados y se quedó irremediablemente dormido luego de un par de horas, y cuando despertó, ya no estaba en el pórtico, sinó en una cómoda cama y arropado.

No sabía cuantas horas habían pasado, y ni se preocupó en buscar un reloj, solo supo que era tarde cuando dejó la habitación, notó la oscuridad fuera y encontró a su hija durmiendo en el cuarto pequeño. En la casa en penumbras solo se escuchaban sonidos de platos en la cocina. Allí de espaldas vió a Naruto, terminando de secar la vajilla que seguramente habían usado él y Sarada para cenar.

—¿Por qué me dejaste dormir tanto?— preguntó. Naruto giró un poco al escucharlo, ni siquiera había notado su acercamiento de lo concentrado que estaba.

—Lo necesitas— respondió con seriedad, pero sin quitar la calidez de su voz —¿Te preparo algo de comer?— preguntó, reanudando su hacer, ahora estirándose para colocar los platos en la despensa. Sasuke no resistió acercarse y abrazarlo por la espalda.

—No tengo hambre...— confesó.

—Pero no has comido casi nada. Algo simple, ¿unas tostadas?

—De verdad, no tengo apetito— aunque Sasuke lo sabía inconforme, sonrió al no escucharlo insistir más.

En los meses que habían convivido aprendió a indentificar cuando el doctor estaba de mal humor. Con él se guardaba sus reclamos porque no le gustaba discutir, pero era notable en la forma en la que tensaba los hombros. Sasuke dejó un beso en ese lugar y luego otro. Por supuesto que no recibió protestas, así que se atrevió a acariciar lentamente el abdomen de Naruto y luego ir debajo del pullover blanco que llevaba. Él tragó fuerte, lo escuchó, así como también notó como aguantaba la respiración por un instante. El deseo y la tensión era palpable, sin embargo, cuando el Uchiha bajó más y acarició su entrepierna levemente, Naruto sujetó su mano y la retiró, negando con la cabeza.

—¿Quieres ver una película?— preguntó, tratando de cambiar de tema, pero al Sasuke rechazar la oferta intentó otra cosa —Demos un paseo por la playa, de noche las estrellas se ven muy bonitas.

—No lo dudo, pero no quiero ahora— dijo Sasuke con firmeza y volvió a bajar la mano.

—No hagas eso— pidió Naruto —Estás muy débil y no...

—Pero es nuestra luna de miel, ¿verdad, cariño?— el doctor resopló una risita impotente y apoyó sus manos en la encimera, casi vencido con solo una frase, mientras Sasuke recorría la forma de su miembro, cada vez más duro, por encima de la tela suave de algodón.

—¿Ahora vas a desobedecer mis recomendaciones?— protestó entre dientes.

—Soy tu esposo, puedo hacerlo— recordó Sasuke y Naruto encontró una sonrisa cariñosa en su boca cuando se giró para enfrentarlo.

—Dije que no hay sexo— repitió reticente, pero el Uchiha solo se encogió de hombros y atrevido bajó un poco sus pantalones para liberar su erección y ahora acariciarla directamente.

Naruto jadeó con la textura suave y cálida de su mano. El deseo lo quemaba hacía tiempo, pero se resistía con fuerza debido a los riesgos, cada vez más factibles. Sasuke, por su parte, parecía haberse olvidado de todo, y masturbándolo con lentitud buscó su boca con un beso profundo y fiero, en el que sus lenguas fueron las protagonistas.

—¡Ahh...!— bramó el doctor al despegarse y sentir una sensación familiar subiendo por sus piernas —¡Espera, haré un desastre!— rogó.

—Ponla adentro— la petición se escuchó baja.

—¿Eh...? Sasuke, ya te dije...

—¿Y si es la última vez? ¿Crees que estamos en condiciones de desaprovechar la oportunidad?— gruñó entre dientes con evidente desespero

—¿Me pides ponerte en riesgo solo por tener relaciones?— inquirió Naruto, colocando su mano sobre la de Sasuke para detenerlo.

—Déjame hacer parte de mi función de esposo. No sabes el deseo tan grande que tengo de corresponderte. Naruto, quiero escuchar otra vez tu respiración, sentirla cálida en mi cuello mientras me posees. No me limites cuando no tengo la certeza de que te veré el próximo amanecer.

Mi héroe de Blanco (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora