Extra 1

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— ¿Estás seguro que esto no me va a doler?

— ¡Oh por favor! ¿No me digas que ahora te vas a echar para atrás? —pregunto el pelinegro mientras se separaba un poco.

— ¡Es que nunca me he hecho uno!

— ¡Es obvio que los malditos piercings duelen, Satoru! ¡Es una aguja perforando tu piel! —el de brazos grandes aprovechó el instante en que el peliblanco estaba para refutar para insertar la aguja— ¿Sentiste algo?

— ¿Qué? ¡¿Ya me perforas?! ¿En qué momento?

Suguru no permitió que las palabras del contrario lo desconcentran y procedió a colocar el arete correspondiente, había pasado casi un año desde el instante en que el delgado le había dicho que quería un arete pero por circunstancias diversas todo se pospuso.

Cuando terminó le paso un espejo al hombre que seguía en la camilla de tatuajes algo pasmado sin poder creer que no le dolió por estar despistado.

— ¡Bueno tengo que aceptar que este dolor no fue nada a comparación del de un balazo! —dijo mientras se miraba en el espejo.

El de tatuajes se detuvo mientras limpiaba el área de trabajo para mirar mal a su esposo. Satoru le miró a través del espejo y al percatarse de que el contrario estaba serio, comenzó a reírse.

— ¡No, simplemente no los hagas de nuevo! —prosiguió a seguir en lo suyo.

— ¡Oye fue a mi a quien le dieron un balazo, no a ti!

El pelinegro solo negó, no podía creer que estuviera haciendo chistes con algo tan delicado como un balazo que recibió por órdenes de su abuelo. Un maldito balazo que si no hubiera estado el señor lo suficientemente preocupado por la apariencia perfecta del peliblanco le habría dejado sin caminar bien por lo que resta de vida si eso evitaba que se iría de su lado.

Así que Geto estaba algo delicado con respecto a los continuos chistes que comenzaba a decir su esposo de vez en cuando.

— ¡Bájate de ahí y ve a sentarte en la recepción que no tarda en llegar los siguientes clientes!

— ¡Malhumorado!

Por las siguientes horas hasta antes de la hora de comida los clientes estuvieron llegando rápidamente, en algunos instantes algún chico se queda de más tiempo del necesario hablando con Satoru sobre la agenda de su siguiente cita para continuar algún tatuajes hasta que Suguru le pregunta a algo sobre si es que había visto su anillo de casados y el peliblanco le contestaba que lo traía junto al suyo en la mano. Solo entonces los chicos se alejaban con un ligero tono rosado en sus rostros.

Hubo un cliente al que no le importó que el pelinegro hiciera esa pregunta y siguió platicando con Satoru.

— Puedo esperar a que te divorcies, te paso mi numero para que cuando eso suceda tengas un hombro en el cual llorar —y procedió a anotarlo en la libreta que estaba para anotar nombres difíciles— Si me necesitas llámame, no cambiare mi numero.

Luego el chico con perforaciones en los labios salió de la tienda tranquilamente. Satoru se estaba riendo, el hombre era lindo, pero no su tipo, aunque no estaba seguro de cuál era su tipo, lograba encontrar un patrón entre Touji, Nanami y Suguru aunque no lo pareciera. O eso creía.

Mientras observaba el número y reía, su pareja se acercó.

— ¿Te gusta ese chico? —La voz de Geto era tranquila, no estaba molesta y ya no traía los guantes de látex en sus manos.

— No

— ¿Seguro?

— Si —el peliblanco miró a su pareja— ¿Porque? ¿No me crees?

Como salir del registro familiar ↠SugusatoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora