24. "Casi una despedida"

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Prácticamente a rastras, Sasuke tiró de él hasta la habitación. No podía mentirse a sí mismo y decir que no deseaba tenerlo, aunque su cerebro y pensamiento lógico hacían sonar las alarmas de peligro sin cesar. Pero cuando estuvieron en privado, a puerta cerrada y mirándose a los ojos, Naruto vió la enorme necesidad de su pareja. No era simplemente tener relaciones sexuales, era una demostración de amor, quizás la última... No había nada seguro en el futuro, ni siquiera él mismo estaba convencido de que Sasuke lograra rebasar la operación con el estado agravado de su meningioma.

Cerró los ojos y bajó la cabeza cuando se sentó en la cama. Las manos pálidas se posaron en sus hombros como un recordatorio de que debía seguir siendo fuerte. ¿Pero hasta cuándo? Sasuke retiró su suéter y el doctor se abrazó su cintura desnuda; tan delgado estaba que sus costillas e incluso su esternón se marcaban muchísimo.

—No es justo...— murmuró sin querer, flaqueando por un leve segundo cuando su barbilla tembló.

—Olvidé que no debo verme precisamente atractivo para tí ahora— mencionó Sasuke con una risita condescendiente.

Naruto se abrazó más, negó con la cabeza y comenzó a dejar pequeños y suaves besos en su vientre, en sus caderas, a la vez que sentía las caricias de su esposo en su cabello rubio. Con su mano recorrió su espalda y luego apretó su trasero, pues aunque la tristeza lo estaba hundiendo, no hacia falta mucho para encender la chispa de deseo que sentía por su pareja, negando así su último comentario. Cuando comenzó a bajar el elástico de sus pantalones y besar cada vez más cerca de su miembro, el doctor miró hacia arriba y Sasuke no pudo sinó suspirar conmocionado y anonadado con esos profundos y sinceros ojos azules; los cuales podía expresar más que cualquier palabra. Pronto le hizo sentir la calidez de su boca al rededor de su virilidad, las suaves succiones que trajeron consigo pequeños temblores de excitación y jadeos...

—Ven aquí...— gruñó el doctor y con cuidado lo dejó acostado sobre el colchón antes de quitarle por completo sus pantalones.

—¿Haremos el amor?— preguntó juguetón el Uchiha, observando como retiraba su pullover, mostrando una musculatura y complexión envidiables.

—No...— resopló él antes de apoyarse con sus manos y acercarse a sus labios —Tú te quedarás quieto y yo haré todo el trabajo.

—Eso no suena nada maa... al— balbuceó al final cuando de repente Naruto levantó sus piernas y se hundió otra vez entre ellas, ahora buscando su entrada y lamiendo con avidez —Ah... Así sí podría morir...— tras la frase, Sasuke gritó al recibir una nalgada de regaño —¡Oye!

—Cierra esa boca si no quieres que te la cierre yo— gruñó y mordió fuerte en el interior de sus muslos. Sasuke rió, un poco nervioso tras la amenaza, luego cerró los ojos y se entregó por completo a las sensaciones tan intensas que Naruto le prebocaba.

El doctor parecía reticente a pasar cierta línea. Cuando lo notaba muy agitado se detenía o hacía sus caricias más pausadas, debido a eso, al por fin entrar en él, lo hizo con tanta lentitud que se sintió torturador. Sasuke se sujetó a su espalda con fuerza, podía sentir claramente su respiración en su cuello, la fortaleza de su abdomen al no permitirse dejar caer su peso encima de él, la firmeza de sus estocadas, que aunque lentas, llegaban tan profundo como se lo permitían, robándoles gemidos lascivos y aclamando sus nombres más de una vez. En la voz del doctor había cierto tono de ruego. Las palabras románticas disfrazaban un anhelo no tan secreto.

Su orgasmo se hizo presente, tan aplastante que su vista se puso borrosa y pocos segundos después comenzó a caer en un sueño inevitable, como si su cuerpo le hubiera avisado que ya era suficiente. Aunque se esforzó, no supo si Naruto llegó con él, o si pasó algo más luego, solo se despertó horas después a plena madrugada y lo encontró sentado en la cama, dándole la espalda. Sonrió adormilado, extendió la mano para alcanzarlo, pero el gesto quedó en el aire al notar cierto temblor. Un sollozo lo hizo cerrar su puño y llevarlo a su pecho. ¿Podía decir algo que lo consolara? Sasuke se quedó callado y cuando el doctor al fin se acostó, fingió dormir mientras lo envolvía en sus brazos.

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La escena de Sarada recostada sobre el pecho de su padre en la camilla de hospital, era por lejos lo más triste que había visto en su vida. No podía quitarles los ojos de encima mientras aquella periodista no dejaba de hacerle preguntas sobre la próxima intervención. La doctora Senju lo fulminaba con la mirada para que se comportara, pero Naruto no tenía cabeza para otra cosa que no fuese su familia. A veces cerraba los ojos en plena entrevista y repetía mentalmente los pasos de la operación. No podía fallar...

—¿Debería buscar otro cirujano?— preguntó la directora al notar su estado —Te he regañado por implicarte personalmente con los pacientes, pero esta vez te pasaste— acusó.

—No, debo ser yo— afirmó serio, sin dejar de ver a Sasuke y a Sarada por el cristal. Escuchó a su jefa suspirar pesadamente.

—Bueno, hazlo lo mejor que puedas, estaré evaluando— sacudió una agenda y una lapicera, recordándole que también era la tesis de su especialidad, cosa que no le importaba en lo más mínimo.

—Doctor Uzumaki, hay alguien que pide verlo con urgencia en la sala de espera— avisó su enfermera asistente.

Así que el final había podido venir...

—Preparen al paciente para la intervención— ordenó, más severo de lo que quiso y entró a la habitación.

Sasuke le dió una sonrisa que Naruto respondió apenas, luego el doctor se inclinó para dejar un beso en su frente y con un suspiro demostró su preocupación, no necesitaban decirse nada más en ese momento. Naruto tomó la mano de Sarada, avisándole que ya era hora, y ella, como buena niña, le dió un último fuerte abrazo a su padre y siguió al doctor. No dejó de mirar hacia atrás hasta que dejó la habitación, y luego buscó la mirada de Naruto esperando encontrar algo tranquilizador, pero él no pudo hacerle frente, por eso la cargó y dejó que lloriqueara en su cuello todo lo que quizo hasta llegar a la sala de espera.

Itachi Uchiha estaba allí, aunque luciendo diferente a como lo conoció en aquella videollamada que tuvieron días antes en su oficina. Llevaba un traje un poco desarreglado, semblante cansado, pero su mirada era activa y alarmada. Observó a Naruto y luego a la niña, pero el doctor no hizo ni el ademán de presentarsela. En lugar de eso, caminó hasta donde sabía que estaban sentados sus padres, y Kushina tomó a Sarada en brazos, sentándose con ella e intentando consolarla como en ese momento no podía hacer con su hijo.

—Si estás aquí es porque la operación no ha empezado— señaló Itachi. Sasuke era tan parecido a él que daba miedo, lo que hacía que el rencor que Naruto secretamente guardaba aumentara. De todas formas supo como mantener una expresión profesional.

—Ya lo están trasladando al salón— respondió.

—Necesito verlo. Solo serán unos segundos— rogó, pero recibió la negativa del doctor —Si no logra superarlo...

—Tendrás que vivir con eso— interrumpió serio e Itachi bajó la cabeza.

—Yo también era muy joven, ¿sabes? Mi padre me martirizaba cada día... Pensé que él estaría bien al cuidado de mamá... No pueden culparme por querer buscar una vida mejor, pero todos estos años en América los he pasado lleno de remordimientos.

—Aunque es mi esposo, le compete solo a Sasuke decidir si te reclama o no— fué su respuesta antes de inclinar su cabeza en despedida y darse la vuelta con rumbo al salón de operaciones.

Mi héroe de Blanco (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora