Khastell
- ¿Necesita algo más señor? - habla Yemh, mi secretario personal.
Me encuentro de espaldas a el, apoyado en mi escritorio, observando por el gran ventanal de mi oficina. El sol hoy se ve opacado por oscuras nubes, un viento que mece las ramas de los árboles y pequeñas gotas de lluvia pintan el paisaje y cayendo lentamente por el vidrio.
- Llama a Dierich - levante mi mano apoyada en la madera y la paso por mi cabello a la vez que me volteo - dile que quiero buenas noticias.
- Si, Señor - da una leve inclinación y sale de la habitación.
Ocho años. Esa es la cantidad de tiempo que ha pasado desde que volví a casa de mi cautiverio.
En ese tiempo, han pasado muchas cosas. Mi entrenamiento real para suceder a mi padre cuando llegue el momento a terminado. Ahora mi trabajo como príncipe heredero es más difícil e importante, llegando a casi compararse al de mi padre.
El ya ha puesto su confianza en mi, al ver mi desarrollo con los años y ha soltado las riendas para que me haga camino y mi propio nombre y respeto como futuro gobernante de este reino.
Hay mucho bajo mi responsabilidad. Mis momentos de diversión se terminaron. Debo concentrarme en hacer lo mejor, para mí reino, mi pueblo, mi familia. Para el prospero futuro de esta nación. Siempre he sido una persona seria y responsable, pero siempre había tiempo para divertirme y relajarme.
Ahora mís días me los paso sumido en trabajo, presente e incluso preparando cosas futuras. No puedo bajar la guardia y perjudicar años de arduo trabajo.
La ya caída familia Kers aún no ha sido encontrada, pero siento que cada día nos acercamos más. Solo pudimos encontrar a un par de guardias y dos sirvientas más muertas. Trataban de hacer pasar sus cadaveres como suyos, un intento bastante cobarde e inútil ya que descubrimos su teatro bastante rápido. Simplemente un movimiento demasiado desesperado, lo que nos hizo entender cuan cerca estamos.
Los primeros cuatro años fue una búsqueda altamente rigurosa, pero luego debimos seguir cuidando de nuestras propias fronteras, por lo que aunque sigue en pie su busqueda, ya debemos conformarnos con sus imágenes por todo el reino y una gran recompensa. Sumado al aumento en territorio luego de que el reino de Keres quedará bajo nuestro gobierno, había mucho trabajo por hacer, muchas personas a las que cuidar y poco tiempo para actuar. Así que lo hice. Actué. Día y noche, ayude a mis padres a reorganizar todo el reino, a los nuevos habitantes y prepararnos ante posibles ataques por nuestra debilidad momentánea por los eventos ocurridos. Principalmente el reino Twyl, el cual celoso de nuestro aumento en poder y tierras no ha cesado en sus quejas e insultos por la espalda. Algo estúpido a mi parecer.
La lluvia cesa, por lo que me acerco a la ventana y abro el vidrio un poco. Una corriente suave de aire entra, moviendo mi cabello a su paso y llegando hasta las hojas que se encuentran colgadas a un lado de mi oficina haciéndolas chocar entre sí en suaves ondas.
Les doy un vistazo antes de moverme hasta ellas. Paso mis dedos por cada trazo en los dibujos plasmados en ellas, y los observo, como lo he hecho a lo largo de estos ocho largos años.
Alguien más a quien no he podido hallar.
Ariah.
En uno, se puede ver un gran árbol de hojas moradas en un claro y junto a él la figura de una persona. De ella. En otro, están sus ojos. Violáceos y refrescantes. Llenos de paz y esperanza. Con su pequeño lunar debajo de uno de ellos. Junto a ese, se la ve de espaldas, ya adulta. Con su largo y oscuro cabello y vestida de un color blanco. Casi perfecto. Pero no es real. Sólo es una imagen que jamás veré.
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El Príncipe Oscuro Y La Princesa Bastarda
Historical FictionAriah no tenia una vida sencilla, en su familia era la "bastarda" que no debió nacer, el cariño y la felicidad no eran parte de su monótona y oscura vida diaria. Hasta que un día encontró a un niño encadenado en la vieja torre del castillo. Con una...