5. Horrible dilema

52 5 0
                                    


El dolor ha hecho que la ebriedad desaparezca porque lo único en lo que podía concentrarme ahora, es en el líquido de un vivo color rojo brotando de mi mano.

Mmh... Exquisito —un escalofrío me recorre la espalda cuando una horripilante mano color negro me agarra la muñeca.

Levanto la vista, encontrándome con la silueta masculina de aquel demonio que, de alguna extraña manera, puedo percibir una sonrisa perversa aún en el vacío negro de su rostro, quizás por la línea blanca semi-transparente en la parte inferior de su cabeza curveándose hacia arriba.

Algo que parecía una lengua realmente larga salió de su "boca" y acercó mi mano lo suficiente para lamerla sutilmente para saborear la sangre que brotaba de mis heridas.

Una sensación desagradable recorre mi cuerpo. Realmente se siente como si una lengua cálida y húmeda me estuviera lamiendo y el agarre en mi extremidad era firme y helado.

—¡¿Q-qué estás haciendo?! ¡Déjame!

—El dolor es mi sabor favorito —intento arrebatarle mi brazo, sin mucho éxito.

—Suelta... —repito, estremeciéndose al sentir su lengua pasar sobre los trozos de cristal incrustados.

—Si quieres salir ileso de eso, te recomiendo no encariñarte demasiado.

—¿Qué?

—Si lo involucras en esto, el que sufrirá serás tú. Claro que eso me encantaría, pero tenemos un trato y estoy obligado a decírtelo: Me vendiste tu alma y para tenerla de regreso, debes darme todas las que yo deseé, eso podría incluir la suya y al final, tendrías que decidir entre tener tu alma de regreso o salvarlo a él, condenándote a tí mismo toda una eternidad conmigo en el infierno... Así que, piénsalo, querido.

—¡Cállate! ¡Cállate la boca y suéltame! —arrebato mi brazo con tanta fuerza que me voy hacia atrás cayendo sobre mi espalda.

—¿Noah?

Doy un brinco en cuanto veo al señor Javier parado en la entrada con un recogedor y una escoba, mirándome con los ojos tan abiertos que hace darme cuenta de que se ha percatado de mi herida que inútilmente trato de esconder en mi regazo.

Barro la cocina con la mirada fijándome en cada rincón donde el demonio ahora brillaba por su ausencia.

—¿Te cortaste? —la voz de mi anfitrión me hace devolver la vista hacia él.

—Fu... Fue un accidente, no pasa nada —me incorporo apenado y me dirijo a la tarja abriendo el grifo, poniendo mi mano bajo el agua para quitar la sangre.

Mientras me lavo, noto bajo la manga de mi ropa unas marcas amoratadas de dedos por el agarre del ente, el cuál parece haber sido más fuerte de lo que pensé.

Escucho a mis espaldas el ruido del vidrio roto siendo recogido y arrojado al bote de la basura.

—Noah, ¿qué te pasó? —la voz del señor Javier me estremece y siento como se va acercando desde atrás.

—N-no pasa nada, sólo... fui un poco torpe.

—Déjame ver... —me avergüenza que mire el resultado de mi idiotez, pero no quiero llevarle la contraria. Así que cierro el grifo y me giro con la mano empapada y extendida hacia él.

—Oh, Dios... —exclama al ver que de los tres pequeños fragmentos incrustados en mi mano, todavía emerge sangre que se mezcla con el agua.

Toma rápidamente una toalla y coge mi mano con ella teniendo sumo cuidado.

Al acecho del malDonde viven las historias. Descúbrelo ahora