3. Asuntos pendientes

95 10 4
                                    

He vuelto después de mucho tiempo.
. . .

Desperté tumbado boca arriba en mi cama desordenada; la almohada en el borde y la sábana prácticamente en el piso.

Mi pecho estaba agitado y el cansancio marcado alrededor de mis ojos era tanto que se sentía como si no hubiese dormido nada.

Tenteé la superficie del colchón en busca de mi móvil, al dar con él, veo la hora, la cuál me indica que es momento de levantarme.

Fui directamente a la cocina (ubicaba a tres metros de mi habitación) y al abrir mi casi vacía alacena, tomé un sobre de café barato que había comprado en la tienda y dos panes chicos a los que les unté mermelada y ese fue mi desayuno.

Me puse una de las tres sudaderas que tenía y me cambié los pantalones de ayer por el otro que era exactamente igual, pero más oscuro y salí rápidamente a alcanzar el autobús con pereza ante el pensamiento del largo trayecto que tenía que recorrer para llegar a la zona "alta" de la ciudad

Después de un tedioso viaje de dos horas, me dio la impresión de que había llegado muy temprano y esperaba no ser inoportuno.

Ya había pasado casi una semana desde que empecé a trabajar aquí. Comenzaba a acostumbrarme.

Toqué la puerta principal y la señora Martha acudió rápidamente a la puerta atravesando el jardín, recibiéndome con una cortés sonrisa. Se me hizo extraño que estuviera incluso más temprano que yo, pero creo que debía vivir más cerca o algo así.

—Llegaste temprano, Noah. ¡Ven, pasa!

No podía evitar que una sonrisa se alzara en mis labios cada vez que esa mujer me hablaba con tanta hospitalidad. La única persona que lo hizo, había dejado este mundo hace mucho tiempo. Desde entonces, no había vuelto a recibir esa clase de atención que me hacía sentir especial.

—Espero no estorbar —dije un poco apenado—, ¿el señor Javier ya se fue?

—¿Noah?

Me estremecí por el repentino sonido de su voz.

Me giré para saludarlo formalmente, pero al verlo, ni una palabra salió de mi garganta cuando me quedé anonadado viéndolo recién salido de la cama; en una pijama que constaba de un pants holgado negro y una playera de manga larga color gris, el cabello revoloteado y esos ojos gentiles, tranquilos y medio cerrados al tratar de adaptarse a la luz de la mañana.

Se veía completamente diferente del hombre que conocí el primer día, eso era obvio, pero ya fuera arreglado o recién despierto, ese hombre parecía verse perfecto siempre.

Oh, mierda. ¿En qué estoy pensando?

Talló su rostro somnoliento y parpadeó un par de veces más antes de abrir completamente los ojos para enfocarlos en mí con un poco de sorpresa.

—¿Qué haces aquí tan temprano?

Salí de mi trance tragando saliva y traté de ver a otro lado por sentirme un estorbo. Lo había atrapado en pijama.

—Oh, lo siento, yo... Pensé que tardaría más en llegar, pero la ciudad estaba despejada hoy y... Siento ser tan inoportuno.

—¿Ya desayunaste?

—Sí, no se preocupe—como si mi cuerpo respondiera por sí mismo, mi estómago emitió un gruñido tan grave que se escuchó por todo el pasillo en el que hizo eco.

Sentí la sangre subirme a la cara por la forma en que me miraban. Joder, que verguenza...

—Martha, prepara algo para él.

Al acecho del malDonde viven las historias. Descúbrelo ahora