Capítulo 7

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~ 8 años después ~

- ¡Kirim ya muévete, es tu turno!

- ¡Voy! - grito mientras acomodo bien el pañuelo que cubre mi nariz y boca dejando solo mis ojos al descubierto.

Mi traje color índigo aperlado, transparente por partes, con colgantes en mis caderas y distribuidos por todas partes que suenan al moverme, la coronilla en mi cabeza que cae en mi frente, las mangas de mi traje que se agarran al dedo medio de mi mano y envuelven mis brazos quedando una parte colgando tras ellos el cual baila con en aire al moverlos, dando un toque delicado al danzar.

Salgo luego de colocarme mis pequeños zapatos y me posiciono en mi lugar a la espera de que la música inicie para dar mi último baile del día.

Una vez que escucho la primera melodía, mi cuerpo reacciona y se mueve casi por instinto. Baile con acrobacias, ambos son mi especialidad. Saltos por aquí y por allá, y una gran elasticidad. Me muevo con libertad a través del espacio en el centro que cumple como escenario y siento mi cuerpo flotar. Me gusta mucho bailar, me hace sentir como yo misma, como una otra vez.

Como si mi pasado y presente no estuviese dividido en dos por ese fatídico día.

Cuando la canción está terminando, doy una vuelta y mi cabello suelto y las telas de mi vestuario vuelan conmigo. Cuando llega el momento adecuado mis manos bajan hasta posarse en el suelo, elevando mis piernas hacia arriba y creando una figura arqueada y delicada con mi cuerpo, para luego inclinarlo hacia atrás y caer con mis piernas abiertas y mis brazos posicionados rectos a mis lados dando un gran final. Los aplausos no tardan en llegar y yo me despido del público que aunque pide otro baile no tendrá lo que desea.

Vuelvo al cambiador y quito el pañuelo para respirar mejor y luego quito mi peluca color cobrizo.

Han pasado 8 años desde que huí del reino de Keres. En un principio no tenía nada, por lo que vagué y robé comida para sobrevivir. Ni siquiera se por cuánto tiempo, días, meses. Viajé de contrabando en distintas carretas de mercadería, que iban de pueblo en pueblo, alejandome cada vez mas de ese lugar maldito. Un día antes de poder hayar alguna forma de seguir moviéndome, me desmayé debido al cansancio y al hambre. Al despertar me encontraba en éste lugar; el pueblo Phelleom.

Un hombre llamado Phill me había encontrado. Él me cuidó hasta que desperté, me alimentó y curó las heridas que cubrían mi maltratado cuerpo. Me quedé con él por unos dias hasta que al fin podía ponerme de pie sin caer al suelo por marearme; cada día iba a verme, me daba comida deliciosa y me preguntaba como estaba. Me contaba cosas sobre su vida y del pueblo donde estabamos, me decía bromas y me compraba dulces cuando acababa por completo las verduras del plato. Al principio me mostré reacia, ya que nadie había sido amable conmigo de esa forma antes. Pero poco a poco, fui aceptandolo más, y sintiendo un extraño cosquilleo y calidez cada vez que acariciaba mi cabeza o reía junto a mi.

Luego de estar completamente curada, le pregunté si podía quedarme con él, que podría limpiar y trabajar, pero el no lo permitió. En un principio pensé que iba a echarme y dejarme sola, por lo que debería rogar hasta lograr que me aceptara, pero antes de que pudiese hacerlo el se arrodilló, me tomo de los hombros y dijo que no era necesario que yo trabajara aquí, que él cuidaría de mi sin necesidad de hacer u ofrecer algo a cambio. Aún recuerdo lo suaves que se veían sus ojos al decir eso.

Fue la primera vez que alguien me decía algo así, era algo totalmente extraño para mí de creer, pero en esos ojos podía ver ternura y verdad.

Quedarme con él fue la mejor decisión de mi vida.

Me ayudó sin esperar nada por eso. Me cuidó cada momento y me trató con respeto y amor, como si fuera su verdadera hija, su propia sangre. Me ayudó a crecer como persona, me enseñó todo lo que sé y aún más importante, me ayudó a creer. En mí, en él y en un futuro. Uno el cual yo decidiré y elegiré.

El Príncipe Oscuro Y La Princesa BastardaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora