Capítulo 4

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Llevo una hora aquí. Traje un poco de agua y como pude logre acomodarlo sobre el colchón. He limpiado su rostro lo más que podía. Quisiera cocer su ropa y arreglarla pero eso haría que sepan que alguien más estuvo aquí. Eso podría ponerlo en peligro. Sólo puedo caminar sin parar de un lado a otro con nerviosismo.

Al menos pude tranquilizarme y parar de llorar, aunque cuando vi mi reflejo en el agua no fue algo que me haga sentir mejor. Mis ojos están hinchados, cristalinos y mi nariz y labios se tornaron rojizos. Parezco un bufón. Aunque poco me importa ahora, solo quiero que él despierte y esté bien.

Suelto un largo suspiro. No sé cuánto tardará él en despertar. Lo último que oí fue... Khastell... ¿Será... su nombre?. Me gusta. Le queda, no habría otro que encajara más con el.

- Khastell - digo en un susurro, como probando el cómo se siente decirlo en voz alta. Ponerle un nombre a su rostro. Se siente diferente a cualquier otro que halla dicho antes. Se siente extraño. Se siente... bien.

Un quejido me saca de mis pensamientos y me hace voltear rápidamente para encontrar a Khastell abriendo sus ojos. Gracias al cielo.

- ¿Cómo te sientes? - le pregunto mientras me siento a su lado y apoyo mi mano en su mejilla. El me observa desde abajo y sonríe.

- Hola... Estoy bien.

- Si, claro. Puedes decir la verdad sabes. Ha de ser realmente doloroso. - frunzo el ceño al imaginarlo.

- Y tú puedes dejar de arrugar así tu cara - dice y su dedo toca entre mis cejas para que relaje la cara.

- Ya. - saco su dedo y volteo a otro lado. Aún tengo vergüenza por nuestro último encuentro. Lo había olvidado por todo lo ocurrido hace un rato pero ahora que todo se calmó, la sensación volvió a mi de golpe.

Debo disculparme. Invadí su privacidad sin tener el derecho. El ni siquiera pidió tener a una niña molestandolo e incomodandolo. Ni si quiera soy su amiga. No soy nada.

Justo cuando tomo valor para hablar su voz me interrumpe.

- Lo siento. En verdad, lo lamento - ¿qué? - No debí hablarte de esa forma. Simplemente me desquité contigo por mi estúpido mal humor y no debería de ser así jamás. Tu no hiciste nada malo. Fui yo, por eso lo...

- ¡Alto, no es así! Yo fui la que...

- No. - me corta y pone una de sus manos sobre las mías y se sienta un poco - No sé quien pudo ser la persona que te hizo creer que debes disculparte hasta por respirar, o que te hizo pensar que eres culpable de cosas de las que no lo eres. Pero no es tu culpa. - hace énfasis en cada palabra y aprieta su agarre - No eres una mala persona, eres maravillosa. - mis ojos no pueden abrirse más del asombro al oír tales palabras y las lágrimas no tardan en llegar sin darme chance a evitarlo, aunque tampoco quiero. El me hace sentir que no debo reprimir mis sentimientos - Eres cálida, eres especial y por sobre todo eres valiosa. No dejes que nadie más te haga creer lo contrario. Así que déjame disculparme. Porque mereces estas disculpas. Mereces respeto. Y nadie debe faltartelo, y yo no pienso ser quien lo haga. Jamás. - dice con total seguridad que ni si quiera me da la oportunidad a creer que son falsas o a negarlas. Todo eso entró y se instalo fuerte y profundamente en mi alma.

Mi pecho se contrae ante estas nuevas sensaciones que no conocía, pero se sienten de maravilla. Se siente cálido y acogedor, como flotar en el cielo junto a las nubes mientras el sol me ilumina. Agacho mi cabeza y la inclino hacia adelante un poco, chocandola con su pecho. Por estar llorando tanto debo de parecer un pescado ojón fuera del agua, uno mocoso y ruborizado. Siento como acaricia mi cabeza con cuidado, casi como si fuese de cristal. Un tacto nuevo, que quisiera sentir por siempre. La primer caricia que alguien me da en la vida.

El Príncipe Oscuro Y La Princesa BastardaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora