6. Mi secreto, mi pecado

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NOTAS: ¡Se viene flashback! Los momentos que más me gustan en las historias.

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Existe un capítulo oscuro de mi vida que ninguna persona sabe sobre mí, porque no se lo he contado a nadie y quienes llegan a saberlo, mueren y la razón es muy simple: Son sacrificios. No me gusta llamarlos así, yo prefiero decirles "víctimas", víctimas de mi propio egoísmo.

Me duele recordarlo porque sé que soy el culpable, soy quien empezó con todo esto y todo porque abrí una puerta que debió permanecer cerrada. Me dejé llevar por el dolor, el enojo y el sentimiento de venganza, emociones que me encadenaron a mí y a los que me rodea a un terrorífico destino y todo se remonta al día en que mi abuela murió:

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Al anochecer, policías y otras personas invadieron mi hogar para inspeccionar las pertenencias de mi abuela y buscar contactos de algún familiar que aún estuviera vivo. Siempre habíamos sido ella y yo, pero ahora... Era solo yo.

— ¿Tenía algún otro pariente o conocido cercano a su familia?

— No, era viuda. Su hermana murió de un infarto hace unos años y su hijo y nuera fallecieron en un viaje a Canadá.

Me encuentro sentado en el sofá con la cabeza agachada y la mirada pérdida mientras la mujer que yace frente a mí, continúa hablando sutilmente sin que le preste atención.

—Noah. No imagino lo doloroso que esto debe ser para tí... Pero yo puedo ayudarte durante tu duelo en los próximos meses, mientras buscamos un... Lugar de acogida donde termines de crecer hasta que seas mayor —me pongo de pie estoico sin ánimos de ver ni escuchar a nadie y me encierro tras la primera puerta que encuentro, azotándola tras de mí.

Jadeo desesperado por el enorme vacío de mi pecho, escuchando un par de toques en la puerta.

—¿Noah? —otra vez ella—. La policía se irá en un rato, pero yo me quedaré aquí si necesitas hablar, ¿sí? ...Nos vemos mañana.

Al escuchar sus pasos alejarse, dejo que las lágrimas se acumularan en mis ojos y deslicé mi espalda en la puerta hasta sentarme en el piso de madera pulida dónde empiezo a llorar de nuevo abrazando mis rodillas, desconsolado en aquella habitación vacía.

No quería que nadie me molestara o intentara hacerme sentir mejor porque no había una maldita manera de hacerlo, solo quería que me dejaran en paz, que se fueran de nuestra casa y dejaran de tocar sus cosas.

Ni siquiera me di cuenta que me había encerrado en el lugar que se supone no debía entrar.

Al darme cuenta de ese detalle tan importante, repasé con incertidumbre la alcoba que se encontraba a oscuras; no podía ver mucho más allá de distinguir algunos muebles como la cama, el armario y la mesa de noche.

Carcomido por la curiosidad, deslicé mi mano a lo largo de la pared hasta que mis dedos se toparon con el apagador.

No sé qué esperaba encontrar en la alcoba que me ponía tan nervioso, solamente pensaba que debía ser algo fuera de lugar o impactante que revelara alguna clase de secreto que mi abuela no quería que supiera, pero al encender la luz, lo único que mis desconcertados ojos contemplaron fue una sencilla habitación amueblada y ordenada.

Repasé mis ojos por cada rincón del cuarto, sin encontrar nada extraño.

Era demasiado... Normal.

¿Qué diablos? No hay nada malo ni raro aquí. ¿Qué es lo que la abuela quería que no viera?

Al acecho del malDonde viven las historias. Descúbrelo ahora