Capítulo 2

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"Ajustes"

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―Aquí está la comida―El Sr. Aishi dejó un plato sobre mi mesa.

Le miré, luchando contra mi cómodo silencio para intentar darle las gracias. Me di cuenta de que hablar era cada vez más difícil en los años que llevaba allí.

―G-Gracias...―Conseguí balbucear.

Puso los ojos en blanco.

―No finjas ser un joven educado. Convertiste a mi hija en una maldita psicópata, espero que estés contento contigo mismo.

―Lo siento mucho.

―Sólo lo sientes porque ahora tienes que lidiar con las consecuencias. La sangre de toda esa gente está en tus manos, no lo olvides nunca.

Apoyé la cabeza contra la pared mientras le veía marcharse.

Todas esas chicas que Ryoba mató... yo lo causé. Yo hice que se volviera loca. Yo le quité la hija a ese hombre. Yo era la más baja de las escorias.

La puerta chasqueó más fuerte que una explosión cuando miró la puerta y se fue.

Ryoba estaba fuera de la ciudad con el equipo de animadoras. Había oído a su madre y a su padre hablar de lo bien que le había ido. Ella y su equipo habían llegado a los nacionales, lo que significaba que pasaría un tiempo antes de que volviera a verla.

Me alegré de no tener que verla. Cada vez que la veía, oía su voz o sentía su contacto, me entraban ganas de llorar. Sabía que llorar sólo empeoraba las cosas, me hacía parecer un maldito debilucho, pero estaba perdiendo la poca voluntad de sobrevivir que me quedaba con cada día que me veía obligado a pasar con ella.

La culpa de haber vuelto loca a esa chica, de haber matado a todas las chicas que me importaban y de haberme llevado a la hija que sus padres criaron, me hacía sentir como un monstruo.

Yo era un monstruo.

Me odiaba a mí misma más de lo que odiaba a Ryoba.

Me odiaba por odiar a Ryoba.

Al final cogí mi cena y me obligué a comer algo. Comer era difícil. Me sentía demasiado mal para comer nada, y mantener la comida en mi organismo era otro reto en sí mismo. Pasaba la mayor parte del tiempo escuchando música o durmiendo. No tenía energía para leer o ver la tele. Las noticias seguían hablando de la inocencia de Ryoba... Me daban náuseas. La mayoría de las cosas me daban náuseas esos días. Me tumbé en la cama después de obligarme a comer el arroz que me habían dado.

Cerré los ojos e intenté borrar los pensamientos de mi mente. Lo único que quería era escapar al abismo de la nada y quedarme allí toda la eternidad.

Observé a Ayano jugar con Lacey en el salón, parecía disfrutar de su fin de semana. Miré a mi alrededor para ver qué hacían todos en la casa.

Ayano pasaba tiempo con su conejo, mamá veía la tele y papá leía un libro. Por mi parte, estaba sentado en el suelo con Ayano, todavía con un cuenco de arroz en la mano que había estado intentando comer durante la última hora.

No iba muy bien.

―Papá, ¿Te vas a acabar eso?―Preguntó Ayano, señalando mi cuenco.

Negué con la cabeza.―No, ¿Quieres?

El escapé ||Yandere SimulatorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora