15 | Mi plan...

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Violetta

Mañana era el baile, por lo tanto, nuestra presentación.

Estaba muy emocionada, pero a la vez nerviosa. Quería mostrarme segura, ya que, después de todo, fui yo la que propuso hacer esto.

La coreografía no nos estaba quedando nada mal. Tenía muchas ganas de ver los resultados finales. A pesar de nuestros increíbles esfuerzos y que posiblemente todo nos saliera bien, Sebastián se sentía aún algo inseguro.

Ayer no fui a mi club porque me sentía cansada por los ensayos, así que me paseé inconscientemente por la cancha de fútbol, donde el equipo tenía entrenamiento a esa hora. Ahí, desde la parte trasera de la gradas, vi que Sebastián estaba hablando con Mateo, quien le pedía disculpas por pedirle hacer esta presentación cuando él en realidad no quería hacerlo.

Sebastián, sin embargo, le dijo que no era nada, y que si él aceptó era porque en serio daría lo mejor de sí y quería soltarse para empezar a mostrar sus talentos y dejar de ser tan vergonzoso. Mateo no le creyó del todo, pero Sebastián lo volvió a repetir con tanta seguridad que Mateo dejó de insistir. Aun así, dijo que se lo recompensaría con lo que él quisiera.

Después de eso me quedé a verlos como el equipo entrenaba (a escondidas, claro). Me sorprendí al verlos sincronizar perfectamente el balón con sus pies o las distintas tácticas que ejercían en el juego. No me considero fanática del fútbol, pero admito que me pareció genial lo que hacían.

Aunque, quien más llamó mi atención en ese momento, fue Mateo. Su manera de liderar era única. A diferencia del capitán del año pasado, Mateo demostraba tener más capacidad para liderar al equipo. Si se equivocaban, tenía la paciencia suficiente para enseñarles de nuevo; no tenía que volverse a explicar porque con una sola vez todos entendían; siempre se dirigía hacia los demás con amabilidad y con una hermosa sonrisa, de esas que solo él sabe dar.

Era tan... ¡Lindo!

Siempre era muy paciente cuando nos equivocábamos en algún paso de baile. Nos trataba bastante bien, lo que aflojaba el ambiente pesado que se formaba debido al cansancio. Mateo Brown era alguien realmente admirable.

Estábamos nuevamente en los ensayos. Hoy era uno de los últimos que tendríamos antes de lo de mañana y todo debía salir perfecto.

Suspiré, dejando caer mi barbilla sobre la palma de mi mano.

Levanté mi mirada, observándolo a la distancia: Sus cabellos largos saltar con cada movimiento brusco que hacía, su holgado abrigo negro moverse al ritmo de la música junto a él, sus ojos grises brillando con emoción y algo de orgullo cuando notaba que ya no habían errores, o su expresión de asombro cuando se dio cuenta que lo miraba...

Esperen...

¿Se dio cuenta que lo miraba?

Al principio me sorprendí. No creí que fuera tan obvia. Luego sacudí mi cabeza y volví a observarlo, notando así que él todavía me seguía mirando. Esto hizo que mi corazón palpitara con fuerza. Por un momento me sentí nerviosa, después sonreí y negué. ¿Por qué sentirme de esa manera? Así que, siguiendo mis instintos, le guiñé un ojo con coquetería.

Su rostro se encendió en diferentes tonos de rojo y se cayó de espaldas debido a la impresión. Sebastián dio un pequeño saltito y lo fue a socorrer tan rápido como pudo.

—¡Mateo! .—exclamé—. ¡¿Estás bien?!

—¡Sí, l-lo estoy! .—me contestó nervioso, incluso Sebastián lo miró con extrañeza.

Diana se sentó a mi lado, dándome una botella de agua. Ambas ya habíamos terminado de repasar nuestras partes, así que nos tomamos un leve descanso hasta que los chicos terminen con lo suyo para volver a bailar la coreografía los cuatros juntos.

Rumania High SchoolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora