¡Plaf!
Un golpe seco en mi mejilla me hace trastabillar y caer directo al suelo sobre mi trasero. Auch.
- ¡¿Acaso no te he dicho miles de veces que detesto ver tu cara por las mañanas?! - me gritar Airis, mientras me observa con ese gesto de asco que la caracteriza y siempre se plasma en su rostro cada que me ve.
El sabor metálico en mi boca ya me es muy conocido pero aun así no deja de producirme náuseas. Duele, pero como dije, no es algo nuevo para mí.
Me levanto del suelo y con la cabeza gacha respondo - Lo siento - en un susurro lo suficientemente alto para que apenas me oiga, ya que sé que si uso el tono de voz equivocado volveré a estar en el suelo en cuestión de segundos.
- Maldita bastarda. - dice con enfado y luego una sonrisa de suficiencia aparece en sus labios- Pero qué se le puede pedir a un fallo de la vida, si incluso al nacer cometió un error. - se cruzó de brazos y se inclino para alcanzar mi altura y acercar su rostro al mío, pero no tanto. Detesta tenerme cerca - Quédate en tu agujero, donde perteneces.
Al finalizar de decir eso, se endereza y luego de darme una última mirada de odio se marcha junto a su dama de compañía quien me observa con gracia. Todos los que siguen a Airis se comportan igual que ella. Humillaciones, golpes y todo tipo de cosas de parte de ellos se convirtieron en mi día a día. Damas de compañía, caballeros personales, sirvientes. No importaba quien. Todos se comportaban de la misma manera conmigo.
Doy un suspiro silencioso y trato de calmar el temblor en mis manos abriéndolas y cerrandolas continuamente. Recojo mi balde y mis elementos de limpieza que calleron junto conmigo y me encamino a la cocina. Esta es mi rutina diaria. Limpio por las mañanas, desde los pisos hasta el último rincón y luego ayudo en la cocina a preparar todo para los señores, cocinar, cortar, colocar y lavar platos, limpiar la cocina. Lavar ropa, secará, doblarla, preparar los armarios y limpiar cuartos. Aunque rara vez me dejan entrar a sus cuartos personales, según ellos con mi presencia todo se siente sucio.
Una vez allí la cocinera me grita que no puede ser posible que sea tan lenta y que rápidamente me ponga a hacer mis tareas ahí o me dejaría sin mi comida (o sobras más bien dicho, ya que es lo único que me dan desde que nací). A veces incluso luego de hacer lo mínimo e indispensable, ella sólo me observa a mí hacer el resto del trabajo. Solo se sienta y me observa, incluso tomando un té, sintiéndose mi jefa. Muchas veces se ha llevado el crédito de cosas en las que nisiquiera participó, aún así yo no tengo ni voz ni voto en este lugar. Y siempre será así. Después de todo yo ni siquiera soy empleada aquí, no cobro dinero por trabajar, aunque haga todo lo que una sirvienta hace, yo soy como una especie de esclava del castillo. Con un destino ligado a la obediencia y sumisión.
Luego de dos horas de cortar verduras, preparar la mesa, y limpiar trastes tras trastes, tengo unos minutos de descanso antes de que me vuelvan a gritar instrucciones. Voy hacia el almacén de la cocina, y me siento en uno de los rincones oscuros a comer mi trozo de pan duro que logre tomar de una bolsa de sobras de ayer, si me vieran me castigarian, pero ayer me dejaron sin comida y algo me dice que tal vez hoy sea igual.
Primero lo primero, esto tiene sus inicios.
Me llamo Ariah Kirim Kierz, tengo 13 años y vivo en el castillo de Kers, donde habita la familia real de Kierz. Si, se supone que soy parte de la familia, aunque no una bienvenida. Mi madre era una sirvienta, aunque la señora de la casa y mis medios hermanos la llaman de otras formas. Mi madre murió cuando me dio a luz y quedé al cargo de mi padre, el cual simplemente me dejó a un lado y jamás se interesó por mí. Las pocas veces que lo vi, el asco y odio en su mirada eran aterradores, era sofocante, como si las paredes estuviesen a punto de aplastarme. Mi madrastra o más bien la señora Alea es quien más me detesta, sus palabras lo demuestran ya que cada vez que me ve me recuerda que fui, soy y siempre seré un error, uno que jamás tendrá cariño o felicidad en la vida, una simple basura según sus palabras. En el caso de mis medios hermanos, mi hermano mayor Jerem simplemente ignora totalmente mi existencia, jamás hemos cruzado palabra alguna; mi segundo hermano ha hecho cosas como humillarme o empujarme cuando pasa por mi lado, pero no más que eso; y por último está Airis, la princesa mimada del castillo y la que más daño me hace cada que puede. Me ha golpeado innumerables veces, me ha dicho miles de cosas desagradables, y es quien se encarga de mis castigos cada día.
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El Príncipe Oscuro Y La Princesa Bastarda
Ficção HistóricaAriah no tenia una vida sencilla, en su familia era la "bastarda" que no debió nacer, el cariño y la felicidad no eran parte de su monótona y oscura vida diaria. Hasta que un día encontró a un niño encadenado en la vieja torre del castillo. Con una...